《01》

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- ¡Necesito alcohol!

Nowven suspiró exasperado ante la insistencia de su mejor amigo. Desde que acabaron su turno en el trabajo, no ha parado de señalar cada bar en el camino hacia el departamento que ambos comparten.

Volteó a su derecha para verlo directamente a los ojos.

-Darrell, ya te dije que no estoy de humor para ir a beber -volvió a aclarar- puedes llamar a cualquiera de tus amigos, no tengo problema con irme solo a casa.

El mencionado le dirigió una mirada filosa a la par que fruncía el ceño.

- ¿Por qué nunca quieres salir? ¡Estamos jóvenes y llenos de energía! ¡Hay que disfrutar!

-Claro -dice Nowven después de un bufido- tú tal vez, a veces solo escucharte me agota.

-He visto señoras de ochenta con marcapasos tener más energía que tú.

No se sorprendió el ver que su mejor amigo optó por sacarle el dedo medio como respuesta. Siempre era igual, Nowven vive encarcelado en un bucle autoimpuesto donde solo sale de casa para ir al trabajo, a la tienda por comida e ir a terapia. No importa cuanto lo fastidie, muy pocas veces ha podido sacarlo a alguna fiesta o reunión y esas pocas ocasiones, han sido fallidas; porque nunca habla con nadie más allá de lo básico y termina por irse cuando tiene oportunidad.

Darrell suspiró derrotado.

-Tú ganas, pero te mandaré la dirección, por si cambias de opinión, ¿Sí?

-No te preocupes por mí, ya vete, anda -lo alentó en respuesta con una sonrisa sin vida.

Cuando Darrell cambió de dirección, se hizo el silencio tan conocido para Nowven, ese que siempre lo ha envuelto y que ha tenido que aprender a tolerar desde que tiene uso de memoria.

No le gusta tener que negarse cada vez que su mejor amigo lo invitaba a hacer algo con su circulo de amigos. Aunque la culpa no es tan grande como para que lo lleve a hacer algo al respecto. No hay nada afuera de las frías paredes de su habitación que lo hicieran querer salir de allí.

-El mundo es solo una porquería gris sin sentido -murmuró pensando en voz alta, como hacía siempre que estaba solo. Detuvo su paso cuando vio una tienda de dulces- aunque estas cosas de colores no tienen que ser iguales.

Y sin pensarlo dos veces, entró.

Dicen que cada persona tiene más de una razón para disfrutar del estar vivo, y para Nowven, los dulces son una de esas razones. Paseó su clara mirada por la vitrina de exhibición, observando todo con un brillo inocente adornando sus ojos, como si se tratase de un niño. Ese simple gesto, hizo sonreír a la señora del mostrador.

-Bienvenido, jovencito -dijo cordialmente sin borrar la sonrisa de su rostro- ¿Qué vas a querer llevar?

-Hay tantas cosas que aún no estoy seguro -respondió con plena sinceridad, como siempre- ¿Qué me recomendaría usted?

-Estoy muy segura que te encantarán los roles de canela, son hechos por mí, ¿Te gustaría probarlos?

Nowven miró a los mencionados roles de Canela, y los vio tan apetitosos que asintió seguro.

-Deme una caja, por favor -volvió a responder, pero ahora con una media sonrisa.

- ¡En seguida!

La señora no tardó mucho en tener su orden lista, pero un pequeño batido -que es claramente chocolate- dejó a Nowven descolocado. No tardó en mencionarlo.

-Oh descuida, jovencito -le resta importancia ella- es por parte de la casa, eres un chico muy tierno.

Trató de disimular el sonrojo que intentaba predominar en su rostro y carraspeo tratando de mantener la compostura.

-Muchas gracias, es usted muy amable...

-Dime Aurelia, cariño -intervino rápidamente.

-De acuerdo, Aurelia -asintió repitiendo el nombre en su mente varias veces- Yo me llamo Nowven.

-Perfecto Nowven, espero te gusten mis roles de Canela -su sonrisa creció aún más, haciendo que sus ojos se arrugaran- espero verte pronto por aquí.

Él asintió y se dispuso a salir del lugar, pero justo al momento en que iba a cerrar la puerta, siente que choca con alguien. Ambos sueltan una exclamación al aire. Nowven cerró los ojos esperando a que todo se desparramara en el suelo al igual que el golpe que se daría. Nada de eso llegó. Un brazo tomó su cintura, estabilizando su equilibrio, impidiendo que cayera de bruces. Con el ceño fruncido abrió los ojos y sintió como un nudo se formaba en su garganta.

- ¡Disculpa, en serio! ¿Estás bien? -habló apresurado aquel chico que había evitado su caída.

Su mirada oscura lo escruta con una sincera preocupación, cosa que lo impulsó a contestar.

-Sí, por suerte -murmuró soltando una risita nerviosa.

Aquel chico desconocido suspiró aliviado, y lo soltó lentamente aún sosteniendo la caja de roles de Canela. Se la pasó en cuanto lo notó, haciendo una mueca muy graciosa para Nowven. Y solo por eso, en cuestión de nada, ya le estaba ofreciendo uno de ellos.

- ¿Para mí? ¡No! Que pena, si casi te hago caer -negó levemente aquel muchacho, tratando de disimular sus nervios.

-Pero también lo evitaste, así que es lo menos que puedo hacer para agradecerte, así que anda -insistió- o me voy a sentir muy avergonzado ahora mismo.

El chico soltó una risa sutil, sonriendo abiertamente y lo miró por unos largos segundos.

-De acuerdo, lo aceptaré -suspiró- eres muy amable, Nowven.

El mencionado debió de haber hecho una mueca digna del circo, porque el otro chico volvió a reír a carcajadas.

-Lo dice en la caja, no vayas a pensar que soy un acosador -aclaró señalando con su índice la esquina de la caja, donde en efecto, estaba su nombre escrito.

Asintió y chasqueó la lengua.

-Vale, es hora de irme, antes de que termine por caer de una vez al suelo -se despidió agitando su mano al aire.

-Adiós -imitó el otro chico su gesto.

Así ambos siguieron su camino.

Nowven volvió a mirar hacia atrás, viendo a aquel chico desconocido que casi lo hace caer y no pudo evitar sentir una extraña curiosidad hacia su persona. Y cuando se perdió de su vista, fue que cayó en cuenta que ni siquiera preguntó su nombre.

-Eres un idiota -se dijo a sí mismo soltando un suspiro.

Caminó solo unos cuantos pasos en dirección a su apartamento. Nadie sabe cómo obra el destino, ni mucho menos si esto trae consigo algún tipo de objetivo. Pero lo que está claro... Es que nadie está preparado para sus cambios. En cuanto fue a cruzar la calle,  pudo escuchar el sonido de una moto acercándose a toda velocidad; y antes de poder voltear por completo, algo lo cegó y un ardor del infierno lo hizo caer al suelo gritando a todo pulmón...

No pudo escuchar a ninguna de las personas que trataban de ayudarlo, solo podía escuchar como el causante de su dolor se alejaba cada vez más.

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⏰ Última actualización: Mar 01, 2023 ⏰

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