William
Aquella acción definitivamente podía calificar como una de sus mayores locuras y una que salía completamente de su forma de ser. Aun podía sentir el impacto de un par de golpes que consiguieron llegar a su espalda, a pesar de haber ubicado la mejor manera de salir, fue imposible no verse involucrado, no lo dudo y terminó interponiéndose entre los puños y la chica que viajaba sentada a su lado.
Aunque no habían transcurrido más que unos minutos, en los que aseguro que no se dormiría, continuaba cabeceando ligeramente.
Sonrió de lado, un poco divertido por sus infructuosos intentos de no dormir.
William no era una persona que se arriesgara por un extraño, sin embargo, notó como ella quedaba entre la barra y las mesas derribadas, corriendo peligro de terminar herida. Todos habían estado concentrados en asestar golpes al contrario en medio de aquella semioscuridad, como para preocuparse por una chica mal posicionada. No era realmente su culpa, sino de su acompañante que la abandonó.
Hizo detener el auto frente a la entrada del hotel, uno que en otras ocasiones había visitado. Uno de los empleados fue a su encuentro, saludándolo con familiaridad, lo que hacia las cosas más sencillas. Dio una mirada dentro del auto, comprobando que ella seguía durmiendo.
Vaya chica. ¿Cómo podía dormir sin más? Curioso. Estaba seguro de que no estaba demasiado bebida, pero podía ser cosa del estrés. No ponerla en un taxi sin más sin duda fue un acierto. Ciertamente no deseaba ser responsable por lo que pudiera ocurrirle, aunque si de responsables hablaban, ese debía ser Daniel Ferrer. Cuando lo vio huir como la rata que era, dejándola atrás sin siquiera volver la mirada, no pudo evitar más que sentir asco por ese tipo.
―La habitación de siempre ―indicó al encargado, quien para aquel momento ya había sido avisado de su presencia y parecía un ave revoloteando a su alrededor.
―Su equipaje...
―No hay equipaje. Solo nos quedaremos una noche. ―En ese momento el hombre notó a la chica que permanecía dormida.
Volviendo a la entrada abrió la puerta y la tomó en brazos.
Ella ni siquiera reaccionó. Si, era demasiado confiada. Aunque se hubieran topado un par de ocasiones, eso no podía considerarse de ninguna forma como conocerse y mucho menos ser cercanos, pero eso no parecía preocuparle.
―Sígame por aquí. ―El encargado se mostró el camino hasta el elevador, donde los 3 abordaron―. ¿Le gustaría algo de tomar?
―Nada. Tal vez mañana un desayuno, pero yo llamare.
―Por supuesto. Si necesita cualquier cosa, no duda en hacerlo saber.
―Si.
Su atención pasó del hombre, a la carga en sus brazos.
Ella no era pequeña, pero tampoco pesaba demasiado. Sin problemas la llevó hasta la habitación, dejándola sobre la cama.
Deseaba tomar un baño y librarse del olor a vino y humo de cigarro, pero aquello podría llegar a malentenderlo. Tirando de una de las cubiertas de la cama, la tapó descuidadamente y salió de la habitación.
¿Por qué hacia todo aquello?
Esa era una excelente pregunta. ¿Por qué le importaba aquella chica? No había mentido cuando afirmó no estar interesado en ella. No lo estaba. Ella era bonita, lo admitía, pero también era una de esas chicas que tienen escrito en la frente "niña bien". Él no se interesaba en esa clase de mujeres, eran problemas seguros. No estaba interesado en las formalidades, por mucho que su madre insistiera. Las únicas mujeres que pasaban por su cama eran aquellas que sabían que no podían esperar de él nada mas que un par de horas.