Esto no es un juego de azar.

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Esto no es un juego de Azar.

- ¡No olvides tu uniforme! Un mínimo error y te devuelves a la calle, sucio perro.- Amenazó severamente golpeando su escritorio como intimidación, pero sólo un bostezo fue la única reacción que obtuvo de su nuevo empleado.

- Lo que usted diga, jefe. Daré mi mayor esfuerzo... no hace falta insultar.- Se quejó perezosamente, sin verse afectado.

Con tal insolencia el jefe estuvo tentado a golpearlo, pero por ahora se contuvo y lo sacó de su oficina con enojo. Estaba entre contratar a este hombre casi de forma gratuita y sin gastar un centavo, o tener que gastar su dinero en sirvientes que no se conformaban con nada. Y su decisión fue tomada, el uniforme del restaurante fue entregado a este nuevo sirviente de sospechosa procedencia.

Mientras tanto en la noche de aquel restaurante...

- Estoy tan feliz que hayas aceptado casarte conmigo, prometo hacerte feliz cada día de tu vida, y jamás pasarás necesidad.- Ambos jóvenes enamorados se miraron intensamente mientras disfrutando de su tiempo juntos, pero una figura persistente masticando ruidosamente a su lado comenzaba a irritarlos. - ¿Qué es... Espera, ¿¡Esos son nuestros pedidos!?-

- ¡Se estaban tardando! Debía asegurarme que la comida estiviera caliente.-

- Tú... ¿¡Cómo te atreves!?-

En tan sólo treinta minutos, los clientes salieron uno tras otros, disgustados, indignados, algunos ensuciados con bebidas derramadas y algunos accidentados por pedazos de comida resvaloza en el suelo. Gintoki culpabilizó a los propios clientes que se negaban a pagar.

Luego por petición de sus compañeros de trabajo se limitó a limpiar las mesas sucias, pero pensó que sería más fácil voltearlas para limpiar la parte inferior, sin embargo terminó quebrando las patas. Se excusó diciendo que ya estaban todas defectuosas de fábrica y que debían ser reemplazadas.

Gintoki al ver que la comida se desperdiciaba, decidió que era su deber quedarse con las sobras que los propios clientes rechazaban por "alguna razón", devorándolas en el proceso.

Consideró que debía compensar sus errores de principiante, y decidió ayudar a limpiar el piso; pero para ahorrar tiempo pensó que era más fácil derramar toda el agua de una sola vez, dejando un mar de espuma.

Una pila de platos limpios requerían ser guardados por lo que decidió apresurarse a terminar el trabajo, pero por su ritmo y el piso mojado algunos cayeron al suelo; aquello alertó a los sirvientes y cocineros ya muy nerviosos por el empleado inútil y el caos producido. Sin embargo, Gintoki se excusó diciendo que había más que suficientes utensilios y que al jefe no le importarían algunos menos.

A los cinco minutos todos los platos y vasos apilados cayeron como torres sobre el nuevo sirviente, y por reflejo intentó aferrarse a las sartenes de aceite hirviendo que salieron volando y derramando su contenido. Las personas salieron del local con heridas graves, sin haber podido detener al joven principiante.

El jefe quedó sin habla ante la constercación de lo sucedido en su ausencia. Pero tras intentar encontrar al culpable se percataron que ya no se encontraba por ninguna parte.

Los rumores y las teorías comenzaron a surgir, relacionando el incidente como otra aparición del demonio blanco.

- Ah... Qué dolor. -Se quejó ante sus heridas del aceite. Aprovechó el caos que se había generado para alejarse. - Trabajar en tan malas condiciones debería ser ilegal, ¿y sin ningún pago? Mi renuncia era inevitable. -Comentó molesto. Pero de repente se detuvo, y lento comenzó a voltearse.

Una figura blanca le amenazaba con una espada de hoja fina, utilizada comúnmente en esgrima.

- Por orden de la reina, entréguese a la autoridad sin resistirse. O muera bajo mi espada. -

Black and Silver [Crossover]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora