20. O

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Viernes, enero del 2020.

Después de mirar cómo el coche del grupo arrancaba, Alba se tomó una cerveza en compañía de sus primos y de Helena.

—¿Y no te da pena que se hayan ido? —preguntó Helena ya que ella sí sentía aquella pena.

La rubia la miró como si hubiese dicho algo despectivo hacia su persona. Joan y Sebas permanecieron callados sin saber muy bien cómo actuar. Alba se debatía entre el y el no.

«Seguramente no la leerá» pensó con tristeza.

—Un poco, eran muy majos —dijo como excusa.

Todos sabían que eso no era verdad y que en realidad lo decía como tapadera para decir que sí le daba pena que la morena se hubiese ido, pero ella no lo iba a aceptar, echar de menos a alguien era un modo de debilidad que no quería mostrar.

De pequeña siempre había sido una niña que abrazaba a todos y le daba besos a todos, luego ya cuando creció, dejó de hacerlo pero en ocasiones especiales sí se animaba a dar algún que otro abrazo, sin embargo, con la muerte de sus padres se volvió mucho más fría y más disfrutona de la vida y menos interesada en sentimientos y en relaciones amorosas.
Las personas más cercanas a ella sabían que el motivo de aquella frialdad fue la escena que protagonizó uno de sus ligues en el entierro de sus progenitores y como consecuencia decidió no confiar en nadie más, porque arruinó el homenaje a sus padres.

Tirso era un chico que se había trasladado a la ciudad - antes vivía en un pueblo donde había más personas de edad avanzada que árboles - para ir a la universidad, mientras caminaba por los pasillos buscando su clase, se topó con Alba, que en aquella época tenía el pelo castaño. Ésta la ayudó a llegar a ella y luego quedaron para tomar un café y ayudarle a adaptarse al mundo universitario.

Obviamente le presentó a sus amigos; a Helena y a Martiño en una fiesta que de ser aburrida al principio pasó a ser una de las mejores noches de ambos. Todo empezó con algún bailoteo entre amigos, con canciones que no incitaban a pegarse, pero después de un par de canciones, pusieron una lenta pero a su vez perfecta para mover partes del cuerpo que con otras no se podían. Jugó con él a rozarse todas las partes del cuerpo posibles, incluidos los labios.

No puedo Alba... —dijo Tirso separándose y expulsando un gran soplo de aire.

Esto a la última le sorprendió, pocas veces había sido rechazada de aquella forma. Veía en él una amistad que quería que perdurara, pero no estaba mal un poco de diversión. Y aquella ocasión era la perfecta para acabar en la cama con un chico que estaba en el proceso de convertirse en adulto.

¿Estás seguro? —preguntó acercándose de nuevo pero esta vez con un objetivo definido.

Tirso miró aquellos labios rosados y deseó con todas sus fuerzas besarlos, pero se resistió y con cuidado apartó a Alba para dejar una distancia normal.

Acabo de salir de una relación y no puedo —la miró y se disculpó con la mirada.

Y en ese momento fue cuando Alba se dio cuenta de la situación, hacía poco la había comentado que había roto con la chica con la que salía ya que se iba al extranjero y prefería no tener nada que le atase en España.

Es verdad —asintió— No pasa nada, lo entiendo.
Te invito a una cerveza si quieres —sonrió para quitarle la espinita que tenía clavada al saber el motivo.
Claro.

Sin embargo, la siguiente vez que se fueron de fiesta se dejaron llevar y acabaron en el piso de estudiantes que compartía Tirso con otras dos personas. Allí ocurrió una noche magnífica, llena de jadeos y gemidos que se ocultaban tras aquellas cuatro paredes. A partir de ahí nunca más se acostaron y era un gran apoyo suyo.

La Posada | ALBALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora