La comida finalmente llegó y Kai la posó sobre la mesa. Tenerlo en mi departamento y no hacer más que comportarnos como dos personas normales era algo extraño, pero no se sentía mal en lo absoluto.
—¿Cómo es la relación con tu padre? —pregunté.
Él suspiró y tomó asiento frente a mí. Parecía como si fuéramos a tener una seria conversación.
—Por muchos años fue algo complicada —expresó para luego coger una bocanada de aire —. Me costaba comprender el hecho de que no tuviera una madre. Veía como todas las madres de mis compañeros de clase los iban a recoger y yo debía regresar solo porque mi padre trabajaba todo el tiempo.
Sonrió al perderse en alguno de sus recuerdos con su vista clavada en la nada misma.
—Luego comprendí que era lo suficientemente afortunado de tenerlo —su mirada dulce se posó sobre mí —. Él me enseñó a disfrutar la vida y las pequeñas cosas. A fin de cuentas, ambos habíamos perdido a alguien y ambos aprendimos mucho de aquella experiencia.
Esbocé una sonrisa.
Liv también me había enseñado mucho a mí, en especial, porque había tenido que convertirse en una especie de madre para mí a sus dieciocho años.
—Tu padre me da algo de miedo —confesé y él se echó a reír —. La primera vez que lo vi en la cafetería, controlaba cada uno de mis movimientos y eso me ponía muy nerviosa.
Kai asintió.
—Él puede ser intimidante, pero te aseguro que es una persona muy agradable una vez que lo conoces fuera de su rol de jefe.
Haber criado a un hijo solo no debió de ser nada fácil. No solo eso, sino que había acabado siendo una persona increíble... mucho más de lo que alguna vez creí.
—¿Nunca más has vuelto a contactar con tus padres? —indagó ahora él.
Siempre me era muy difícil hablar sobre ellos, incluso con Liv, al traer de vuelta todos aquellos recuerdos, pero no parecía ser así con Kai. Tal vez, era porque sabía que él tampoco había tenido una vida perfecta y que no me juzgaría.
—Yo no, pero ellos sí.
Dada su expresión noté que no comprendía bien sobre lo que estaba hablando, por lo que me puse de pie y me dirigí hacia el mueble donde se encontraban todas las cartas de mi madre. Sin notarlo, él había seguido mi paso y abrí el cajón.
—Wow... —susurró con su mirada sobre la infinidad de cartas —. ¿Son todas de tus padres?
Negué.
—Sólo de mi madre —aclaré mi garganta, como si aquello me ayudara a hablar de él —. Mi padre ha querido comunicarse una sola vez desde la prisión y era únicamente para pedirnos dinero. Desde entonces, hemos pedido que no nos contactaran a menos que estuviera muriendo.
Lo oí tragar grueso. Aquello era duro de revelar, pero supongo que también era duro de escuchar.
—Entonces, ¿tu madre sabe dónde vives? —acercó su rostro a las cartas y se apartó con una expresión de asco —Apesta a alcohol.
No sé cómo aquello era posible. Pareciera como si mi madre las perfumara con alguna bebida alcohólica antes de enviárnoslas y su olor quedaba impregnado hasta la eternidad.
Cerré el cajón y me volteé hacia él.
—No, ella sólo envía sus cartas a un intermediario que nos las envía a Liv y a mí —expliqué —. La justicia ha pautado aquello cuando yo era menor de edad y, al pasar la mayoría de edad, podíamos revertirlo y tener un contacto directo con ella, pero preferimos que todo continuara igual.
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Hasta la Última Pieza ✔️©
Novela Juvenil¿Quién hubiese dicho que rechazar su beso bajo el muérdago le traería tantos problemas? Socializar estaba muy lejos de sus planes; este le daba dolor de cabeza. Sin embargo, obligada por su hermana a asistir a un evento, su más grande dolor de cabe...