Como se erizaba mi piel, y como se atraía a la tuya sin querer...
Diana hacía ya unos años que vivía en Génova, por no decir toda su vida. Pasó su infancia mirando las luces del faro, y quedando con sus amigos en la plaza frente la catedral, aunque no tenía muchos recuerdos de esta etapa, los que sí tenía los resguardaba con el máximo cariño posible. Siempre había tenido un grupo de amigos establecido y ,aunque fuera la más introvertida dentro de la cuadrilla todos le tenían un aprecio especial, aunque no destinara mi tiempo a describir uno por uno a los amigos de Diana os puedo decir que fueron los mismos 5 que estuvieron a su lado durante 16 años.
Su familia estaba conformada por ella y sus padres. Con su madre compartía sus ojos, ambas los tenían de color miel, aunque Lisbeth tenía el pelo rizado y rubio, por lo que podríamos decir que el cabello lo había sacado de su padre, ondulado y de color castaño, pero no lo sabríamos ya que Carlos llevaba ya varios años calvo. Con su padre siempre se había llevado bien, tenían discusiones únicamente sobre temas irelevantes, pero este no era el caso con su madre. Lisbeth tenía las ideas muy claras sobre cómo educar a su hija, y tenía métodos muy ortodoxos para llevarlas a cabo y ,aunque Carlos no estuviera de acuerdo, le daba la razón a su mujer.
Todo esto cambió cuando Diana tenía 9 años, su madre, sufrió un derrame cerebral en medio de una discusión con ella. Fue durante la tarde de un sábado, Diana había pasado la mañana en la plaza como de costumbre. Sus amigos y ella tuvieron la no tan brillante idea de escabullirse hacia el puerto para visitar el faro, y sin avisar a nadie, hicieron su pequeño recorrido. En cuanto llegaron intentaron abrir la roja y oxidada puerta que caracterizaba a "il rosso", dando una serie de golpes con sus pequeños pies, esto causó que de el faro saliera un hombre; este era anciano, tenía en la cara manchas de grasa, y vestía un mono de azul marino. Cuando se percató de que eran 6 niños no acompañados los que habían estado armando el escándalo en la puerta, obligándole a detener sus tareas con el faro, les regañó y más tarde le relató la situación a los padres del grupo. La mayoría de padres se decantaron por darles a sus hijos una pequeña charla sobre los peligros de irse sin avisar a nadie y concretamente del faro, pero Lisbeth prefirió enfrentar de una manera más agresiva los actos de su hija.
"No se porque me esfuerzo en mantenerte segura y en cuidarte si siempre terminas haciendo lo que te plazca. Yo no se que ideas teneis tus amiguitos y tu, pero mientras seas mi hija me parece de más decirte que no te permito hacer cualquier gilipollez" Lisbeth no tenía la costumbre de usar malas palabras, y quizás tampoco midió su discurso en el momento, pero sin ella saberlo la presión que le había supuesto la situación le resultaría mortal. "Se que ahora mismo pensarás que no es tan grave lo que has hecho, que para ti era solo una manera de pasar otra mañana, pero no entiendes en los líos que te podrías haber metido. Imagínate que alguno de tus amigos se hubiera resbalado en las rocas del faro ¿Qué hubieras hecho Diana? Y si te cortas con la puerta y te da tétanos ¿Como piensas que podemos costear esas emergencias? Y no quiero ni mencionar si el señor hubiera tenido otras intenciones, no sabríamos don-" Y tras estas palabras Lisbeth colapsó sobre la alfombra. En ese momento Carlos no estaba en casa, y Diana estaba en completo shock. A duras penas y tras un par de minutos Diana volvió en sí y llamó a la ambulancia y a los vecinos, estos esperaron a que llegara la ambulancia y la siguieron en su coche hasta al hospital, llevando a Diana. Un tiempo después llegó Carlos y le relataron la situación, tanto del estado de su esposa como de las razones por este.
"Didi-" Dijo su padre envolviendo su brazo alrededor del hombro de Diana "Quiero que sepas que esto no ha sido culpa tuya, mamá tenía algunos problemas... y era cuestión de tiempo que esto pasara"
"Pero papá, si yo no hubiera ido al faro, si no le hubiera dado a mamá una razón para enfadarse... ella seguiría aquí" Estas palabras fueron pronunciadas con tal tono de pena y sufrimiento que a Carlos se le pusieron los pelos de gallina de inmediato.
"Mira hija, solo espero que en el futuro no te culpes por esto ¿Okey?" "¿Qué te parece si nos vamos de aquí y te compro algo para comer?"
ESTÁS LEYENDO
Sin pedir permiso
RomanceUna vez me hallé en sus brazos me di cuenta de que en nuestra historia yo siempre fuí el personaje secundario, el recurso cómico. Y Sin pedirle permiso a nuestro autor, me enredé en su alma, llenando el vacío de las características que nunca se le o...