Eran rizos castaños, aunque a la luz de la lámpara de su habitación tenían un aspecto atípico al color marrón y adquirían una tonalidad más clara.
— ¿A dónde vas? —Le cuestionó la voz infantil de quien yacía a su lado en la cama.
Ambos estaban desnudos y sudorosos, así que cuando él se levantó, ella aprovechó para cubrirse.
— Tengo que ir al baño —había respondido él con una voz discrepante a la suya. Agustín estaba agitado y la portadora de aquella voz no emanaba un sentimiento identificable—. Duérmete un rato —sugirió, pero no recordaba a quién se lo dijo.
¿Podría ser esa muchacha alguien importante para él?
Debía serlo, pues no era tonto para no comprender la escena que su mente le había traído.
— No presiones tu memoria —le pidió su padre mientras desayunaban—. Le llevará tiempo.
Pero ¿cuánto? ¿De cuánto tiempo disponía Agustín Hessler para descifrar los fragmentos que su mente le obsequiaba esporádicamente?
No le quedaba más que tratar de descifrar los recuerdos aleatorios que iban y venían en momentos totalmente inesperados y, lamentablemente, para eso nadie le dio un plazo específico.
Las memorias eran otras que no cumplían los parámetros de la lógica humana. Agustín recordaba momentos que no seguían una línea temporal determinada y aquello lo llenaba de desilusión.
— Es un tatuaje bastante complejo —murmuró la voz otra joven que no recordaba, pero cuyos ojos avellanas le miraban con picardía—. ¿Por qué alguien como tú haría un tatuaje tan mono? —Cuestionó una voz burlona distinta a la que habitaba sus recuerdos—. ¿Qué representa? ¿Acaso se trata de algún gusto oculto? ¿Qué hay relación hay con los números y la brújula?
Sintió la caricia lenta que dejaba la mano de la joven sobre la parte de su clavícula que poseía la tinta del tatuaje que se había colocado cuando cumplió quince años.
— Las brújulas sirven de guía —se escuchó responder al observar la línea imaginaria que la muchacha dejó sobre su pecho—. La fecha es del día que mi madre murió.
— Todos hacen eso y se vuelve aburrido —volvió a burlarse la muchacha rubia antes de besarlo—. Mejor haz algo más. Algo menos aburrido y más movido —lo incitó al colocarle las manos sobre sus pechos desnudos.
No era la misma muchacha de su primer recuerdo, pero sí pertenecía a una memoria más lejana.
Una memoria que recordaba difusamente.
Lo que no comprendía era por qué no todos sus recuerdos se dañaron, pues lograba evocar con precisión a su difunta madre, pero no cómo había fallecido. Recordaba momentos de su infancia jugando a la bicicleta, mas no lograba rememorar a ninguna niña de voz irritante y rizos castaños.
A veces le parecía que los sonidos invocaban el pasado mucho más que las imágenes.
Recordaba una voz irritante, pueril, encantadora e insistente. No obstante, no evocaba el rostro de esa persona.
También podía recordar cada detalle del rostro de su madre, pero no obtenía una evocación del sonido que producía su voz.
Parecía ser que eran situaciones inversas donde Agustín se encontraba justo a la mitad sin ningún indicio de cómo completar las memorias
Pasar todo el tiempo en su habitación no era la mejor manera de encontrar respuestas. Sin embargo, Agustín Hessler no sabía dónde comenzar a buscar todo lo que no recordaba.
Todos los puntos de convergencia eran diferentes. A veces se trataba de rizos castaños y voces infantiles. En otros momentos podían ser la caricia sobre un tatuaje que involucraba a su madre. ¿Cómo unía eso con el haber asesinado a veintitrés personas en un simple auditorio escolar mientras se realizaba una presentación musical?
Aunque la verdadera interrogante de Agustín Hessler consistía en conocer a fondo sus verdaderas intenciones para cometer ese asesinato en masa.
— ¿Por qué lo haría? —Le cuestionó a su padre más tarde, durante el almuerzo bajo una presión imaginaria que pesaba sobre ambos—. ¿Por qué me tomaría la molestia de matarlos?
— Hijo...
— ¿Me molestaban? —Indagó al interrumpir cualquier respuesta previamente elaborada que le daría su padre—. ¿Fui de esos niños atormentados por sus compañeros y decidí vengarme? Porque en mis recuerdos no soy víctima de ningún tipo de acoso escolar.
Recordaba haber visto los noticieros sobre antiguos tiroteos en escuelas y las principales causas eran el odio y la satisfacción de obtener venganza.
— Te pedí que no forzaras tus recuerdos —mencionó su padre al dejar de lado los utensilios de comida—. Necesitas recuperarte y cuando lo hagas, tus recuerdos volverán.
Agustín Hessler se recargó en su asiento, observó de su comida al cabestrillo que portaba y decidió que la recuperación era errónea para las personas desesperadas que requerían respuestas en lugar de más dudas.
Agustín no tuvo otra opción que seguir comiendo a la vez que intentaba darle mejor uso a su mano izquierda. Sin embargo, cuando terminó la mitad de su comida cayó sobre la mesa.
«Soy un inútil —se dijo mientras volvía a su habitación, pues estar inmovilizado momentáneamente—. Inútil y asesino. Eso eres Agustín Hessler».
— Cada parte de nuestro cuerpo es útil para diferentes cosas, Gusy —le aseguró una voz que habitaba en su mente y que regresó en aquel momento en que se sentía muy torpe por no poder utilizar el brazo que solía usar—. Sólo hay que aprender a darles el uso adecuado, ¿lo ves?
¿Cómo podía un acto tan nimio, como entrelazar las manos con alguien más, mostrar un hecho útil?
En aquella bruma sin sentido que yacía en su mente, Agustín apretaba contra su cuerpo a una muchacha delgada mientras practicaban lentos pasos de baile.
Él no bailaba, entonces... ¿Por qué existía aquel recuerdo?
— Eres tan estúpida —dijo en aquel momento que no lograba evocar prolijamente—. Te enseñaré algo en que mis manos son más útiles —añadió Agustín justo antes de bajar la cremellera de un vestido negro y arcaico—. Es otro tipo de baile. Uno diferente a los que sueles practicar.
Si la besó, ¿ella era importante?
Al quitarle el vestido con desesperación para acariciar su cuerpo infantil, se suscitó otra duda: ¿la amaba o sólo la deseaba? ¿Qué era?
Además, ¿por qué si la consideraba un incordio era a quien más recordaba?
Agustín Hessler se dio cuenta de que su mente estaba perdiendo el tiempo al traerle recuerdos de un estúpido romance en lugar de traerle de regreso todo lo ocurrido en aquel escenario estudiantil.
No obstante, mientras hundía el colchón al sentarse en la cama y observaba el cartel que colgaba de la ventana frente a él, recordar ese romance era mejor que evocar la manera en que asesinó a aquellas personas.
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El lado equivocado del mundo
Short StoryAgustín Hessler confía en que las brújulas lo llevarán al destino correcto que debe ocupar en el mundo. Primero parece ser que Inglaterra es el lugar idóneo. Sin embargo, a veces te encuentras en un lugar provechoso del que reniegas incansablemente...