U N O

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Ranma cargaba unas fundas oscuras que se veían muy pesadas. Una sonrisa se veía en su rostro mientras caminaba apurado.

Iba a visitar a su amigo, Ryoga. O bueno, casi amigo.

Solían llevarse bien la mayoría del tiempo aunque otros días les gustaba molestarse mutuamente con bromas inútiles.

Una de las grandes ventajas que tenía ahora, era que la familia del chico se había mudado a Nerima por lo que tenían más oportunidades de pasar tiempo juntos. Seguía sin saber el motivo por el cual ellos insistieron tanto en vivir allí, pero no le importaba tanto.

De todas maneras, Ranma no le permitía al chico que salga de casa sin que alguien le acompañe porque si lo dejaba solo... no lo volvería a ver dentro de un buen tiempo.

Era gracioso escuchar las anécdotas de sus viajes y de cada lugar nuevo que conocía. Incluso parecía ser que por fin había superado su enamoramiento por Akane lo cual lo... ¿alegraba? ¿Tranquilizaba? No sabía, pero había un sentimiento ahí al cual no quería entender aún.

Ryoga era un buen chico, a pesar de todo, lo apreciaba como un buen amigo. Ese que sirve para molestar en cualquier ocasión del día y hoy, justo hoy, tenía algo importante que enseñarle y que iba a ser divertido.

Al llegar a esa casa, trepó al segundo piso, observando con cuidado que los padres de Ryoga no se encontraran ahí y justo, frente sus ojos, se encontraba Hibiki con la espalda descubierta.

Eran contadas las veces que el chico ha mostrado su cuerpo desnudo y eso por todas las veces que terminaban peleando y rasgando su ropa, pero de ahí, Ryoga era alguien bastante tímido en varios aspectos.

Golpeó la ventana con una de sus manos, tratando de mantener el equilibrio para no caer.

El otro chico lo volvió a ver asustado y con su camiseta en mano, tapándose el pecho. Su mirada de susto pasó a ser una de fastidio en un instante y se vistió rápido para abrir la ventana.

—¿Acaso no te enseñaron a tocar el timbre? —Lo recibió con aquella pregunta ácida. Estaba molesto.

—Era para el efecto sorpresa, cerdito. —respondió radiante. —Pensé que eras más inteligente.

—Cállate idiota. —Ryoga salió de la habitación enojado. Ranma podía llegar a ser muy impertinente.

—¡No me dejes hablando solo!

Saotome lo siguió hasta que llegaron a la sala.

—Te traje un regalo. —dijo mientras agitaba la bolsa en frente de los ojos de Ryoga quien ya se había vestido por completo. Seguía con su ceño fruncido y miraba el supuesto presente con desconfianza.

—¿Qué se supone que es eso?

—Míralo tú mismo. —ofreció. Dejando la funda en la mesa del comedor.

Hibiki se acercó con cautela y al abrirla su mirada se transformó a una de seriedad y hasta algo de incredulidad oculta.

—¿Para qué carajo trajiste esto?

Las botellas de sake relucían en la mesa. Como si fueran un tesoro esperando ser descubierto.

—Tú dijiste que querías un reto para demostrar que eres mejor que yo. —Apoyó su mano en el hombro del chico. —Qué mejor que esto.

Solo tenía que darle un pequeño empujón.

—¿O es que te da miedo?

Estaba de más decir que Ryoga enfureció al escuchar sus palabras y agarró una de las botellas mientras lo señalaba con el dedo índice de su mano libre.

El sabor de tus flores - Ranma Y RyogaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora