Julián esperaba inquieto a la enfermera. Jugaba con sus dedos y movía sus pies, intentando ser paciente. Técnicamente, sabía que nada le impediría ver a su mejor amiga; pero aún así estaba un poco preocupado, no se veían desde hace casi 2 días; y ese corto tiempo fue suficiente para cambiar las cosas.
No tenía muchos detalles sobre lo que pasó, apenas pudo tener un pobre aviso sobre el accidente y, si quería ir a visitarla, pues le indicaron que viniera a este hospital. Honestamente, el moreno se sentía algo aliviado, la ausencia de su amiga lo tenía ansioso desde ayer, no se juntaron como lo hacían todos los días y ella no contestó ninguno de sus mensajes, ya empezaba a temer que se tratase de algún error suyo, pero resulta que ese no era el caso.
Miró la hora en su teléfono; casi daban las 10 en punto. El clima era frío esa mañana, el castaño vestía abrigado y con su uniforme debajo. Su mediano cabello estaba despeinado y tenía los ojos un poco hinchados. La verdad es que no durmió muy bien, y toda esta situación no lo ayudaba.
Luego de esperar un rato, la enfermera salió de la habitación. En el momento en que la vio, Julián se levantó casi de un salto.
―Ya puedes pasar tranquilo, la puerta está abierta. ―dijo la señora, señalándole al chico la dirección.
El moreno se acomodó el cabello, con mucho cuidado se asomó dentro. El cuarto era espacioso, con pocos muebles y una pobre decoración. Todo era de color blanco o de colores muy claros, el paisaje de la única ventana era gris, esta brindaba iluminación al lugar. El joven se quedó asombrado por los colores y por la cantidad de máquinas y elementos que había, nunca vio algo así en persona, solo en la televisión. Opacando todo esto, allí en la cama estaba Sara, su mejor amiga, recostada, escribiendo cosas en un cuaderno.
Julián terminó de cerrar la puerta, pero se quedó quieto en su lugar, sin deseos de interrumpir el silencio. Él nunca había entrado a una habitación de hospital, o al menos no recordaba hacerlo, por lo que no estaba seguro de cómo comportarse. Eventualmente, su presencia desató a Sara de su concentración y ella notó al castaño, sonriendo al verlo.
―Ah, Juli, ya era hora que aparecieras. ―soltó y dejó de lado el cuaderno.
Julián rió levemente en señal de alivio y se acercó a la cama.
―¿Qué tal chica de blanco? ¿lista para la boda? ―bromeó refiriéndose a los colores del lugar―. Vine lo más rápido que pude, pero a la recepcionista le costó tiempo dejarme pasar.
―Ya, me alegro que pudieras entrar.
―Pero bueno, eso ya no importa... Ahora háblame de ti, ¿cómo te sientes? ¿qué pasó?
―Eh, ya sabes, una tontería... Estaba subiendo las escaleras, caí y me golpeé en la cabeza ―Miró hacia arriba, señalando su cabeza con la mirada―... Ya casi ni me duele, por suerte. De casualidad Diego estaba conmigo y me trajo aquí.
―Wow, Diego hizo algo bien, nunca vi algo igual ―dijo con sarcasmo―. Igualmente eso no suena tan grave, ¿o si? ―Al agregar esto, posó sus ojos miel sobre los de ella, pero sus miradas no se encontraron; Sara mantenía su vista en otro lado.
―No, claro... De todas formas me hicieron una resonancia magnética para descartar que hubiera algún daño, ¿sabes? ―Julián hizo una cara de confusión, dando a entender que no sabía de qué le estaban hablando―. Osea, me hicieron una especie de radiografía en la cabeza, ¿captas?
―Ahh, si, si, ya capté jeje ― Se rascó la nuca un poco avergonzado―. Sigue contando pues.
―Bueno, me dijeron que no había ningún daño... Sin embargo, notaron algo inusual en mi cerebro, y bueno, nada, decidieron investigarlo más a fondo supongo. Por eso no me quieren dar de alta, no hasta que me digan qué pasa ―Terminó la oración con un suspiro―... Que pereza...
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Blanco
Lãng mạnJulián y Sara, dos recién graduados que son mejores amigos hace ya 4 años, sueñan con algún día ir a la universidad ideal y llegar a publicar todas las cosas que crearon juntos. A pesar de su larga e importante historia como mejores amigos, reciente...