↬Lᴀ мᴀɴsιóɴ Tᴀιsнo↫

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¿Recuerdas, Kagome? Esa madrugada, lanzaste una pequeña piedra a mi ventana y medio susurraste:

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¿Recuerdas, Kagome? Esa madrugada, lanzaste una pequeña piedra a mi ventana y medio susurraste:

—Rin, Rin, Rin. Despierta.

Yo te escuché, puesto que estaba despierta, ¿cómo olvidar la falsedad que dibujaba tu cara aquella mañana? Mientras estábamos en clase y la profesora aún no llegaba. Me convenciste de ir a la mansión abandonada.

Negué repetida veces, pero seguías y seguías insistiendo, hasta que te pregunté por qué querías ir:

—Pronto la derrumbaran y nosotras jamás hemos estado ahí, ¿Te imaginas cuando la derrumben y todos empiecen hablar de que han ido y nosotras no?  Dirán que somos unas gallinas.

Por supuesto, esquivabas la mirada, como siempre hacías cuando mentías, siempre fuiste mala en eso ¿sabías? No, estoy segura que no, por eso tu voz no tembló, si te hubiera dicho esa mañana que sabía que el día anterior habías estado allí, que quedaste de hacerme una broma pesada con otras de tus amigas ¿nada de lo ocurrido, pasaría?

Kagome, ¿Por qué fuimos tan tontas? Acepté fingiendo ignorancia y tú sonreíste, mostrándome todos tus dientes, tu sonrisa siempre era contagiosa y ese día no fue la excepción, hablamos sin parar y no volvimos a tocar el tema hasta la salida.

Creí que tal vez te arrepentirías, pero no, allí estabas, envuelta en tu abrigo color rosa, susurrándome que bajara.
Te hice señas diciéndote que ya iba. Ambas nos encaminamos en la oscura noche, subiendo la colina, y caminando más de media hora. Locas, eso estábamos las dos, ¿Quién en su sano juicio caminaría todo eso a las dos de la mañana? Un tanto emocionada, empezaste a contarme la historia de los inquilinos de la mansión, como si se te hubiera borrado que yo la conocía.

Quién no conocía los chismes que corrían por el pueblo: el hombre que asesino a su esposa e hijos, o la otra versión; la mujer que enloqueció cuando su hombre la abandono, asesinándolo con veneno, también existe otra versión parecida, el esposo tenía una amante que trajo a la mansión, obligando a la esposa a vivir bajo su sombra, ya sabes, la esposa legitima mató a la amante, el esposo enloqueció, mató a todos en la mansión y luego se suicidó.

—¿Crees que veremos algún fantasma de la familia Taisho? —me preguntaste con tus ojos fijos en el camino.

«No lo sé» quise contestarte, pero las palabras se me atoraron en la garganta, frente a nosotras se alzaba la mansión, tan tétrica y fantasmagórica como se contaba en las historias tejidas por los pueblerinos.

Sentí un aire frío calarme los huesos y me abrace a mi misma, no quería entrar y te lo dije con voz chillona, tal vez me alteré un poco por el miedo que me trasmitía la mansión, un mal presentimiento zumbaba en mis oídos, una advertencia que debí hacer caso. Kagome, ¿Por qué te deje tomarme de la mano y arrastrarme hacia dentro? Caminamos por los pasillos polvorientos, yo miraba casi embelesada, me di cuenta que las ventanas de cristales estaban rotas, fue en ese momento cuando giré hablar contigo, noté, no estabas.

Eѕρєנσѕ & ¢α∂єиαѕDonde viven las historias. Descúbrelo ahora