Contemplo | Narración Autobiográfica

Única Parte

Era algún momento del futuro, esperanzadamente uno aproximado. Aquel momento oscuro sin contar las tantas resplandecientes luces que completaban el soñado y tan aclamado ambiente, en una esquina construida por un sinfín de espacios ocupados por la pesada humanidad, mundanos olores fuertes de fragancias costosas además del proveniente sabor de las botellas gruesas de vidrio. Un balcón de aquellos hacia la excepción de las tradicionales costumbres parisinas, amenaba sueños, una base de tranquilidad y aburridos lujos. No era indiferente que se agregasen nuevos ocupantes de las habitaciones, mientras la mayoría eran simples jóvenes mendigos que vivían en un estado universal.

Ella perduraba justo ahí. Huesos y posturas posicionadas de una manera indefensa, en su total instante de relajación. Sus manos hacían fricción en su cálido cuerpo, acompañando estas con una taza de su té frutal. Su cerebro, el único organismo que llevaba las cargas más profundas de su demencia y pensamientos, fumaba motor. En el, se reproducía una dulce pero violenta melodía tocada desde las partituras de un piano lejano a su vista, pero preciso a sus oídos llenándolos de viveza. Rápida, corriendo praderas, de ojos bailando en el calmo, pacífico instante. Su visión se perdía en la bella visión que se le hacía irreal, veía la luz, sobresaliente de aquella inmensa torre con historial magnífico y atractivamente artístico, encantada con la energía de ensueño que transmitía, ella se sumergía en lo que podrían ser sus experiencias vividas posteriormente al giro que su vida se buscó para obtener, exitosamente.

Se pregunta: "¿No es feliz?", en sus palabras transmitía esa duda increíble para su parecer, no era de creerse ella misma su propio presente, lamentablemente hecho para poner pie donde mentalmente no quería, donde sus sueños no le permitían, donde la esperanza y calidades no alcanzaban.

Su momento de paz, aprovechado donde su corazón debió permanecer desde la resurrección de su realidad, mentalidad.

Nada se le hizo presente más que felicidad, el éxito al que dejaba lágrimas recorrer sus mejillas.