Capítulo 2: El día después ~Navidad~

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Cuatro años atrás.

Mob y Reigen habían pasado su primera noche juntos y ahora el amanecer los encontraba abrazados en la cama mientras afuera de aquel pequeño departamento nevaba de nuevo.

El azabache despertó y permaneció inmóvil observando el rostro dormido de Reigen. Todo su cuerpo le dolía, en especial sus caderas, y no había dormido mucho. Se preguntaba si estaba bien lo que habían hecho, pero pensó que era muy tonto cuestionarse después de hacer el amor tres veces. Ya no importaba, no solo se había sentido muy bien sino que, además, no olvidaría aquella noche sin importar a dónde lo llevará la vida.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por Reigen quien despertaba en ese momento.

—Buenos días, Shige—le saludó con voz ronca.

—Buenos días, Arataka-san.

—Aún es temprano—el mayor buscó su reloj—. Son las siete.

—¿No vas a ir a la oficina?

—Tal vez... En la tarde.

Mob sonrió.

—Significa que aún nos queda la mañana.

—¿Qué planeas hacer?-Reigen deslizó su mano por la cadera desnuda de Mob.

—En realidad...-bajó la vista-. Quisiera dormir un poco más.

—¿Dormir? Está bien-sonó decepcionado.

—Me duele...

Reigen se sentó de golpe en la cama, completamente alarmado.

—¿Estás bien, Mob? Creo que tengo algo para el dolor. Déjame revisarte.

Lo último avergonzó por completo al chico.

—No se preocupe, maestro Reigen. Voy a estar bien. Sólo debo descansar—Mob agitaba sus manos nerviosamente, sin cambiar de posición.

Reigen volvió a recostarse junto a él y rió un poco.

—¿Qué sucede?

—Me llamaste maestro Reigen.

—Me llamaste Mob.

Ambos rieron. Reigen abrazó a Mob contra su pecho. El chico cerró sus ojos, oliendo la esencia del mayor. El rugido del estómago de Reigen arruinó la atmósfera.

—Tal vez deberíamos buscar dónde desayunar—sugirió el rubio.

—A está hora sólo hay un lugar abierto.

Llegaron a la cafetería donde trabajaba Mob. El chico saludó a sus compañeros y tomó asiento en una de las mesas, disimulando el dolor que aún sentía a pesar de haber tomado ya un analgésico. Reigen lo notó y comenzaba a sentirse culpable.

—Lo siento, Shige—le susurró.

—Estaré bien, Arataka-san—le sonrió—. Déjame ordenar.

Llamó a una compañera y le pidió dos desayunos especiales dejando a Reigen intrigado hasta que la comida estuvo servida: Café, huevos con tocino y tostadas francesas.

—Sé que no es lo que acostumbras a desayunar-le dijo Mob en voz baja—. Espero que te guste.

De hecho, Reigen no acostumbraba a desayunar y comía a deshoras, cosa que el chico conocía muy bien. Y, mientras disfrutaban de su desayuno, Mob recibió una llamada de Teruki, quien sonaba nervioso.

—Hola, Shigeo—Teruki hizo una pausa—. ¿Dónde estás?

—Estoy en la cafetería donde trabajo, desayunando.

El hilo rojo del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora