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Dudando se paraliza en el lugar y es mi otra mano, la que extiendo en su dirección como una invitación a continuar, lo que finalmente le convence de entrar.

Cruza el umbral y de inmediato su cuerpo se sostiene contra la pared.

-Estás muy borracho -susurro acercándome aún más a él y pasando su brazo izquierdo por mis hombros.

-No... M-me siento borracho -balbucea.

-Pues lo estás -ratifico-. Vamos.

-¿A dónde?

Sujeto con fuerza su cadera y lentamente atravesamos la salita.

-A mi cuarto -murmuro-. Te vas a duchar y luego vas a dormir.

-¡No quiero!

Mis pasos cortos y los suyos torpes se detienen abruptamente cuándo Niko se interpone en nuestro camino.

-¡Pero miren quién está aquí -exclama, cruzándose de brazos y sonriendo malicioso-, el ebrio número uno!

Le lanzo una mirada cargada de advertencia y en un ademán muy claro le dejo entrever que debe correrse.

-Pero... Si -Emilio hace una pausa y carcajea-. Es el chillón... Histérico.

Me contengo de reír ante la cara que ha puesto Niko, quién pasó de la gracia a la molestia en cuestión de segundos, e ignorando sus evidentes ansias por destilar veneno, seguimos caminando.

La verdad es que esto es difícil; es muy difícil.
Jamás imaginé que un día cualquiera acabaría llevando al amor de mi vida casi a rastras y completamente ebrio a mi habitación.
Cargar con su cuerpo o ayudarle a mantenerse de pie es complicado y agotador, pero por alguna extraña razón siento que me encanta hacerlo. Por un extraño y también simple motivo, ser el que lo contiene, cuida y protege me gusta muchísimo. Lo haría cien millones de veces más sin dudarlo.

Con sacrificio llegamos al umbral de mi dormitorio y estiro la mano para abrir la puerta.

-Me gusta el olor de tu pelo -susurra hundiendo su nariz en mi cabello, al tiempo que busco el interruptor de la luz, contiguo al marco-. Me... Gusta tu pelo.

Me estremezco con su cosquilla y río por lo bajo. -Vamos.

-También... M-me gustan tus ojos -replica con ronquera.

Agarro su mano y pasamos a la habitación apenas el lugar queda totalmente iluminado.

-A mí me encantan los tuyos -musito, siendo plenamente consciente de que es probable que a la mañana ni siquiera recuerde lo que dijo.

Sus dedos libres de los míos van apoyándose en lo primero que encuentran: pared, mobiliario y... el florero con plantas artificiales, quien se estrella contra el piso produciendo un ruido estruendoso y dejando un caótico desastre de porcelana cubriendo el rincón.

Inhalo profundo y cuidando de no pisar los restos de lo que fue un precioso jarrón, entramos al baño.

-Cuando t-te asustas... Te ves her-hermoso -se recarga en el lavabo y suspira aliviado.

Le regalo una tenue sonrisa, abro el grifo de la ducha y espero a que el agua se caliente.
Muchas veces me he dado baños helados para sobrellevar alguna que otra borrachera, pero en éste preciso instante no puedo ni quiero exponer a mi arabillo a congelarse bajo el chorro.

-Levanta los brazos -exclamo, aproximándome a él.

-¿Por qué? -frunce el ceño.

Evito hacer algún gesto que refleje la ternura que me provoca verlo, y con mi dedo índice señalo su atuendo. Hoy a la tarde vestía un traje y ahora trae puesto una camiseta, jeans y tenis.

Al Mejor Postor || EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora