Perversión

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— Supongo que debes de refrescar mi memoria, la verdad no recuerdo muy bien en lo que hemos quedado — muerdo mi labio inferior al sentir su mano apretar un poco mi cadera.

— Que mala memoria tienes, princesa. Voy comenzar por el principio — desliza la cremallera del vestido hacia abajo y trago saliva —. Esto estorba a lo verdaderamente importante que quiero ver, y aunque luces preciosa en el; tu desnudez es mucho más bella.

Mi rostro y mi cuerpo están ardiendo y no por la vergüenza. Las copas de vino me han nublado la razón en su totalidad. Estoy deseando que toque cada rincón de mi piel; justo cómo lo hace en mis sueños. Mis senos quedan libres y una corriente de calor y frío recorre por la punta de mis pezones haciéndome estremecer, a la vez que se endurecen. Presiono mis piernas con fuerza y el cosquilleo en mi estómago ha aparecido nuevamente.

— De hecho, Dr. Ferreira. Mi memoria ha sido cortada de raíz. Debería hacer una revisión a fondo con ese aparato que cuelga de usted ¿no le parece? — estoy más sincera que de costumbre, y al parecer a él no le disgusta —. Solo para cerciorarse que todo anda bien ahí dentro.

Una risa ronca sale de su garganta contagiándome a mí también. Coloca la frente sobre mi cabeza y pega su erección a mi trasero. Cómo qué lo siento más duro que hace unas horas en la habitación ¿o es mi impresión? Pareciera que me fuera a traspasar la carne, aún sobre la tela de su pantalón.

— Estas de perversa, mi solecito — asiento, inclino mi cuerpo hacia delante; cosa que su erección quede en medio de mis dos nalgas, y al sentirlo ahí, mi vagina arde por el intenso fuego —. Eso que has hecho, me ha gustado — confiesa.

Presiona su erección con fuerza y un gemido escapa de mi boca. Me sostengo del borde de la isla de la cocina y me froto contra él. Las inseguridades y las vergüenzas han quedado en un segundo plano; estoy completamente entregada al deseo que me esta provocando mi doctorcito apretadito y rico. Sus dedos se hunden en mi piel pegándome más contra él, y un suave y tierno quejido de satisfacción escapa de sus labios.

— Dr,  Ferreira. Esa vena se va a reventar en cualquier momento — suelto, me voltea y me encara robando mi boca con fuerza.

Su lengua juega con la mía, mientras sus manos atienden muy bien mis senos. Enlazo mis brazos en su nuca y tiro de él, apretándolo más contra mí. Nuestros dientes chocan por la violencia y la fogosidad del beso. Y no creo soportar más, me siento a tope queriendo ser empalada ya mismo.

— Tus labios son una adicción — jadea, mordiendo mis labios y me quejo por su fuerza —. Mi solecito, prometo cuidarte y trataré de que no duela.

¿Acaso sabe que soy virgen? Bueno, eso es algo lógico y muy evidente.

— Planeaba decirlo en... — acaricia mis labios con los suyos y me besa un poco más suave.

— No digas nada — toma mi mano y me obliga a caminar con él hacia las escaleras —. Quiero tenerte en mi cama, no aquí.

Me dejo guiar, y pienso que en las dos semanas que he vivido en esta casa; jamás había subido a la planta de arriba. Un pasillo largo nos lleva a la última habitación, que supongo que es la de él. Abre la puerta y al cerrarla me acorrala en ella. Esta vez sus manos abarcan mi cuerpo en su totalidad, mientras su boca se encarga de besar mi cuello. Sentir como las pasea y las mueve por cada curva, me esta llevando a experimentar un sin número de sensaciones. Sus manos son cálidas, grandes y muy suaves. Baja los labios por entre medio de mis senos y sacude un poco la cabeza ahí. Cruzo las piernas y las aprieto con fuerza en el mismo instante que su boca toca directamente mi pezón. Su húmeda lengua realiza círculos en esa parte tan sensible de mi cuerpo. Mis gemidos no los puedo controlar, al igual que esta sensación de calor que siente mi vientre. Su mirada se cruza con la mía, y para mí luce muy tierno ahí pegado, cómo sí de un bebé se tratase.

— Darren, me estas enloqueciendo — gimo, cierra los ojos y esa expresión tan tierna, quema mi piel.

— No más que tú, solecito — mordió mi pezón, y solté un quejido placentero —. Ve a la cama, dame solo un minuto.

Asiento algo confundida, ¿adonde va ahora mismo? Me pregunté al ver como desaparece por una puerta. Tiendo mi cuerpo sobre la cama y me veo desnuda en medio de una cama, que no es la mía; los nervios vuelven a jugarme una mala pasada, sin embargo, no quiero detenerme. Tanto mi cuerpo cómo yo, lo hemos deseado desde hace varios días.

Al verme acostada se queda viéndome por largos segundos, en los que el calor aumenta; esa mirada que recorre mi cuerpo con tanta libertad y deseo, me esta haciendo agonizar. Sonríe torcido y empieza a quitar su ropa ante mi fija mirada sobre su cuerpo. He soñado con él muchas veces, pero  nada se compara como esta vez; ahora sí lo voy a ver y a sentir como en realidad es. Al quitar su camisa me quedo emboboda mirando su torso; cada músculo está bien definido, y es dónde mis inseguridades vuelven a mi cabeza. ¿Qué hace un hombre tan guapo con una chica cómo yo? No tengo idea. Es sexy, yo simplemente no sé cómo me vea ante sus ojos.

— Mírame — ordena, desvío mi mirada a sus ojos y, sonríe ladeado —. Eres la mujer más hermosa, Nicol. No tienes idea de cuanto he soñado por este momento. Llevo años imaginando tu cuerpo, pero me he sorprendido; no es ni la mitad de lo que pensé — pareciera que ha leído mi mente en este momento. Quita su pantalón para quedar en bóxer, y no puedo evitar morder mis labios. Que ajustado le queda —. ¿Me crees si te digo, qué eres el triple de hermosa de lo que te soñé? Mi solecito, ahora serás completa y solamente mía.

Sonríe.

Me he quedado sin palabras. Pero de algún modo las suyas me ayudan con esta inseguridad que he cargado en años. Su mirada más su sonrisa, me da la plena seguridad, que no hay pizca de mentiras en lo que dice. Al contrario, hacen que mi corazón lata con desenfreno por él, y qué algo nuevo y bello para mí, empiece a crecer dentro de mi pecho.

Quiero Amarte[En Físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora