Llora nena, llora.

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Capítulo 1.

Llora, nena. Llora.

Tres años antes.

— ¡Mamá! ¡Ya llegué!

El silencio en la casa estaba presente. Darla no sospechaba del silencio, por lo general, su madre se encontraba meditando o haciendo yoga para mantener la serenidad en su ser y estar positiva ante cualquier presencia de negatividad, ya sea por parte de su propia hija o por parte de cualquier desconocido.

Darla caminó dentro de la casa, dejando un rastro de lodo desde la puerta hasta la sala de estar, donde se encontraba un sofá y sillón, situados enfrente de una mesa pequeña de vidrio, que detrás suyo se situaba una televisión plana mediana. Soltó las cosas que cargaba en el sofá y se dirigió al ropero para dejar sus botas todas sucias y mojadas. Quedando con sus dos calcetines. Cerró la puerta y la protección de la puerta, esquivando el lodo para después ir a buscar el trapeador para limpiar el mugrero que estaba a punto de secarse.

—Mamá, ya llegué. Me fue bien. —habló mientras limpiaba su mugrero. Estornudó de pronto y seguido, sintió un espasmo provenir de su espalda baja hasta su última vértebra cervical. Limpió su nariz, moqueando y refunfuñó—. Debiste de haber visto la cara del profesor Wisconsin. —se burló—. Por fin pude abofetearlo. Pero te lo juro, Dios mío, ese idiota comió de su propia medicina. Soy grandiosa.

Nadie respondió. Parecía que solamente ella estaba en la casa, burlándose de su profesor de Ciencias Químicas. Entonces, la duda entró en Darla. Así que caminó hasta las escaleras, las cuales estaban pegadas contra la pared. Subió una por una, tratando de mantener la calma. La ansiedad la colocó contra las cuerdas un cuadrilátero, pero aun así, trató de ignorarla.

—Oh vamos, mujer. ¿Sigues enojada porque saldré con James? Ya te dije que solo estaré una noche con él y desapareceré de su vida. Sé que no te gusta que juegue con los sentimientos de las personas, pero- Es divertido. —carcajeó insegura, con cada paso que daba, el nerviosismo se infiltraba por sus venas sanguíneas. Giró hacia la izquierda y dio dos pasos, sintiendo que las manos comenzaban a temblar.

Se sentía en una película de terror que a su madre le encantaba mirar. Y que por tanto verlas, las terminó odiando. No porque las repetía, bueno quizás sí, pero cada vez que veía una, no dejaba de hablar del padre de la pequeña Darla. Cómo se conocieron, cómo se sentía con él y cómo la hacía sentir cada vez que la besaba y estaba a su lado.

Miró que la puerta estaba ligeramente abierta, donde podía ver una parte de la habitación, pero no toda. Con mucha valentía y coraje, empujó la puerta tratando de sentirse liviana soltando un chiste pesado—. ¿Tanto drama para hacer que te venga a pedir perdón? ¿Quién eres-

Se quedó muda al ver la imagen que estaba frente suyo. Las náuseas no tardaron en venir y el hueco de su estómago se hizo presente. No sabía cómo se sentía, ni siquiera sabía cómo responder a lo que miraba. Su madre le dirigió la mirada con los ojos llorosos, después de dejar de mirar el techo y trató de moverse de la cama para ir con su niña. El símbolo —un símbolo que no reconoció a la primera vez, pero que si quedaría marcado que estaba desde bajo, incrustado a la piel, viéndose doloroso solo de observarlo, hasta llegando al final de sus pechos, que en este caso, al estar acostada, la sangre salió para el lado que más peso hacía contra el colchón. La pequeña Darla, miró hacia el techo por inercia y no observó nada. Trató de reaccionar. Su subconsciente forzó esa reacción y salió disparada hacia su madre para ayudarla a desatarse de las vendas invisibles o imaginarias a las cuales su madre se encontraba atrapada. Le quitó la venda de su boca y trató de tranquilizar a su madre que estaba histérica. Con las lágrimas pican en sus ojos, intentando olvidar la marca que su madre tenía en el abdomen y cómo las sábanas estaban sangrentadas. Mantuvo una buena voluntad contra la pesadilla de la tortura de su madre.

Legado Winchester.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora