Capítulo 10

387 49 8
                                    

A millones de kilómetros de distancia, un hombre de cabello rubio, pero que se lo cubría con una gorra, caminaba por las calles de Nueva York, en busca de su otra mitad. Pronto la casa que pertenecía a los padres de su alma gemela se encontraba frente a él, y no pudo evitar sentir su pecho llenarse de esperanza por encontrarla ahí.

Con un poco de temor, tocó la puerta, para después escuchar la voz de una mujer diciéndole que ya abría. Al abrir la puerta, Cecilia sintió sus manos temblar levemente al encontrar a Steve frente a ella. Al igual que Gaia, la mujer lo creía muerto, pero encontrarlo ahí, fue como una bofetada de la realidad.

-Steve- murmuró Cecilia.

-Hola, señora Bronte- respondió el rubio con una ligera sonrisa.

Rápidamente la mujer se hizo a un lado para dejarlo pasar, pues si alguien los miraba podía atraer problemas. El capitán miraba su alrededor con un poco de tristeza, la casa se sentía vacía ante la clara falta de ambas hijas. La señora Bronte se sentó en el sillón e invitó al rubio a hacerlo también.

-Te creía muerto- confesó Cecilia en tono bajo.

-Muchos lo creen- respondió el rubio.

-No deberías estar aquí en Nueva York, puede ser peligroso-

-Llevo meses buscandola, y no hay rastro alguno de ella- el tono de Steve se notaba triste y angustiado- pensé que tal vez la encontraría aquí-

-Gaia no ha dado señales desde hace meses- confesó la mujer- antes había venido un par de veces, pero no ha vuelto-

Steve suspiró pesadamente. Ambos estaban sin noticia alguna de la ojiazul, y parecía que la oportunidad de encontrarla se había esfumado para el rubio.

-Estoy muy preocupada por ella- murmuró- aun cree que has muerto-

-Quiero encontrarla y alejarla de todos los problemas que hay aquí. Es lo único que he querido desde que supe que huyó de aquella cárcel-

Cecilia sentía un nudo en su garganta. La verdad sobre Gaia le gritaba que se lo dijera, pero sabía bien que no le correspondía hacerlo. Internamente debatía el decirle o no, pero terminó por no hacerlo, pues su rostro ya demostraba la tensión que sentía ante la falta de su hija, el que supiera que esperaba un hijo suyo solo traería más peso a sus hombros.

-Creo que será mejor que me vaya, no quiero exponerla- comentó el rubio, levantándose del sillón y caminando hasta la puerta, siendo seguido por la mujer. Al salir, la voz triste de Cecilia lo detuvo.

-Quiero pedirte algo- mencionó- si la encuentras, por favor escúchala- el nudo en su garganta se hacía cada vez más grande- intenta no enojarte con ella- aquellas palabras le resultaron demasiado extrañas, pues no creía que hubiera una razón como para molestarse con Gaia, pero al ver lo afligida que parecía, asintió a sus palabras y se alejó de la casa, muy confundido por lo que le había pedido.

~*~

La mañana ya había llegado a Asgard, por lo que Gaia tuvo que despertarse. La noche anterior no había dormido muy bien por su crecido vientre, pues cuando intentaba acomodarse en la cama, la incomodidad llegaba a ella y tenía que buscar una nueva manera de recostarse. Al levantarse de la cama, suspiró pesadamente, sus poderes habían vuelto a presentarse espontáneamente la noche anterior, por lo que el lugar era un completo desastre.

Cuatro días habían pasado ya desde que había hablado con Loki, y nada parecía haber cambiado. Lo único diferente era la reacción de Thor, quien al saber que la joven se había encontrado con su hermano a mitad de la noche lo hizo molestarse, sobre todo al saber que le había quitado acceso a cualquier cosa, incluso a la comida. Pero tras escuchar sus razones, el rubio había bajado un poco la guardia, mas seguía inconforme por lo sucedido.

Mystic: The life changeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora