Capitulum X

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Los amaneceres nunca han sido fáciles. Tener la fuerza que poseía nuestra esfera para alzarse todos los días por el horizonte, sin emitir sonido alguno y brindando esa luz descomunal, era algo que, para los ser humanos, aún era impensable que alguien pudiera hacerlo por su cuenta. Elevándose en el cielo oscuro, tiñéndolo de un color celeste y atrayendo al despertar de los sueños a todos los seres vivos cercanos.

Los pájaros junto con las plantas, parecían ser los únicos seres que agradecían la llegada del sol y lo recibían con sus brazos abiertos. Las aves piaban y formaban melodías nada más el primer rayo de luz azotaba contra la rama de un árbol y, las plantas, estaban agradecidas por la energía que la esfera luminosa aportaba para producir su alimento diario y el oxígeno para el resto.

Pero para el resto de seres vivos, dormir era lo único que nos consumía a la hora del amanecer y ninguno en esta tierra —a excepción de las dos especies nombradas— deseaba por el comienzo de otra jornada agotadora. Por desgracia, ese era mi caso actual.

Apenas las canciones de los pájaros fueron audibles en el interior de la habitación, mi sueño se había esfumado por completo, siendo robado por el canto de los ruiseñores y, molesto, di la vuelta en el colchón para dormir de nuevo.

Estaba exhausto. La fiebre días atrás no me había permitido descansar en condiciones debido a las constantes pesadillas y, a pesar de que el mayor aparecía en cada una de estas como ya lo había hecho, esta vez, su ayuda nuca llegaba y solo se quedaba mirando la repulsiva escena, apoyado en la pared de ladrillos con un rostro sin expresión.

El miedo a mostrarme expuesto ante aquel chico rubio una vez más era lo que me hacía despertar entre sudores fríos y sollozos agudos, más que el propio ser infernal que tenía recorriendo cada parte de mi cuerpo de niño sin pudor.

Jimin había cogido la extraña costumbre de pasearse por mis sueños y formar parte de ellos. A veces eran buenos, otras...no tanto. Pero la cuestión era qué demonios estaba sucediendo conmigo para que el rubio fuese lo único que pensase y, las ganas de verlo y deleitarme con esa dulce risa, eran demasiadas como para no estar bien.

Si bien mi resfriado por el frío estaba casi extinto, ahora lo que me producía malestar era la necesidad de volver a ver al más bajo e impregnarme en su esencia.

Las ganas de verlo me comían la cabeza todo el día desde nuestra llegada y hoy, por fin, podría verlo para saciar mi sed de....¿Jimin? Bueno, no lo tengo claro, lo que sé es que algo en mi interior se quedaría más tranquilo una vez que lo viésemos y charlásemos un rato.

Con ello en mente, me levanté de la cama a pesar de la temprana hora, tomando una ducha de agua cálida para borrar cualquier rastro de sudor nocturno.

Como en rubio había sugerido días atrás, hoy tendríamos una sesión más a —casi— la hora de almorzar. El chico había insistido en que comiésemos juntos y así intentar superar otra etapa de mi fobia: el beber del vaso de otra persona.

No tenía muy claro que yo pudiese hacer eso pero lo intentaría con todas mis fuerzas y me esforzaría al máximo para lograrlo, al fin y al cabo, yo había decidido superar esto y lo haría siempre que el mayor se encontrase a mi lado.

Mis ganas por vestirme elegante el día de hoy aparecieron en cuento me puse a pensar en las prendas que llevaría y corrí a mi armario para buscar algo que me gustase. Una vaquero negro ajustado junto con una camisa del mismo color, remetida entre el previo pantalón me hicieron destellear los ojos al mirarme en el espejo y verme radiante. ¿Muy narcisista? Bueno, últimamente estaba cogiendo algo de peso al encontrarme más animado. Los años anteriores apenas comía porque mi habré no se hacía presente y muchas veces me encontré sin alimentarme por días por pura pereza. Pero desde que conocía a Jimin y mis esperanzas de curarme se hicieron presentes, mi hambre volvió con ellas y mi cuerpo empezaba a cobrar un mejor estado. Tal vez debería empezar a ejercitarme.

Misophobie • JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora