Capítulo 1

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Muchos clientes requerían la atención del rubio de piernas largas. Un joven de veintiséis años de pelo rubio, ojos azules y piel blanca y suave vestido únicamente con unos calzoncillos negros de lencería.

Se pavoneaba por la pasarela y bailaba en la barra bajo la atenta mirada de los clientes mientras les lanzaba besos y sonreía pícaramente.

Movía las caderas de lado a lado dándole la espalda a la clientela y se sujetaba a la barra metálica con ambas manos.

Su ego crecía con cada comentario subido de tono. Se sentía el rey de la pista, el rey del club. Pero aquello no era solo un sentimiento que tuviese, sabía que era el rey del local. Las miradas de todos los hombres que estuviesen ahí siempre iban dirigidas a él. Mandaba él.

- ¡Guapo! ¡Ojalá fueses mío bombonazo! ¡Te dejaría seco de tanto follarte joder!

Otro comentario obsceno para subirle la autoestima.

Miró hacia el grupo de hombres situado alrededor de la pista de baile y les guiñó un ojo.

- Pero bueno, tenemos aquí a un semental dispuesto a hacerme suyo eh... -Se puso a cuatro patas y caminó lentamente hacia el grupo como si de un gato se tratase- ¿No quieres verme bailar cariño? ¿No soy lo suficientemente sensual para ti?

- ¿Sensual? ¿Estás de coña? Eres el tío más impresionante que he visto en mi vida, coño. Si tan solo me dejaras tocarte un poco...

- Lo siento mi amor. Se puede mirar, pero no tocar. Son las normas del club.

- Pero si te pido que me hagas un baile privado en uno de esos cubículos con cortinas nadie se enteraría y te haría disfrutar como la zorra que eres.

Joder con los babosos estos de mierda... Menos mal que nadie puede tocarme...

- Lo siento cariño. Las normas, son las normas.

Y sin decir una palabra más, se levantó y volvió a la barra deseoso de más atención.

Agarró la barra con una mano y comenzó a caminar en círculos alrededor de esta haciendo sonar sus tacones a cada paso. Echaba la cabeza hacia atrás y pasaba la mano libre por sus pectorales pellizcándose los pezones y soltando jadeos. Se inclinaba hacia delante y movía el trasero de lado a lado mientras se daba algún que otro azote mientras los gritos del público aumentaban de intensidad y la libido se les disparaba.

Aquel muchacho sí que sabía cómo seducir a un hombre. Sabía que hacer para ser el centro de atención, y le bastaban sólo cinco minutos de baile para llevarse a todos de calle.

Adoraba su trabajo. Le volvía loco que los hombres se fijaran solo en él. Que le metiesen unos cuantos billetes dentro de la ropa interior e incluso le susurraran al oído. Seducir al personal era un trabajo que se le daba bien. Él no tenía la culpa de que la vida le hubiese dado un cuerpo musculado y tonificado. Desde joven había sabido aprovechar sus armas y aprendió a ser seductor, hasta que llegó a donde estaba.

Los focos del lugar lo hacían sudar levemente. Las gotitas resbalaban por su torso desnudo y por su cuello dándole un toque aún más erotico y soltaba risitas debido al alcohol que algunos clientes le habían proporcionado tratando de obtener un baile privado a cambio. Él aceptaba los tragos de buena gana, pero lo de los bailes privados era otra cosa. Sí no hay dinero, no hay baile, y no se discute más.

Había tenido unas cuantas malas experiencias con los shows privados y por eso había dejado de dar bailes en la intimidad de una sala privada. Algunos clientes se creían en el derecho de tocar al bailarín y tratar de abusar sexualmente de él. Eso le molestaba. Él no era una puta, era un stripper. Bailaba para seducir, no para que lo acosaran sexualmente, y los clientes que no entendían eso, tenían que vérselas con el grandullón de seguridad.

Báilame - Intenabo +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora