novena noche

390 44 35
                                    

Contarle a Diego sobre uno de mis más grandes traumas de la niñez había resultado bastante bien. Desde ese momento estuvo más atento a las cosas que decía, lo que comía e inlcuso le llamo a mi psicóloga para que le informará mi progreso. También, se aseguraba de buscar cuentos los cuales me recordarán a cuando era pequeña, procuraba besar mi frente como despedida y al amanecer pocas veces lo encontraba a mi lado.

A lo que se refería con nuestra relación, no es que tuviera un nombre, ninguno de los dos mencionaba lo sucedido unas semanas atrás o mostraba indicios de querer avanzar. Honestamente, aún me ponía bastante nerviosa cada que lo tenía cerca, por lo que estaba bastante segura de que él se mostraba más coqueto con tal de alterarme.

En esta época de calor, se paseaba libremente por el departamento sin playera, sonriendo cada que nos cruzabamos en el pasillo y dándome abrazos fugaces. No me quejaba en lo absoluto por el contacto físico, sólo que no estaba tan acostumbrada a que se mostrará de esta manera.

Probablemente desde que aclare las cosas con él se empeño más el tratar de ser todo un conquistador conmigo. Aquellos ojos color avellana se robaban cada uno de mis suspiros, tanto a través de una pantalla y al tenerlo viviendo en el mismo lugar que yo.

Sonrió una vez más cuando pregunta si puede llevar tal cosa y yo asiento. Ir de compras con él era como acompañar a un niño de quince años con mucho dinero por gastar, nunca se media en las cosas que llevábamos o si quiera se fijaba en el precio, y a pesar de que ambos teníamos lo suficiente, prefería que no se llevara la mitad de su paga en comprar una caja completa de su cereal favorito.

— ¿Hacen faltas cosas para el baño? - pienso unos segundos y asiento - Bien, tómalo en lo que yo busco otras cosas para hacer la cena.

Se aleja de la sección en la que estoy.

Con la mirada identifico rápidamente los productos que necesitamos y me apresuró a tomarlos, la última vez que tarde en decidir sobre cual detergente era mejor comprar, terminé peleandome con una señora de 75 años.

Un chico de cabello castaño que me parece bastante familiar toma la última botella de desinfectante para el baño y la deposita sobre su carrito. Me apresuró a tocar su hombro para de esta manera negociar y crear un acuerdo en el que ninguno de los dos sea expulsado de la tienda.

— Disculpa, ¿Crees que puedas darme esa botella?, Es la última que queda - él se gira y sonríe fanfarrón.

— No, yo sólo uso de esta marca. Puedes preguntarle algún chico que te diga la fecha de llegada para el producto, ¿O te es muy difícil?

El tono soberbio en que me habla comienza a colmar mi paciencia.

— ¿Y si te lo compro el doble de lo que cuesta?

— Mi respuesta sigue siendo la misma - hago una mueca - Pero tal vez pueda acceder si aceptas una cita conmigo - frunzo el ceño, confundida - No me malentiendas linda, sólo es tomar un café o ir a donde quieras.

— Creo que compraremos de otra marca, no hace falta que nadie salga con nadie.

Evito reír por lo divertido de la situación. Diego, un chico inteligente, alto, guapo, fuerte, gracioso, y de buen corazón le tenía celos a otro que no se veía que estaba a su altura.

Pongo una de mis manos sobre su pecho con el fin de tranquilizarlo. La escena me recuerda a las típicas de películas en donde la protagonista grita exasperada que el chico la mire porque sabe que no es así.

— Diego, andando, buscaremos en otro sitio.

Antes de irnos se asegura de mirar mal al chico, el cual ni siquiera se inmuta y se limita a barrernos con la mirada.

lights on; barcagamer Donde viven las historias. Descúbrelo ahora