Matilda

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Cuando llegó a casa una mujer envuelta en una bata con un horrendo estampado de flores y un cigarrillo en los labios le dijo:

–Ha llegado un paquete a tu nombre. Es un libro.

–Gracias, tía Camelya. Hoy luces especialmente repugnante.

Su tía le respondió con una bocanada de humo y Matilda caminó perezosamente hasta la mesa del comedor.

–Es un libro muy raro –comentó Lara, su prima, sentada en una de las sillas. Las dos primas eran tan parecidas que podrían pasar por hermanas; la diferencia más notable era la longitud de su cabello: el de Lara mucho más corto. En cuanto a sus personalidades, eran como la ensalada César y la segunda derivada de una parábola: no se me ocurre ninguna semejanza.

Ahí estaba, un paquete abierto. Y dentro, un libro titulado «Todas tus respuestas» por ji Perka Lamantiną. El remitente resultó ser la mismísima autora.

A Matilda le pareció gracioso, aunque hubo dos cosas que llamaron suficiente su atención como para elevar sus cejas: 1) el libro había sido publicado en 2003 y aún vivía en 1992; y 2) ji Perka Lamantiną era un nombre demasiado absurdo, más que nada porque en lituano significa «ella compra un manatí».

Matilda sabía otras dos cosas: lituano y que los manatíes son las cosas más bonitas del universo. Sin dudas: Perka era un pseudónimo para la Matilda del futuro. También encontró una tarjeta navideña con un pingüino sonriente en la portada. Su contenido era el siguiente:

«Hola. Aquí están todas tus respuestas. Con suerte estarás muerta y enterrada antes de que alcances a escribirlo.

Por cierto, estos son los números ganadores de la lotería para los próximos cuatro días:

87  13  39  51  55
19  63  76  5  68
48  64  57  12 22
66  9  1  36  54  70

Feliz Navidad»

La futura Matilda tenía tanta consideración como mal gusto. Conocer los números de la lotería sería el sueño de cualquiera al recibir un paquete del futuro, pero la Matilda del presente se preguntaba cómo había permitido que su libro se publicara con una portada tan espantosa. Finalmente tomó el libro, a sus dos únicos amigos y salió a dar un paseo.

En este momento Matilda camina por la calle Gorjeos. Los pueblerinos la observan con aprensión, y algún que otro le desea la muerte con un simpático:

–Espero que un meteorito te abra la cabeza –hay que ver cuánta imaginación tiene la gente. Una vez Matilda escuchó en un programa de televisión que la probabilidad de morir por el impacto de un meteorito es inferior a la de morir por el impacto del corcho de una botella. Así que le responde con una sonrisa y un sonoro:

–Espero que un corcho te atraviese el ojo.

Ya la chica sabe lidiar con el odio de todo el pueblo. Y no los culpa. Matilda es muy especial: por algún motivo, todas las personas a su alrededor murieron siendo apenas una niña. Luego comenzaron a morir los vecinos. Hasta que alguien muy observador ató cabos y vociferó en la plaza mayor:  

–Está maldita. Cada luna llena muere la última persona que fue tocada por ella.

Así es. Cada vez que la luna se completa, muere el desdichado a quien Matilda tocó por última vez. Por suerte, lleva una racha de cinco meses sin ningún toque y sin ninguna muerte. A la chica le hace gracia que «Matilda» y «maldita» tengan las mismas letras. ¿Casualidad? Totalmente.

Podría pensarse que alguien en su lugar se sentiría muy solo. Pero no; ella tiene a sus amigos, que no la abandonarían por nada en el mundo: Raimundo y Cosa.

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