PRÓLOGO

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Caminé por las oscuras y frías calles con tranquilidad, dejando mis pensamientos vagar libremente por mi cabeza mientras disfrutaba de la agradable noche estrellada que hacía en Los Ángeles, aunque sin perder de vista por el rabillo del ojo el Audi rojo que llevaba siguiéndome desde que salí del apartamento.  

Una fría brisa sopló y me escondí más adentro del abrigo, refugiándome del frío. Continué mi caminata alejándome del centro de la ciudad, hacia los llamados barrios pobres. No quería interrupciones ni gente husmeando.

Mi móvil vibró bajo mi mano, que estaba guardada en el bolsillo, pero no me molesté en sacarlo. Imaginé que sería mi prima Alice, preguntándome dónde me había metido a aquellas horas. Ya le contestaría después. Y si era cualquier otra persona, podía esperar.

Miré una vez más por el rabillo del ojo y, efectivamente, el coche aún me seguía, por lo que doblé la esquina, metiéndome en un profundo callejón. Al llegar al final de éste, me recosté contra la pared y esperé que mi invitado hiciera acto de presencia.

Una única luz iluminaba el estrecho pasillo acompañado por dos viejos edificios a cada lado. Se rumoreaba que en uno de ellos hacía más de dos décadas había tenido lugar una serie de terribles asesinatos, matando en éste a los huéspedes del edificio.

La policía no encontró pruebas suficientes para incriminar a nadie de tal guerra de sangre, por lo que la gente asustada de que el asesino estuviese viviendo entre ellos, se marchó al centro de la ciudad, dejando aquellas calles desiertas para las personas más pobres y sin hogar. De ahí su nombre de barrios pobres.

El Audi rojo no tardó en adentrarse en el callejón con lentitud. Lo observé mientras frenaba a un par de metros de la luz y el conductor bajaba. Jack lucía cansado, con grandes bolsas bajo los ojos y su negro pelo ligeramente despeinado. Guardó las manos dentro de los bolsillos de su larga gabardina marrón y me miró con sorpresa.

—Pensé que no vendrías. –Hablé.

—Me sorprende que hayas sido tú la que se supiese en contacto conmigo. –Dijo con su gruesa voz, aunque con un deje de cansancio en ella.

—Sé de algo que podría interesarte. –Sonreí. Jack no contestó y continué. —Tú cabeza está en cinco millones.

Todo color de su rostro desapareció llenándose de terror, pero se recompuso rápido y sus labios se juntaron en una tensa línea.

—¿Cómo lo sabes?

—Tengo mis contactos. –Me encogí de hombros.

Sus ojos brillaron con rabia. Los que una vez habían sido sus contactos, ahora eran míos, y lo más divertido del asunto era que esos mismo querían su cabeza.

—¿Qué quieres a cambio?

Llevé una mano a mi pecho, simulando dolor.

—¿Por quién me tomas? ¿Cómo crees que quiero algo a cambio? Por favor, Jack, me ofende que pienses así de mí.

Las comisuras de sus labios se elevaron.

—Yo fui quién te enseñé a no hacer ningún tipo de favor a cambio de nada, y menos en este mundo. Está claro que me estás haciendo un favor. ¿Pero a cambio de qué?

—Y el aprendiz se convirtió en mejor jugador que el profesor. –Susurré con una sonrisa burlona. Me miró con frialdad. —Quince mil para dentro de tres días.

—No puedo…

—No me vengas con rodeos. –Le interrumpí. —Ambos sabemos que puedes conseguir eso y más incluso en menos tiempo. Pero como sé que estás en problemas y soy generosa, te doy tres días.

Desvió la mirada al suelo con los labios fruncidos. Esperé paciente a su siguiente pregunta.

—¿Cómo sé que no me vas a delatar?

—Yo necesito ese dinero. Y bueno, tú necesitabas saber que tu cabeza tenía un precio. Bueno, sabías que estabas siendo buscado, no era nada nuevo para ti, pero digamos que ahora hay gente más interesada en tu preciada cabeza. Es sólo un intercambio de favores.

—¿Y no es más simple que me mates y ya está? Obtendrías más del cuádruple de lo que yo te puedo ofrecer.

—Llevas razón. Pero la diferencia es que yo no apuñalo a mis colegas por la espalda. –Dije cínicamente.

Si las miradas matasen, para aquél entonces estaría muerta.

—Tú no lo entiendes… -Empezó.

—Y no lo quiero entender tampoco. Tú y yo ya no tenemos ningún tipo de lazo. Cuanto menos sepamos el uno del otro mejor para ambos. Mejor dicho, mejor para mí. –Corregí.

—Son peligrosos, no sabes en lo que estás metida.

—Sí, lo sé. Y a diferencia de ti, yo sé cómo jugar mis cartas. –Dado por finalizado el encuentro, caminé hacia el coche, dispuesta a salir de aquél callejón. —Quince mil. Tres días. Si no me encargaré personalmente de ir a hacerte una visita. Y créeme, no será una visita precisamente agradable. –Advertí volteando hacia él.

Abrió los ojos con sorpresa.

—¿Cómo sabes…?

—Antes de hacer cualquier tipo de negocio con alguien, me aseguro de tener a mi disposición la máxima información posible. Me lo enseñaste tú, ¿recuerdas?

—Me alegra que hayas seguido mis consejos tan bien.

—Sí, tú deberías empezar a hacer lo mismo. Quién sabe, tal vez de esa manera te mantengas con vida por más tiempo. –Objeté. —Oh, lo olvidaba, si por tu cabeza está rondando la idea de cambiar de escondite, algo que no sería mala idea porque ya llevas demasiado tiempo allí, te encontraré igualmente. Sólo pónmelo un poco más difícil que la última vez, ya sabes, un poco más de diversión.

Le sonreí angelicalmente y continué mi camino, pasando por al lado del Audi.

—Ten cuidado. –Me detuve.

—No deberías preocuparte por mí. No es mi cabeza la que está en cinco millones. Y subiendo.

Tragó saliva ruidosamente tras de mí y continué andando, adentrándome de nuevo en el centro de la ciudad y dejando atrás el callejón, donde sería la última vez que vería con vida Jack. 

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⏰ Última actualización: Mar 10, 2015 ⏰

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