Prólogo

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Una suave brisa otoñal golpeaba suavemente mi rostro antes  de abrir los ojos. Mi cabello se encontraba desordenado por el viento y mis manos se sentían heladas.

- ¡Camina más rápido amor!

Caminar...¿Cuánto tiempo llevábamos haciéndolo? 

El sol parecía esconderse entre las montañas lejanas, anunciando el final de ese día

¿Final? Pero...ni siquiera había comenzado.

- ¿Amor?

- ¡Ya voy!- le grité- No todos tenemos condición olímpica como tú.

El chico frente a mi que estaba apurándome era mi novio, Caleb. Cada día que me encontraba a su lado era un sueño, no podía creer que ese chico tan hermoso era mi novio.

Un sueño, justo como el hecho de que subir montañas sin ningún tipo de protección era cosa que solo los locos hacen en sus sueños.

- ¡Sara! - me apresuró Caleb impaciente.

- ¡Ya voy!- Traté de apresurar el paso pero mis piernas se sentían muy pesadas.

Caleb me miró y rodó los ojos, haciendo un puchero infantil que me llenó de ternura.

- Tal vez si no pasaras tanto tiempo en casa con tus dibujitos - murmuró entre dientes.

- ¡Con ellos no te metas!

Me apresuré a subir los metros que me separaban de la cima. Sentí el sudor escurriendo por mis mejillas. El aire parecía acabarse en la punta de ese enorme risco. No podía negarlo, la vista sin duda era magnífica, parecía sacada de las postales que mis abuelos me enviaban cada año desde alguna parte del mundo.

Caleb, quien había llegado unos minutos antes se reía de mi estado y me ofreció agua mientras se reía. Sus ojos marrones parecían brillar con la luz del sol, y su cabello largo y despeinado les imitaba, no pude evitar preguntarme si me gustaba más la vista del paisaje o de él con la emoción inyectada en su mirada.

- Pareces un búfalo resoplando- se burló.

- ¡Cállate! ¡Estás loco! ¿Me oíste? ¡Loco! - le di pequeños golpes amistosos en el hombro a los que él respondió arrojándome hojas secas del suelo- ¡La próxima vez yo elegiré nuestra cita! Y sin duda va a ser mucho mejor que ponernos al borde de la muerte cada 5 segundos

- ¡Shh! Calla -Me puso un dedo sobre los labios mientras que con su otra mano señalaba el majestuoso paisaje - Mira esto y dime que no vale la pena

- Es hermoso- Coincidí sentándome en una roca- Pero preferiría estar en casa comiendo dulces y viendo un documental de montañas

Se dejó caer a mi lado agotado por la infernal excursión. Odiaba admitirlo, pero Caleb tenía razón. Si valió la pena el viaje. El sol se escondía delicadamente en las montañas, dejándonos ver sus últimos rayos de luz como si de una estrella agonizante se tratara. La brisa del atardecer, el calor del sol, la luz, era un paraje maravilloso salido de cuento de hadas.

Caleb me acunó en sus brazos mirándome con amor y ternura. 

- La vista es hermosa - le dije mirándolo a los ojos

- No hay vista más hermosa que tú, querida

- No hay frase más trillada que esa, querido

- Ya, ya, ahí van mis intentos por conquistar a la chica- se llevó una mano al corazón fingiendo estar dolido

- La conquistarías si le dijeras como bajar

- ¿Bajar? ¿No tú te ibas a encargar de eso?

Reímos hasta las lágrimas. Por alguna razón el sarcasmo del momento nos había parecido la cosa más graciosa del mundo, combinado con el cansancio enorme que sentíamos.

El sol había terminado de ocultarse, y ahora la oscuridad nos bañaba por completo. Estábamos solos, la luna nos había dejado huérfanos en ese risco y las estrellas no existieron esa noche. Era casi fantasmal, pero había cierto toque de lindura en ello. 

Caleb me abrazo fuertemente y empezó a repartir besos en mis mejillas. No había mejor lugar para estar que en los brazos de él.

- Esto parece un sueño

- Ya quisieras que fuera un sueño

Miré hacia sus ojos, y pensé que eran los mas lindos que había visto en mi vida.

Paciente 005, fin de la simulación. Paciente 005, repito, fin de la simulación



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