Capítulo 19. Culpable

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Las piernas de Aylen Harden flaquearon. Su mirada erraba entre la sonrisa orgullosa del escritor y la mano alzada de la que colgaba la joya. Incapaz de emitir sonido alguno, sintió la súbita necesidad de echar a correr.

—Tranquila, todo tiene una explicación.

En la entrada del dormitorio asaltó la figura del inspector Roberts.

—Aylen, queda usted detenida.

—¿Dete-detenida?

—Detenida por el robo del diamante y el asesinato de su madre hace cinco años.

*

Ellery deambulaba con las manos en los bolsillos hostigado por la impaciencia del inspector Roberts, que escoltaba a la esposada Aylen en una de las sillas del comedor.

—Ha sido muy astuta —la voz del escritor hizo eco en la vacía habitación—. Esconder el colgante en el piso de Kelly durante todos estos años... Ni siquiera ella era consciente de que lo tenía más cerca de lo que pensaba. Ese agujero en la pared lo hizo usted con el objetivo de ocultar la joya y eliminar cualquier sospecha sobre su persona. Una magnífica estrategia; si era encontrado, Kelly sería directamente señalada como culpable. Si no se daba el caso, todo suyo.

Bajó la vista al suelo y soltó una carcajada.

—Hemos estado ciegos. Todos.

—¿Y eso por qué? —inquirió el inspector Roberts.

—Porque este colgante —levantó la joya— no es el auténtico.

—¿Cómo? —En el inspector se grabó el desconcierto. En grandes zancadas se situó junto a Ellery y examinó la pieza. Le asestó una visual de incomprensión.

—De nuevo, ha sido usted brillante. —Se dirigió a Aylen—. Siempre lo ha llevado consigo. El que tengo en mi mano, el que he encontrado en la cajita negra tras el cuadro, es la copia.

El inspector, ceñudo y visiblemente mosqueado, sacó del bolsillo el colgante confiscado y lo comparó con el que Ellery sujetaba.

—No sé cómo puede diferenciarlos.

—Si observa con detenimiento el colgante que tengo en la mano, podrá observar signos de decoloración y desgaste en algunas piezas. Algo imposible si se tratara de un diamante auténtico.

El inspector Roberts reanudó el análisis arrimando ambas joyas a sus ojos.

—Cuando se produjo el crimen, el colgante que hallamos en la casa de Harden sí era la copia —recalcó, contrariado. Le arrebató de mala gana el colgante y guardó ambos a buen recaudo en el bolsillo interior de su chaqueta—. Quién lo diría, cinco años después y el verdadero se paseaba ante nuestras narices por la ciudad.

—Pero... —titubeó la abogada captando la atención de los dos hombres—. ¿Cómo lo ha averiguado?

—Bueno...


Unas horas antes...

Ellery colgó después de la escueta conversación con Aylen. Le había solicitado que pidiera o implorara, llegado el caso, a Kelly que se presentara esa misma tarde en su hogar y recogiera sus pertenencias. De ese modo, tendría controlado el paradero de la abogada mientras investigaba en la dirección que Sonya le había facilitado.

Aparcó en uno de los estacionamientos que supuso más seguros en la Avenida Sedgwick y se adentró en el edificio 1502. Usó una ganzúa para forzar la cerradura y se adentró en el piso. El escaso y barato mobiliario, abandonado bajo el polvo y la carcoma, permanecía intacto. Investigó cada rincón, sin saltarse ni el hueco más nimio, hasta irrumpir en el dormitorio. Miró en cajones y armarios, bajo la cama y entre las cajas de zapatos vacías. No halló nada extraño, nada que verificara la hipótesis en la que había trabajado durante el trayecto en coche. Se situó en medio de la habitación y escudriñó su alrededor.

[4] Ellery Queen: Copias Casi PerfectasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora