Se despertó de la mierda la verdad, envidioso del occidente donde tenían todo el fin de semana libre.
Los viernes siempre eran un día donde la energía era diferente, porque al menos el universo le compensaba de alguna manera la injusticia de tener clases también mañana, y eso era con el programa especial de su idola Jun.
Pero para eso faltaba todo un día por afrontar, así que pensaba que lo mejor que podía hacer era pasarlo con la mejor actitud, empezando por un buen desayuno. Seguramente Midorikawa estaría en la cocina ya activando la cafetera y las primeras tostadas en la mesa esperando a por él para devorarlas con una generosa porción de manteca y mermelada.
Fue ahí, a media escalera, que las sabias palabras de Hiroto volvieron a su cabeza en un flash, y tras pensarlo un poco quizá lo mejor para empezar el día también para Midorikawa sería ver que, en efecto, Kariya no era ningún maleducado y era capaz de pedir perdón. Y quizá de milagro y de manera inconsciente, Midorikawa busque imitar su ejemplo.
Grande fue la sorpresa de que no había nada de eso. Lo único que tenía para apreciar era a su tutor, solo, frente a la tostadora que ya incluso estaba echando humo, algo normal cuando tienes el aparato al nivel más alto de cremación.
—. Buen día—. Saludó, y fue ahí que Hiroto fue consciente de en qué realidad estaba y se giró para aprobar su existencia, revelando las ojeras y el pelo todo desarreglado de frente. Al menos la camisa estaba planchada.
—. Buenas... ¿Dormiste bien? Ahí te hago un café.
—. Deja, yo me lo hago.
—. Oh... bueno, está bien—. Y retomó su primera formación, esperando a por el pan aun si toda la radiación le pegaba de lleno.
Kariya se quedó solo un segundo en el marco de la puerta para ya después moverse y hacerse su esencial café con leche de todas las mañana (aunque hoy se sintió atrevido y agregó una cucharada de la salsa de chocolate reservada para helado). Para el tiempo que estaba sentado en la mesa con la bebida dispuesta fue que Hiroto colocó los dos carbones que amablemente había preparado en un plato. Hizo amago de tomar uno, pero al final dejó las dos intactas y le deseó buen provecho, que él iba al baño.
—. ¿Para terminar de arreglarse?
—. ¿Eh? —. Se mirada, pero solo la ropa. Claramente no piso el baño en todo el día y no era consciente de su cara—. ¿Me veo mal?
—. Bueno, creo que con peinarse un poco bastaría—. Sonriendo, ya supo como animarlo—. Recuerde, eh, como te ven te tratan... si te ven mal, te maltratan~
—. No estoy de humor para refranes, Masaki, perdóname... y es "si te ven bien, te contratan".
—. ¿No son los dos?
Se encogió de hombres antes de salirse—. Por algo el de los refranes es Ryuuji...
Masaki se quedó solo en la cocina, y pensó como era la primera vez desde hace mucho que no tenia compañía para desayunar. Viendo su acompañante, hizo una mueca y se fue a la heladera a ver si había quedado un poco de pizza. Adivinen que no encontró.
Finalmente se agarró uno de los oscuros panes para untarle manteca (dado que mermelada no había más) y se puso a pensar en dos cositas.
Una era el obvio estado de Hiroto, y dé como jamás lo había visto así.
Y la otra era que había que usar bastante manteca para compensar bastante quemado. Y era mucho.
Pero aun así no pudo disfrutarla, no con Hiroto estando tan cabizbajo. Se aguantaba las ganas de preguntarle si se había peleado con Midorikawa, pero cierto era que había aprendido que los adultos no querían compartir sus problemas con los niños. Y pese a que él ya no era un niño, que una vez en una fiesta le pudo dar un sorbo a una lata de cerveza (supo horrible), no tenía el privilegio de que le contasen cuando algo andaba mal. Más Hiroto de todas las personas, porque era alguien de juicio positivo con todo el mundo.
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Nadie te enseña a ser padre
FanfictionPorque a veces en una casa con un adolescente y dos jóvenes adultos, el conflicto es inevitable.