Capítulo VII- La invitación

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―¿Yagami-san?

Yoshida Ai pronunció su nombre en un tono serio.

Taichi no contestó al llamado, pero prestó atención a las palabras que vinieron a continuación.

―Sé que sonará repentino lo que diré y tal vez no es de mi incumbencia, pero sobre aquella chica qué vino más temprano, creo que deberías dejarle en claro tus sentimientos. A esa edad tal vez parezca que todavía tienes mucho tiempo, pero hay oportunidades que solo se presentan una vez en la vida. Solo quiero decir, si realmente quieres estar con ella, házselo saber.

Y en voz más baja, casi para sí, agregó:

―Antes de que sea demasiado tarde.

Taichi no contestó nada a esa respuesta, ni siquiera se atrevió a mirar a su compañera.

―Bueno, creo que ya hablé demasiado―el tono de voz de Yoshida volvía a hacer el habitual―. Ya tienes que irte, ¿no es así? Feliz noche, Yagami-san.

―Feliz noche, Yoshida-san.

***

A la noche siguiente Taichi se presentó al apartamento de Meiko.

―¿Tienes libre este sábado?

Le había preguntado.

Meiko guardó silencio durante unos segundos, había creído escuchar que Taichi la invitaba a salir.

Una señal de confusión fue su respuesta.

―¿Qué quieres decir?

Era necesario asegurarse de no estar oyendo mal.

―¿Eh?

Tai, por su parte, pensaba que había sido claro o bueno había preferido serlo antes de tener que repetirlo.

―Quiero decir―tragó saliva―, que si el sábado estás libre, ¿te gustaría salir conmigo?

En verdad era una propuesta, no se lo estaba imaginando. Meiko se sonrojó, pero debía decirlo.

―Lo siento, el sábado no puedo. Mimi-san regresará mañana y prometí acompañarla a hacer unas compras para su tienda virtual.

Ante esta respuesta Taichi no supo qué decir. Aunque había pensando en miles de formas de pedirle a Meiko una cita, no pensó en lo que sucedería después de eso. Lo mejor hubiera sido haberle pedido consejos a Yamato, ¿o quizás hubiera sido mejor a TK?

―Esto... ¿Yagami-san?

Meiko trató de sacar a Taichi de sus cavilaciones, pero al ver que no obtenía resultados levantó la voz.

―Ah, lo siento―reaccionó al fin rascándose la nuca―, entiendo que no puedas...

―¡Yagami-san!

Esta vez, el grito de Meiko había sido tan fuerte y repentino que Taichi juntó sus pies en formación de soldado.

―¡Sí!

Respondió.

―El domingo estaría bien―suspiró Mei.

―¿Eh?

―Quiero decir, el domingo no tengo planes, así que podría salir... podríamos salir... si tu quieres...

Ya había comenzado a juntar las manos y a ocultar sus ojos detrás de las gafas.

―¡Sí! El domingo, entonces el domingo.

Repitió Tai sin percatarse en lo más mínimo. En lugar de eso, se apresuró a coordinar con ella los detalles de la hora y él lugar.

―¡¡Tengo una cita!!

Gritó cuando estuvo solo.

―¿Entonces tienes una cita con Mochizuki-san?

Yamato le preguntó esto luego de dar dos sorbos a su cerveza. La cerveza fría sabía especialmente bien en verano. Era mejor beberla antes de que se calentara.

―¡Necesitu yu ayuaaa, Yamatu!

Del otro lado de la mesa Taichi ocupaba un plato con la boca llena de fideos.

―Primero comete eso, ¿quieres?

Tai absorbió el último rastro de udon de su plato.

―Ah, Lo siento. De pronto se me ha abierto el apetito.

―Bien, ¿y por qué necesitarías mi ayuda?

Pero antes de contestar Taichi pidió otro plato de udon frío. Como Yamato no aceptó la invitación de otra porción, le ofreció otra cerveza.

―Bueno, llevas un tiempo saliendo con Sora, ¿no es así?

Volvió a la conversación.

―¿Y eso qué?

―Bueno, deberías saber lo que les gusta a las chicas.

―¿Por qué hablas como si nunca hubieses salido con nadie? ¿Qué no estuviste un tiempo en la universidad con...? ¿ Cuál era su nombre? ¿Esa chica extranjera?

―eresa-chan no cuenta, ella solo estuvo unos meses en Japón antes de su regreso a Rumanía.

―Sí, pero también saliste con la chica filipina y creo que la americana estuvo preguntando por ti...

―Bueno, ya entendí.

Era mejor callarlo antes de que mencionara nombres que preferiría olvidar.

―Lo que trato de decir es que Mei es especial, ella es diferente. Yo―bajó la voz―... Yo no quiero hacerla sentir incómoda.

Yamato dejó a un lado el vaso de cerveza recién servido. Era justo que Tai tuviera su atención, no lo había visto ir en serio con nadie ni una sola vez. Tal vez, Meiko sí era especial.

―En ese caso―dijo―, creo que deberías preguntarle directamente. Bueno, Sora y yo nos divertimos juntos porque hemos sido amigos desde hace muchos años. La conozco y sé qué le gusta, pero no soy muy cercano a Mochizuki, así que no podría contestar a eso.

―Eso no ayuda.

Lo miró Tai apuntándole con los palillos.

―¡Tú fuiste el que me buscó por ayuda!

Yamato se tocó la cabeza, comenzaba a desesperarse de su compañero. Tomó aire y continuó.

―Escucha, todas las chicas son diferentes. Sora, por ejemplo, disfrutaría de una salida de campo, pero sí fuera Mimi, tal vez lo mejor sería un día de compras.

―¡Eso es!

¿Ya lo había entendido?

―Escuché que Izzi por fin se le declaró a Mimi, le preguntaré a él qué le gustaría a Meiko.

―¡Ah!, ¿para qué me esfuerzo?

Un momento.

―¡¿Mimi e Izumi están juntos?!

***

Meiko, por su parte, tampoco la estaba pasando bien. El jueves, después de la propuesta de Taichi, le comentó a Mimi lo ocurrido y se había arrepentido casi de inmediato. El sábado por la mañana esta se presentó en su puerta con un itinerario de compras y cosas por hacer.

―No podemos perder tiempo Mei Mei.

Le dijo, dándole apenas unos minutos para salir de casa.

Esa tarde recorrieron tantos centros comerciales que Meiko perdió la cuenta. Mimi no solo la llevó de compras, fueron al salón de belleza y se arreglaron las uñas, se hicieron mascarillas y se exfoliaron la cara.

Lo único bueno fue que al final del día se relajaron en un baño de aguas termales. Aunque Meiko estaba tan cansada y el agua se sentía tan bien, que perdió un poco la noción del tiempo y terminó por marearse.



Taichi y Meiko, El recuentro. Una ero-historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora