Capítulo 31.

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Fuego



—Me duele mi memoria muscular— Dejé caer mi cabeza sobre el libro. —Nunca pensé que dejar de hablar coreano por menos de un mes me dejaría tan tonto— Suspiré, levantándome.

Tenía que pasar el examen de admisión, así que no dormiría, o al menos, no tanto.

En ese momento mi celular empezó a bailar por toda la mesa, siendo una llamada entrante. —Jihyo— Leí. —Hola— Contesté. —Hola, ¿Mañana puedes limpiar temprano? — Preguntó. — ¿Qué tan temprano es tu definición? — Seguí. —Con que esté limpio antes del medio día te lo agradecería mucho— Explicó, a lo que acepté.

Sin más, seguí estudiando, pero entre dolores de cabeza y bebidas energéticas, el coreano se me complicaba más.

Si bien no había alcanzado a reacomodar mi horario de sueño, estaba más o menos regular al de Corea.

Pero aún así no dormí, yendo recién salió el sol a la casa de las chicas, encontrándome un desorden monumental.

Evadiendo basura de la sala y ropa por el pasillo, llegué a la cocina, estando igual o hasta peor.

No quería siquiera subir. Arriba siempre era peor.

Subiendo lentamente por las escaleras, sitio único que no tenía tanta ropa tirada, tenía miedo de entrar a las habitaciones.

Abrí la primera, siendo la de las menores, la cual estaba intacta, tanta fué mi sorpresa que entré y corroboré, estaba igual y mejor que cuando yo venía corrientemente.

Fuí a la habitación grande, siendo una mezcla, la mitad de Momo era un desastre, la de Jeongyeon no tanto, quizá la limpieza compulsiva de la segunda no era tan fuerte como lo descuidada de su compañera.

Ya intuía lo que iba a pasar en la habitación de las mayores, pero aún así quería que no fuera tan desastroso como mi imaginación.

Pero la realidad supera la ficción.

Es curioso que aún sabiendo ellas que venía, o que limpiaría dejarán tanta ropa a la vista, y no precisamente la que se deberia ver.

Empecé por lo básico, llenando bolsas de ropa, daba igual si estuviera limpia o sucia, fueron cuatro bolsas a explotar llenas, todo iría a una lavandería.

Proseguí de arriba a abajo.

Hice almuerzo mientras limpiaba la cocina, así ahorré tiempo al acomodar el refrigerador y teniendo todo fuera.

Seguí con las habitaciones, siendo la primera la grande.

Al terminar esa, me dirigí a lo que probablemente me mataría.

Fué increíble el hecho de cómo me llevo el mismo tiempo solo esa habitación que limpiar el primer piso.

Al terminar de limpiar y acomodar las camas, me dejé caer en una, no podía respirar bien.

Poco a poco mi vista se fué desvaneciendo, a la par que el dulce olor oculto de las sábanas me srropaba.

Cuando me dí cuenta de lo que pasó, abrí mi ojos, en un impulso instintivo, intenté echarme a adelante, pero algo atajó mis manos.

Volteé a ver lo que sostenía mis manos, siendo esposas.

Si, esposas. En cada mano.

Empecé a pensar, ya podía hacer eso.

¿Jihyo? Es probable que le gusten estas cosas, pero no tenemos esa confianza.

¿Sana? Es un misterio, pero hay la mitad de probabilidades que le guste esto, pero también mitad de posibilidades de que me lo haga, no tenemos tantísima confianza.

¿Nayeon? Era ella. Al menos en la obra, no podría confirmar si las herramientas fueran de su propiedad, pero nadie más en esa casa me haría eso.

— ¡Nayeon! — Grité, segundos después entrando la mencionada por la puerta. Venía con un plato de comida que yo había hecho y dejado allí.

— ¿Se puede saber por qué estoy esposado? — Pregunté, seriamente indignado. —Era una broma— Le quitó importancia. —Todas te vimos durmiendo en mi cama— Se dió la vuelta, buscando quizá las llaves. —No deberías dormirte en camas ajenas, Jihyo fué la de la idea— Reveló, volviendo a verme con las llaves.

Una por una me las quitó. — ¿Son de Jihyo? — Pregunté, mirando las esposas. — ¿Crees que a ella le gustan estas cosas? — Preguntó sarcásticamente. —No me conoces del todo bien— Intentó levantarse, a lo que tomé su brazo, jalandola con fuerza a la cama, una vez que ocupó mi anterior posición, tomé uno de sus brazos, sin ella siquiera oponer resistencia.

—Asi que te gustan estas cosas— Cerré la primera, tomé su otro brazo y lo coloqué igual, cerrando la otra. —Si era verdad— La miré cara a cara, poniéndose roja como un tomate. — ¿Debería aprovecharme ahora? — Pregunté, queriendo reírme de la situación.

Gatito - Nayeon y TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora