Séptimo Cambio IV

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─La voy a cagar, pero mucho; nivel "armageddon".

─Anda, calla, pesada. Siempre dices eso y luego te sale todo bien; como cuando éramos adolescentes que antes del examen decías que te iba a salir fatal y luego sacabas como mínimo un notable.

Miriam rompió a reír. 

Tefi se había tirado todo el viaje de ida al trabajo dándole vueltas a la presentación. Mientras Miri se afanaba en adelantar vehículos que entorpecían nuestro camino, yo miraba por el espejo retrovisor del asiento del copiloto a mi mejor amiga que, con los papeles en las manos y moviendo la boca sin pronunciar palabra alguna, repasaba una y otra vez la primera parte de la presentación.

Ella tenía un dicho: si la primera parte sale bien, el resto va rodado; y así lo hacía siempre. Lo mejor para que un discurso fuese sobre ruedas era ganarse al público en los primeros minutos, porque lo más complicado era atraer la atención y que se centrasen en lo que estabas contando. Yo no estaba de acuerdo en eso, pero si ella que tenía más experiencia lo decía... sería verdad.

Claro, había que tener en cuenta que Tefi tenía mucha labia. Lograba convencer con su carisma y eso era un atributo bastante importante a tener en cuenta. Yo, en cambio, en las relaciones sociales y, sobre todo, con gente que no conocía, me sentía tan pequeñita como aquellos seres de la serie "Los Diminutos" que veíamos de niñas antes de ir al colegio. 

─Es que lo sé. ¿Sabes los días que te levantas con una mala sensación en el cuerpo? ─bufó bajándose del coche y siendo la primera en la comitiva de tres, de camino a la puerta del ascensor.

─Bueno, tú confía en ti ─le sonrió Miriam dándole al botón de llamada.

Miri tenía una voz dulce y calmada, era la más tranquila de las tres... Porque sí, yo suelo ser tranquila, pero por la sencilla razón de que me cuesta abrirme a los demás. En cuanto me suelto, la tranquilidad se queda un poco lejos de la realidad...

 Al contrario que Tefi, que lograba a veces poner algo nerviosos a los que la rodeaban con su hiperactividad, Miriam conseguía tranquilizar y calmar al resto. Hablar con ellas era como tener una dosis de cafeína y valeriana al mismo tiempo, y aquello en cierto modo me encantaba. Tan distintas y, a la vez, tan iguales.

Subimos al ascensor y los minutos hasta llegar a mi planta se esfumaron como el tiempo de un pestañeo; yo fui la primera en bajar junto a mi amiga de cabello rojo como el fuego y bucles infinitos.

─Luego nos cuentas, ¿vale? Y no te pongas nerviosa.

Estefanía bufó.

─Claro, eso es muy fácil decirlo, maja.

Fruncí el ceño sonriendo con una mueca de circunstancia. Sí, era demasiado fácil decirlo, pero no sabía cómo más podía ayudarla. No era demasiado buena dando ánimos, me costaba hasta dármelos a mí misma...

─Seguro que saldrá genial ─Miriam agarró mi mano─, nosotras confiamos en ti. Eres una gran profesional y les vas a dar una paliza a todos.

Estefanía de repente sonrió y colocó una de sus manos sobre la cintura y la otra sobre el sensor del cierre de puertas.

─Gracias chicas, y perdonad que haya estado tan cortante.

Hizo un gesto para que nos acercásemos y nos abrazó a ambas abarcando nuestros cuerpos con sus brazos. Tras despedirnos y salirnos de nuevo del ascensor, la puerta se cerró y nuestra amiga subió a su piso en donde, si todo salía bien, haría la presentación de su vida y su jefe le reconocería el trabajo realizado y el desempeño de tantos años en la empresa. 

Cada diez minutos aproximadamente, miraba la pantalla de mi teléfono móvil. Hasta ese momento solo había recibido notificaciones de mensajes de Max que me alegraban el momento de mis pequeños descansos entre fotocopia y fotocopia, y varios de correos electrónicos de spam y estafas varias del estilo "ayúdame, he recibido una herencia de mi tataratatarabuelo de más de 15.000.000€, pero necesito una cuenta bancaria de fuera del país para ingresarlo, así que si me ayudas, te doy la mitad". Pero ninguno de Estefanía para contarnos qué tal había ido todo.

Soy Diferente© [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora