Vieja amiga

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— Cómeme, osito — susurro juguetonamente, mientras muerdo su labio inferior —. Soy toda tuya.

— No te haré esperar, solecito — bajó sus besos por mi cuello y el calor se concentró en todo mi cuerpo —. ¿Te había dicho que verte en esas pijamas tan lindas te me antojas mucho más?.

Bajó los tirantes de la camiseta de dormir dejando mis senos al descubierto. ¿Cómo puede decir tal cosa, al ver a una adulta usando pijamas infantiles aún? Solo a él le generará ese deseo de verme tan vergonzosamente de esta manera. Sus besos descendieron por el centro de mi pecho, a la vez que sus suaves dedos acariciaron mi hombro desnudo. Voy a perder la cabeza con tanta delicadeza. Ya hemos hecho el amor infinidad de veces, pero a diferencia de hoy; está siendo mucho más paciente. Es como si quisiera grabar cada beso y cada toque en mi piel.

— Me gusta mucho el sabor de tu piel, eres tan deliciosa — gemí, al sentir el roce de su lengua en mi pezón —, y completamente mía.

Mientras su boca se encargaba de uno de mis pezones endurecidos, su mano abarcó el otro masajeando y pellizcando   suavemente, incrementando el calor en todo mi ser. Chupó, lamió y mordisqueó con el mayor de las calmas. Lucía como un tierno bebé ahí pegado; con los ojos cerrados y disfrutando de los temblores que provoca en mí. Se incorporó y quitó cada prenda que cubría mi cuerpo con mucha paciencia, haciéndome  estremecer con el tibio de sus manos sobre mi piel. Cada toque, cada roce y cada beso que va dejando por mi cuerpo me tiene arriba en los cielos.

Nuestras miradas se cruzan por pocos segundos, antes de doblar mis piernas y hundir su rostro entre ellas. Besa la cara interna de mi muslo haciendo un recorrido lento hacia mi vagina, la humedad de sus besos me tienen al borde de la locura. Paulatinamente traza su lengua de abajo y hacia arriba en mi humedad; claramente se escucha las succiones que va proporcionando cada cierto tiempo. Muerdo fuerte mi labio y me quejo al sentir un dedo abriéndose paso lentamente, a la vez que la punta de su lengua juega deliberadamente con mi hinchado botón. Sentirse amada y deseada por el hombre de tus sueños, es lo mejor que puede existir en la vida. Deja un último beso sonoro en mis labios antes de incorporarse

— Eras tal dulce — lame sus labios, y sonrío —. Podría morir entre tus piernas sin problema.

— Te haré mío — lo empujo y cayó de espaldas a la cama —. Quiero ver esa expresión tan linda que haces cuando estás dentro mío.

— Tu lado perverso está saliendo nuevamente — bajo su bóxer y asiento mordiendo mis labios.

— Me pones así, no es culpa mía — digo con inocencia y muerde su labio —. Estás tremendamente rico, Dr. Ferreira.

Subo a horcajadas sobre el, acomoda la punta de su miembro en mi entrada y lentamente me deslizo en su dureza. Mis paredes se aferran a el y Darren gruñe al sentirme; su mirada oscura, la sonrisa torcida al tiempo que muerde sus labios y  sus venas palpitando, son la vista perfecta, que mi mente siempre graba en mis más recónditas memorias. Un cosquilleo intermitente se establece en mi interior, cada que muevo la cadera en círculos presionando fuertemente.  Recuesto mi cuerpo en el suyo para robar sus labios, esos que saben volverme loca en el acto. Son besos mojados que me incitan a moverme más rápido. Afianza mi cintura con sus brazos y arremete mi cuerpo con fuerza. Su respiración acelerada se mezcla con la mía, y mis fuertes gemidos son un incentivo para que aumente el ritmo de cada estocada. Nos miramos fijamente y disminuye sus movimientos para alargar mi clímax, pues ya me sentía en mi límite con tanta presión de su miembro entrando y saliendo de mí.

— ¿Me puedo venir dentro tuyo? — preguntó, la verdad es que no me dió tiempo a responder cuándo empezó a embestirme con fuerza nuevamente —. Quiero llenarte de mí, sentirte completamente.

De hecho, es la segunda vez que tenemos relaciones sin usar protección; y sentirlo sin ese forro es mucho más excitante y placentero a cuando lo usa. Asiento mordiendo mis labios, su cuerpo choca contra el mío y, solo puedo ver cómo mis pechos rebotan con rapidez en su rostro. Aprieta mi trasero y la presión que me estaba taponando sale expulsada con las estocadas profundas y concisas que me otorga. Los chapoteos son cada vez más sonoros, y un fuerte gemido muy gutural sale de su garganta, al preciso momento que se hunde en mí y me llena de sus fluidos por completo. No me dejó recuperar nada de aliento; cuando me hizo voltear para volver a penetrarme estando en cuatro puntas sobre la cama, sin duda alguna, ha sido la noche más placentera y agotadora que hemos tenido durante lo que llevamos de relación. Su aguante está intacto, podría acribillar mi cuerpo por prolongadas horas y no cansarse. Cosa que yo no pude resistir, es demasiado para mí, mis piernas quedaron como una gelatina bailable a causa de su desbordante pasión, quedando completamente sudorosa y cansada entre sus brazos.

A la mañana siguiente:

— Princesa, buenos días — sentí su voz a lo lejos. Estoy totalmente cansada, ¿cómo pretende que me levante de la cama? —.  Te dejé el desayuno preparado. Se me había olvidado decirte que hoy tengo una cirugía antes de las nueve, supongo que estaré de regreso temprano para que vayamos a dar un paseo a la playa.

— ¿Y el consultorio? ¿No vas a ir? — pregunto con los ojos cerrados, escucho su suave risa y luego un beso en los labios que me hace abrir los ojos.

— Hoy es sábado — negué y rio —.  Luces encantadora esta mañana, te amo, solecito. Pórtate bien, no tardo en llegar.

— Y tu luces radiante como siempre, también te amo, osito. Me quedaré otro rato en la cama — asintió con una sonrisa deslumbrante en sus labios. Cada día se pone más bueno este hombre —. Que tengas un buen día.

— Igualmente, solecito — besó mi labios por última vez y se marchó.

No sé por cuánto tiempo más dormí, solo sé, que me despertó el insistente timbre. ¿Quién carajo toca de esa manera tan temprano? Miro la hora en el reloj y son las nueve de la mañana, me coloco la pijama y salgo de la habitación.

— ¡Ya voy, un momento! — grito verdaderamente ya irritada por la insistencia.

Abro la puerta y una mujer castaña de ojos verdes y muy hermosa, me da una larga y lenta mirada de abajo hacia arriba con gesto de desagrado en su rostro. Ladeo la cabeza y me cruzo de brazos, ¿quién es esta?.

— Buenos días, ¿a quien busca? — pregunto por segunda vez, sus ojos verdes y brillantes se clavan en los míos, y sonríe fingida.

— Buenos días, Srta. ¿Darren se encuentra? — su voz es muy suave. Se nota la elegancia y la vanidad por cada poro de su piel.

— Él no está, ¿quién lo busca? Puedo dejarle su recado para cuando vuelva.

— Soy una vieja amiga, lo esperaré; ya que tengo una conversación pendiente con él, además de uno que otro tema que aclarar.

Quiero Amarte[En Físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora