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-Pe-perdón -trago saliva-. ¿Qué se supone que es esto?

Enarcando una ceja, lo miro con fiereza y sinceras ganas de matarlo.

-Son papeles impresos de computadora, habibi -responde sonriente y detestablemente victorioso, aproximándose a su silla. Un asiento giratorio, grande, muy fino a simple vista. Fabricado de un extraño material color plateado.

Deseando por dentro sentirme confundido aprieto la mandíbula y alzo las hojas. Las sostengo con la mano y las revoloteo por el aire.

-¡No me digas! ¡Creí que eran caramelos! -ironizo-. Gracias por aclarármelo.

Emilio larga una fuerte carcajada y retrocede en su intención. No se sienta, sino que por el contrario, con los brazos extendidos se acerca a mí. Su mueca terriblemente atractiva, socarrona y fastidiosa no se borra de su cara ni por un segundo.

Está disfrutando de éste momento.

-Amo tu sarcasmo -aprieta suavemente mis hombros, y lo siguiente que percibo son sus labios en mi cuello.

-¡Ya, no hagas eso! -me remuevo y zafo de él. Aún continúa riéndose, mientras que yo rezo por no perder la paciencia-. Estás haciéndome una broma, ¿no? -de mi boca se escapa una risotada-. ¡Ja! ¡Seguro es una broma!

Su carcajada se corta y a centímetros de mi oreja chasquea la lengua.

-No. No es ninguna broma -dice tranquilamente; en un electrizante susurro-. No soy bueno para hacer bromas y rara vez me gusta recibirlas -la punta de sus dedos tocan mi espalda-. Así que ésto va muy en serio. Te lo prometo.

Respiro profundo. Mis hombros se levantan cuando lo hago.

Estoy enojándome muy en serio también.

-Te saliste con la tuya -rechazo su caricia y tomo distancia de él-. ¿Cuántas putas veces te he dicho que no quiero tu jodido dinero, ni tus malditos negocios?

Trata de ocultar su diversión bajo una máscara de serenidad y eso es lo que más me molesta.

Que le divierte la situación.

¡Le divierte!

-No te encabrones así -replica en tono conciliador.

-¿Yo? -me señalo-. ¿Yo, encabronarme? ¡Es que no respetas mis deseos, siquiera!

Sus cejas se fruncen al igual que su boca. Está a punto de estallar en risas.

Le voy a matar.

-¿Tus... Deseos?

Asiento, casi frenético.

-¡Exacto! Me diste tu palabra de que no insistirías más en eso.

-No lo recuerdo.

-¡Cretino! -espeto cada vez más y más enojada-. También prometiste que la casa la veríamos y, la elegiríamos juntos -largo un quejido-. ¿Por qué demonio eres tan... ¡Taan! -resoplo-. ¡Agh!

-Okey -dice con calma-. ¿Ya hiciste tu descargo?

-¡No! Apenas empiezo.

Relame los labios y simula toser.

-Antes de que enloquezcas completamente o me avientes algo por la cabeza -hace una breve pausa-; te voy a aclarar algunos detalles que dado tu carácter endemoniado, sumado a que no leíste los documentos, todavía no sabes.

Me cruzo de brazos y taconeo.

No quiero que se dé cuenta de cómo me siento en éste preciso instante. No quiero que me vea asumiendo el papel de un reverendo tonto.

Al Mejor Postor || EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora