Capítulo 2

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—He love me, he give me all his money. That Gucci, Prada comfy. My Sugar Daddy —oyó de fondo.

Chris deshizo un poco el nudo de su corbata, relajando su cuello después de todo un día de trabajo. Sabía perfectamente de dónde venía esa voz y, lo que le hacía más gracia de todo aquello, era la canción que estaba escuchando.

Tras toda una estrofa hablando de la maravilla de los sugar daddies y todas sus ventajas, vuelve al estribillo donde menciona cómo su Sugar Daddy le da todo el dinero y le compra todo lo que necesita.

Dejó su maletín a un lado y la americana reposando en el respaldo del sofá, mientras que se decidía a avanzar cuidadosamente por el salón hasta llegar a la reducida cocina -en la que cabían los dos al mismo tiempo de milagro.

Asomándose por la puerta, fue cuando la vio. Bailaba mientras la música del altavoz inundaba la cocina. Su cabello castaño, recogido en una coleta, se balanceaba de un lado al otro al compás de sus movimientos de cadera. Chris sonrió aún más al ser consciente de que estaba llevando una de sus viejas camisetas y, una mirada un poco más abajo acompañada de sus movimientos de cintura, le permitieron ver que debajo de esta llevaba unos shorts ajustados.

Diana se había cambiado en cuanto llegó del trabajo para poder cocinar de la manera más cómoda posible. Adoraba la ropa de oficina, bueno, al menos así era durante las dos primeras horas de trabajo, luego ya se sentía agobiada.

Así era cada día.

Sonrió ampliamente cuando unas manos tibias se posaron en su cintura, sintiendo segundos después un gran cuerpo cubrirla y unos labios rozar su hombro.

—No me puedo creer que estés escuchando esa canción —rió contra su oído.

—Es muy pegadiza —se defendió.

Chris observaba cómo Diana manejaba el cuchillo con habilidad, cortando la lechuga con tranquilidad para depositarla en un bol blanco después.

—Dime que has tenido un día mejor que el mío —susurró contra su hombro, dejando caer su cabeza sobre la suya.

—Eso nunca es difícil —bromeó—. Ha sido normal, incluso diría que tranquilo —soltó una pequeña risa—. ¿Y el tuyo?

—Bueno —se encogió de hombros, abrazándola aún más fuerte—, me he pasado el día discutiendo con clientes y Victoria me ha traído un informe dos días tarde.

—¿No le has dicho nada? —preguntó sorprendida.

—¿Qué querías que le dijera? —bufó— Tenía tantas ganas de irme, que se lo he dejado pasar.

Cuando se giró hacia él, sus ojos marrones deslumbraban una alegría que era incapaz de obviar. Aunque él... por mucho que sonriera de manera genuina, Diana era conocedora de ese triste destello en su mirada.

Sabía que el proceso de adaptación le iba a llevar un tiempo y que iba a ser duro para él. Sentía que a Chris se le estaba juntando todo, esos últimos cinco años habían sido de todo menos sencillos para ellos. Y a pesar de que ahora llegaban bien a fin de mes, más relajados y pudiendo volver a ahorrar, no era así tiempo atrás.

Marcharse de casa, cuando apenas habían empezado a vivir juntos, porque eran incapaces de mantener el ritmo de vida tras la caída de la empresa de Chris, había sido el primer mazazo.

¿El segundo? Tener que cerrar el primer negocio que había montado por su cuenta porque no había salido como esperaba.

¿El tercero? Verse mantenido por la novia a la que solía mantener él. Sabía que ese giro de tornas era lo que más le había pesado. Incluso podría decir que le pesa más ahora, que está trabajando, que cuando se vio parado, sin saber exactamente cuál era el siguiente paso a dar.

FMSD / Chris EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora