Estaba perdida, caminando en la calle sin rumbo, solo quería huir de aquel infierno. Mi cuerpo temblaba de frio, mis lágrimas se confundían con las gotas de la lluvia que caían insistente sobre mí, el viento susurraba a mi oído su nombre y pegaba mi cabello
mojado a mi cara. Un fuerte dolor habitaba dentro de mi pecho, como si me hubieran
arrancado el corazón. Mis ojos estaban opacados por tanto llorar, ya no veía nada, un fuerte golpe me hiso despertar de mis pensamientos, había caído al suelo en un charco de agua sucia, la lluvia y mi llanto juntos me ahogaban, el frio que sentía era más por mi soledad. Hice de ese charco una cuna para mí.
Acurrucada en el asfalto, recordaba esas dulces palabras que me decía cuando
estábamos juntos, esos te amo habían sido una cruel mentira. ¿Cómo alguien podía ser tan falso? , ¿Cómo pudo engañarme?, ¿Por qué creí en sus palabras? Muchas
preguntas sin respuesta, trataba de entender esa última frase que había salido de su boca “ya no te quiero”, pero por mas que trataba no lograba comprender ,¿Qué
hice mal?, ¿En qué falle?, pero nada. El dolor agonizante no me dejaba pensar.
Pude reaccionar cuando unas cálidas manos tocaban mi cuerpo, ya había dejado de
llover y los primeros rayos del sol pegaban en mi cara, ya era de día. No podía abrir bien mis ojos por haber llorado tanto... y esas manos, esa voz, que no hacia falta que la que abriera los ojos para saber a quién pertenecía, conocía todo de el, y su voz y sus manos no eran la excepción. Pero lo
que no reconocía era lo que me decía, sólo escuchaba un susurro.
Me levantó en sus brazos, supongo que me subió a su auto. Había puesto la
calefacción, mi cuerpo seguía frío, no podía ni siquiera moverme. Tomó mi mano, y
con la suya la empezó a acariciar, la llevo hasta su fino rostro.
-Por favor princesa, despierta me mata verte así- fue lo primero que pude entenderle –¡Dios, soy un estúpido!, por favor hermosa, despierta. Vamos, no me hagas esto. Nena, despierta. Mírame, estoy aquí contigo– me rogaba, mientras yo trataba y trataba de poder gesticular alguna palabra, pero nada. Mis intentos eran en vano, era como si alguien me hubiera pegado los labios o quitado la voz. Quería gritarle que lo amaba, besar sus dulces labios, pero no podía.
-¿Cómo está? ¿En dónde la encontraste?– escuché hablar al chico de trenzas. Jamás
lo había notado tan preocupado.
–Pues está viva. La encontré en una calle tirada. Dios, Tom ¿Por qué soy tan estúpido?
¿Por qué le mentí?– contestaba Bill con la voz quebrada a punto de llorar, moviendo mi cuerpo con la intención de que yo reaccionase.
–Bill, tranquilízate. Ya despertará, vamos adentro o aquí se congelaran los dos– dijo Tom tratando de tranquilizar a Bill.
Entre los dos me sacaron del audi de Bill y me llevaron adentro.
No sé cuanto tiempo había pasado, lo único que sabia era que estaba en sus
brazos, otra vez, acostados juntos en la cama, aquella cama en donde habíamos
compartido todos nuestros sueños y nuestras más locas pasiones. Escuchaba el latido de su corazón y su respiración. Podría morir en ese momento, prefería acabar con mi vida en sus
brazos que en la calle tratando de buscar refugio y cariño entre el agua fría y sucia. Él casi no se movía, supuse que tratando de que yo no despertara, el mas mínimo movimiento que hiso fue abrazarme más fuerte después de que yo había