—¡No te vayas Joaquín! —me suplica Niko, prácticamente a los gritos.
Ruedo los ojos, aspiro una profunda bocanada de aire y pongo los brazos en jarra.
—Estuvimos hablándolo más de dos horas —arqueo la espalda y varios de mis huesos crujen.
—¡Yo estuve hablando más de dos horas! —se queja, señalándome con su dedo índice—. ¡Yo traté de hacerte ver las cosas como son! Me tomé una botella de vino solito, gasté mi valiosa saliva, mis neuronas echaron humo cada vez que una oración salía de mi boca, y todo, ¿para qué? ¡Para que hagas esto! —se muerde los labios y me enseña su típico gesto enfurecido: gruñir como si fuera un perro rabioso, arrugar el ceño y cerrar sus manos en puños.
—No estoy haciendo nada malo —me defiendo, empleando un tono de voz suave, que no le altere más de la cuenta.
—¿Ah, no? —ironiza—. ¡Te di mil motivos para que no castigues a ese infeliz, escapando y no te importa! Efectivamente estás haciendo algo muy malo, Joaquín.
Abro los ojos al igual que mi boca. Mis facciones se contraen en una mueca que de seguro delata mi asombro y niego lentamente con la cabeza.
—No me estoy mudando —musito—. Solamente dije que necesito irme un par de días a una habitación de un motel. Necesito faltar al trabajo, salirme por cuarenta y ocho horas de esto que parece ser recurrente y aclarar mi cabeza, porque de nuevo estoy metido en una encrucijada —me acerco a rubiales, y desesperado agarro sus manos—. Yo te creo; una parte de mí es muy feliz con tus palabras y se muere por llamarle, pero hay otra parte de mí que también le cree a ella, que no puede diferenciar una verdad de la mentira porque siente que vive engañada, que no debería confiar, que por cada cosa que se le diga, teme a que otra cosa peor se esconda en ello —pestañea y por fracciones de segundos su mirada se torna comprensiva—. No tienes idea de lo difícil que es empezar de cero, que tu vida vaya de mil maravillas y que de un instante a otro la maravilla se desmorone, y las dudas te coman el cerebro.
—Tú lo haces difícil —espeta con repentina molestia, retrocediendo unos cuántos pasos—. Esa es la muralla que le impide a los demás estar a tu lado. De todo dudas, a todo le buscas pretexto y siempre tratas de hallarle lo malo a lo bueno, para tener el argumento correcto con el cuál seguir ahí, dentro de una burbuja que nunca explotará.
—Hace unos meses se alejaron de mí porque necesitaban reorganizar sus vidas, sus trabajos o sus problemas y, ¿yo no puedo encerrarme en un puto motel por dos días que está mal? —me siento en el borde de la cama y resoplo—. Soy tonto, inmaduro, incluso ridículo, lo acepto, pero no quiero que Emilio sea consciente del efecto que tiene en mí. No quiero que una y otra vez haga de las suyas ocultándome sus asuntos y yo esté ahí, dispuesto a darle un abrazo o decirle que no importa.
—Le vas a castigar —resuelve tajante—. No me des excusas de que necesitas oxígeno, porque lo que tienes se llama miedo. No te juzgo, todos sentimos miedo; inclusive más miedo del que podemos llegar a admitir, pero no es aceptable que disfraces el temor con una justificación tan absurda. No dudas; temes, que es diferente —recalca, erizándome los vellos de la nuca—. En tu interior sabes que Emilio te buscará incansablemente para darte una explicación y te aterroriza asumir que pase lo que pase volverás a perdonarlo. Le vas a perdonar, vas a volver a abrazarlo y eso, porque lo amas.
En mi pecho la angustia me aplasta y disimulando el malestar, toco la parte superior de mi torso con ambas manos.
—¿Qué sentido tendría estar juntos, si por más que lo ame sé que sus mentiras se volverán cotidianas y que ahí estaré para perdonarlas? —ejerzo presión, suplicando porque las palmas presionando la tela, mi piel y mi cuerpo apacigüen la amargura y carraspeo—. Supongo que vamos aclarando el panorama. Si me voy, me escondo, rechazo sus llamadas o ignoro sus intentos por verme, entonces podré entender si realmente es lo que quiero para mí. Si quiero estar a su lado porque mi amor hacia él supera sus errores repetitivos; o si no quiero estarlo, porque aunque lo amo demasiado también me amo a mí mismo, y no es mi anhelo meterme de lleno en una relación insana, tóxica y destructiva, donde la base sólida son mentiras, incertidumbre y desconfianza.
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Al Mejor Postor || Emiliaco
FanficAdaptación. -¡Calidad certificada, belleza exorbitante, y virgen queridos compradores! La puja comienza ahora, con un extranjero de veinte años; la exclusiva pieza del día de hoy. -¡Cien mil dólares!- gritan con alevosía desde el estrado -¡Medio mi...