Eclipse | Parte I

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"Porque el Byakugan puede ver a través de casi todo; porque sus lágrimas de desesperación y dolor se convirtieron en perlas"

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– ¿Te conté la historia sobre el hilo rojo del destino? – la sedosa y amable voz de su madre la distrajo de cortar las manzanas para la tarta que preparaban para la cena con su padre.

– No ¿de qué se trata, okaa-san? – tarareó alegremente mientras las marcas en sus mejillas se curveaban hacia arriba en un gesto muy similar al rubio mayor.

– Es una historia que me contaba mi madre, tu abuela Hana; todo comienza con la diosa de la Luna, se decía que gozaba de gran belleza y una cabellera blanca tan larga que podía darle 100 vueltas al mundo–apagó el fuego para limpiarse las manos y comenzar a bajar de la alacena un bol y harina, – una noche, la Luna se tiñó de rojo, un rojo tan intenso que lucía como un espejo de sangre, por descuido, tal vez sin darse cuenta una de sus hebras cayó al mundo humano y selló el destino de las personas que terminasen enredados con ella.

Puso especial atención a su relato, amaba los cuentos de su madre, siempre cerraba los párpados y se dejaba llevar por el suave flujo acuoso de sus palabras, imaginando todo dentro de su mente. La escuchó tararear una melodía, era tranquila y transmitía calma, por algún motivo la sinestesia hizo transmutar sus tersas notas en la Luna, ése enorme espejo blanquecino donde danzaba tan alegremente el conejo de océano oscuro.

– De acuerdo a la leyenda "todo lo unido por el hilo rojo está destinado a regresar a ti, en ésta y la siguiente vida" ¿lindo, no Hima?– su sonrisa se amplió en respuesta, era lindo, sólo lograba fantasear con todas las personas con las que ella podría estar unida ahora mismo, estaba segura que lo estaba a su madre, ése pensamiento la alegró.

– ¿Entonces estás unida otou-san, verdad? – fue una pregunta atrevida e inocente, como sólo un niño podría lograr.

Miró a su madre detener sus movimientos con la harina, se preocupó, la mirada perla de Hinata se perdió en algún punto, que pudo jurar, del pasado. Transcurrido un minuto la Hyūga sonrió, borrando la cortina de neblina nostálgica que había opacado su único ojo.

– Por supuesto – con ésa afirmación dio el tema por terminado, algo en su pecho le hizo sentir esa respuesta extraña, pero no indagó más. Continuaron preparando la cena, una vez terminado se estiró en su asiento para desperezarse. Su madre se le acercó con una sonrisa amable, la sonrisa más bonita del mundo.

– ¿Puedes ir a buscar a Boruto para avisarle que la cena está lista?– Asintió con firmeza y fue a la habitación de su hermano mayor, tocó la puerta pero nadie le respondió, así que con más confianza tomó la perilla y la giró, no estaba puesto el cerrojo así que estaba casi segura de que su onii-san no estaba. El rubio menor se había estado comportando extraño los últimos meses, más concretamente molesto con su amigo Mitsuki. Por algún motivo. Desde entonces, en ocasiones desaparecía de casa y regresaba de peor humor.

Sin embargo, sólo fueron algunos centímetros en que la puerta de madera se deslizó sin hacer ruido que vio a su hermano recargado en el hombro de su compañero de equipo, Mitsuki, con una sonrisa tan bonita que podía iluminar la habitación entera a pesar de que el Sol se había ocultado al menos hacia una hora; ninguno tenía los ojos abiertos así que optó por retirarse sin molestarlos.

Hilo rojo | Himawari UzumakiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora