Capítulo 17. Recuerdos del pasado

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—Precisamente de ti estábamos hablando.

La voz de Aurora levantó la cabeza del escritor nada más cruzar la puerta. La joven pelirroja y el inspector Queen compartían unas tazas de café en la pequeña mesita del salón.

—¿Cómo ha ido la lectura del testamento? ¿Y el señor Boher? —abordó el inspector desviando el cuerpo hacia su hijo.

—Interesante. —Ellery apoyó la cadera contra el respaldo del sofá—. Aunque creo que lo que ha pasado aquí lo es más aún.

—¿Aquí? Aquí no ha pasado nada, salvo que, por fin, después de mucho tiempo, he vuelto a ver a la dulce niñita de ojos verdes. 

Aurora le regaló una sonrisa.

—Que, bueno, ya no es tan pequeña —rio Richard con alegría.

—Un encuentro agradable, ¿no? —presupuso el escritor, torciendo el gesto.

—Bastante, El. ¿Algo que quieras decirme?

—Que yo recuerde, me reprochabas que...

—Queen, ¿cómo de interesante ha sido el testamento? —Aurora intervino antes de que padre e hijo iniciaran una discusión.

Sin mucho entusiasmo, Ellery les relató los acontecimientos de aquella tarde.

—¿Kelly se queda sin la casa? ¿Y a dónde se traslada?

—Con el dinero que tiene, más el que va a recibir, no creo que tenga muchos impedimentos para asentarse en una nueva mansión. De todas formas, tiene la posibilidad de regresar a su antiguo domicilio, en el que residía antes de mudarse al hogar de los Harden.

—¿Lo sigue manteniendo?

—Eso espero. La otra sorprendente noticia es que Kelly piensa poner en venta la tienda. Adiós a todos los puestos de trabajo.

—¿Puede hacer esa barbaridad? 

—Ahora es su negocio. No le produce mucho remordimiento dejar en la calle a una decena de personas. Para ella no son más que una molestia en su camino.

—¿En su camino a dónde? —inquirió Richard con desdén mientras guardaba la cajita de rapé.

—A cualquier lugar al que pueda llevarle una mente histriónica como la suya —respondió encogiéndose de hombros—. Se ha creado una larga lista de enemigos en un segundo.

—¡Vaya una bruja! 

—Solo le falta la escoba, las uñas ya las tiene —comentó Aurora, originando risas en los Queen.

—En fin, yo me vuelvo a la oficina. Me he pasado por casa para que me pusieras al día, y justo me encuentro con esta hermosa joven en la entrada. Pero ya que estoy informado, debo cerrar unos cuantos informes todavía.

Aurora se incorporó una vez que el inspector salió por la puerta y captó el interés del escritor con una de sus resplandecientes sonrisas.

—¿Tienes hambre? —le preguntó.

—No tenía hasta que me lo has recordado. Me estas condicionando peligrosamente.

—No lo pienses mucho, Djuna está preparando un plato exquisito, así que... 

Le dio la espalda y se adentró en la cocina.

Estacionado en medio del salón, Ellery contempló esfumarse la figura de la pelirroja. La noche anterior había servido de estímulo para que las ganas de pasar tiempo juntos volvieran a reavivarse.

—Quién dice que no a un plato de Djuna.

*

—Mi padre te manda saludos. Está preocupado por ti.

—No tiene por qué. Bastante tengo con mi padre como para tener que calmar a otro viejo —contradijo el escritor tras dejar la cuchara a ras del plato.

—¡Ey! —Le asestó un pisotón—. Te tiene mucho aprecio.

—Lo sé, pero debe centrarse en cosas más importantes. Como, por ejemplo, tú.

—¿Yo?

—¿Habéis hablado sobre tu libro?

Aurora bebió alargando la respuesta. Luego apoyó los brazos sobre la mesa y tendió la mirada a su amigo.

—Sí.

—¿Y?

—Si te digo la verdad, está más entusiasmado que yo. Pude ver en sus ojos alguna que otra lágrima.

—Está orgulloso de su pequeña.

—Supongo... —Sonrió—. El escribir acerca de uno de los lugares que más disfrutábamos con mi madre le hace recordar viejos tiempos.

—Viejos, pero tremendamente importantes.

—Por supuesto. —Desvió la mirada hacia la vida al otro lado de la ventana de la cocina. Sus ojos brillaron, acuosos, con la luz reflejada de la luna—. Es la nostalgia de recordar momentos del pasado que añoras y que sabes que ya no podrán repetirse. 

—Te entiendo.

—A vosotros os ocurrirá lo mismo —presumió. Sabía que se estaba adentrando en un terreno peliagudo. Casi nunca tocaban aquel tema, y si se daba el caso, el escritor lo saldaba con evasivas que no aportaban una respuesta clara a las cuestiones que ella moría por conocer.

—A mi padre no le gusta hablar de ella. Supongo que, para él, los recuerdos y la nostalgia son como una puñalada en el corazón. —Sostuvo el vaso entre las manos. Su mirada adecuó una trabajada tristeza—. No solemos nombrarla. No desde hace tiempo.

—Pues yo no hay un solo minuto del día que no piense en ella. Cierto que tengo muy pocos recuerdos de mi madre, pero los que tengo son maravillosos.

Un cariz más amargo se instaló en el escritor y Aurora percibió el cambio que el tema de la muerte de su madre producía en el color de sus ojos; el ámbar se había oscurecido, absorbido su ánimo por el recuerdo de otros tiempos donde su padre y él no estaban solos, donde una pequeña luz guiaba sus vidas y que, sin aviso, se apagó por completo, dejándolos a oscuras en un vacío tenebroso.

—Siempre la llevo conmigo aquí —Ellery palmeó su corazón— y aquí —dirigió los dedos a la sien y se dio un suave toque—. Es algo que siempre dice mi padre y que yo también siento.

Enternecida por la confesión, posó la mano sobre la de Ellery y la acarició. Fue algo instintivo, fruto de empatizar con la tristeza que ella misma compartía. Él la miró y torció los labios. El contacto de miradas acogía un silencio mitigante del dolor que rompía sus corazones.

—Madres ¿eh? —Ellery soltó una leve y punzante risotada—. Se van, pero uno nunca puede olvidarlas.

Aurora asintió, anegada por el llanto, y dibujó una sonrisa titubeante.

—Por ellas. —Alzó la copa, suprimiendo el oleaje de emociones, y esperó a que Ellery la imitara.

—Por ellas.

Envueltos en una nube melancólica plácida e íntima, brindaron en honor de aquellas dos hermosas y fuertes mujeres que tanto habían querido y que tan pronto habían desaparecido de sus vidas.

[4] Ellery Queen: Copias Casi PerfectasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora