—Anne. —Me llama mi madre desde la planta baja.
—¿Qué? —Digo bajando las escaleras con mis converses rojas en la mano, las mismas que llevé en ese día tan especial.
—Michael está fuera y está preguntando por ti.
Clavo mis ojos en los de mi madre. ¿Qué está haciendo Michael aquí? Le dije que no viniese. ¿Tanto le cuesta esperar dos manzanas más a la derecha?
—No sé qué hace aquí. Quizás Jessie —me invento un nombre para asignárselo a la compañera del instituto inventada— lo ha llamado, aunque no creo. —Mi madre me mira raro. Sé que sabe que estoy mintiendo. Joder, joder, joder.— En realidad —vuelvo la vista a los cordones blancos-, he quedado con Michael, no con Jessie, ya que tal compañera no existe.
—¿Por qué me men...? No, déjalo. Eres lo suficientemente sensata y mayor para saber lo qué haces. —Me acerco a ella y le beso la mejilla.— Adiós, Anne.
—Adiós, Mamá.
Salgo al jardín de mi casa y veo a Michael apoyado en la puerta metálica que separa la calle de mi patio verde. Me acerco a él, mi presencia lo empuja a la calle. Cierro la puerta detrás de mí y empezamos a caminar por las calles de Bath.
—¿Qué parte de "no vengas a recogerme a mi casa" no entiendes? —Le pregunto y le miro.
—Hola a ti también, Anne. Sí, estoy bien, gracias, ¿y tú?
—Deja de decir ironías y cosas por el estilo.
—Oh, vamos, quería sorprenderte.
—Michael, no me calientes...
—Oh, no sabía que producía esa reacción en ti todavía. —Me mira seductor.
—No has cambiado nada, sigues siendo igual de idiota.
—El idiota del que te enamoraste.
—Madre mía, que largo día me espera. —Cruzamos el parque donde se supone que habíamos quedado.— ¿Por qué querías verme?
—Ya te lo dije: para despedirme antes de que te vayas a Londres.
—¿A qué mierda se debe ese interés repentino?
—Habla bien, Anne. —Me regaña.— Siempre me he preocupado por ti.
—Hazme un favor, Michael: no te la pegues de encantador y romántico.
—Está bien. —Dice rindiéndose. Me rindo.
Después de caminar media hora, llegamos a un restaurante de comida rápida y entramos en él. Nos ponemos en la cola para pedir nuestra comida, hay mucha gente por delante. Michael pide por los dos ya que sabe perfectamente lo que voy a pedir, mientras que yo busco mesa por el local. Encuentro una al fondo y corro literalmente hasta alcanzarla, pues es la última que queda y he podido observar que otras personas tenían intención de cogerla. Michael llega con dos bandejas en sus manos y se sienta en frente de mí, dejando la comida sobre la mesa.
—Bueno... —rompo el hielo—. ¿Qué has hecho durante estos últimos meses?
—Lo de siempre, pero no estoy con ninguna otra persona, ¿y tú?
—Tampoco, necesito concentrarme más en mi carrera.
—Ya, claro. —Mordisquea su hamburguesa y yo muerdo una patata frita de mi menú.
Terminamos de comer y decidimos ir a una heladería. Yo pagaré los helados ya que Michael ha pagado la comida.
—¿Puedo probar el tuyo? —Le pregunto.
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El Susurro de Anne
Roman pour AdolescentsPuede denominarse superación o persecución de sueños. Llame como se llame, es lo primero en lo que piensan al escuchar mi nombre. ¿Y por qué será? Un día, por alguna extraña razón, decidí cambiar mi vida. No es nada fácil arriesgarlo todo sabiendo q...