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Cloe Watson dio una vuelta frente al espejo. El maquillaje y el vestido la convencieron. Sus labios rojos resaltaban y el recogido a un lado parecía hecho por un peluquero profesional. Llevó sus manos hasta el collar de perlas blancas y acomodó bien sus aros. Respiró hondo y decidió que esa debía ser una noche más. El sueño que había tenido la noche anterior no debía significar nada. A medida que pasaba el tiempo, las imágenes en su cerebro se iban desvaneciendo, dejándole solamente la agradable sensación que había experimentado.

Era una verdadera pena que en la vida real Steve no se acercaría lo suficiente para besarla. Así que tenía que conformarse con el Steve de sus sueños.

Rogers estuvo puntual en su puerta.

—Te ves muy hermosa —la elogió con sinceridad.

—Y tú te ves muy guapo, casi no se nota que tienes más de setenta años —bromeó ella.

—¿Nos vamos?

Cloe asintió y cerró la puerta de su departamento. Cuando estuvieron fuera decidieron parar un taxi. Ella se odiaba a sí misma por estar nerviosa. El sueño que había tenido lo había cambiado todo.

El taxi se detuvo frente al lugar del evento. Desde afuera se podía escuchar música agradable y hasta el hombre que recepcionaba las entradas se había vestido acorde a la época. Steve entregó las entradas para después ingresar. Adentro todo se veía perfecto. Habían mesas bajas como en los bares de antaño, con varias sillas de madera.

—¿Qué tanta tolerancia al alcohol tienes? —preguntó la mujer.

—Casi infinita.

Cloe ahogó una carcajada.

—¿Y la tuya?

—Diría que es normal —se acercó al barman y pidió dos vasos de cerveza.

Eligieron una mesa apartada y se acomodaron.

—Casi olvido que eres igual a una celebridad -habló Cloe después de darse cuenta que su acompañante atraía todas las miradas femeninas—. Lo siento, creo que aún no estás acostumbrado a eso. Pero tranquilo, dame tus manos.

Al tomarse de las manos, ellos le estaban enviando el mensaje de que estaban juntos a todos los que estaban alrededor. Así ninguna fanática podría acercarse a intentar algo.

—¿Qué te parece si vamos a bailar? —inquirió el soldado, después de ver que algunas parejas se acercaban a la pista cerca de la tarima.

—Me encantaría.

Cuando iban a comenzar a moverse juntos, se acercó a ellos un hombre de vestimenta similar al que custodiada la entrada del evento.

—Disculpen la molestia, hay una toma de rehenes en un banco a cinco calles de aquí.

Cloe siguió a Steve hasta la salida. No tenía idea de que ellos podían intervenir en asuntos civiles. Los zapatos altos le dificultaron seguir el paso. La policía había hecho un cordón alrededor de entrada del banco.

—Capitán, hay siete funcionarios dentro. Los delincuentes están fuertemente armados —informó el oficial a cargo.

Steve asintió y miró alrededor. Estaba lejos de conseguir su escudo que había dejado en su departamento.

—Cloe, ¿crees que podrías ayudarme a entrar por arriba?

La mujer se fijó en que los edificios al lado del banco eran mucho más bajos, por lo que no podrían ir de una azotea a otra.

—Iré contigo —se apartaron hasta un rincón. Cloe se preparó mentalmente para lo que venía—. Necesito que me abraces.

Rogers hizo lo que le pidió y comenzaron a elevarse lentamente. Cloe apretó los dientes intentando no desconcentrarse con los sonidos del interior del banco y el aroma del soldado. Llegaron hasta la azotea y bajaron por las escaleras. La mujer se sacó los zapatos para no hacer ruido. Steve se adelantó, dándole un respiro a la mujer. Ella estuvo tentada a bajar directo por el hueco central de la escalera, pero no quería agotarse prematuramente.

—¡Hay intrusos! —gritó uno de los delincuentes una vez que observó el reflejo de Steve en la pantalla de una computadora.

Éste último entró en acción y comenzó a reducir a los criminales que encontraba a su paso. Por su parte, Cloe corrió hacia donde estaban los rehenes. Habían dejado la sala sin vigilante. La mujer ingresó y cerró la puerta con llave.

Los rehenes estaban sentados en el piso, en línea, con los ojos vendados y maniatados. Ella se acercó a desatar los nudos.

—Por favor, les pido que mantengan la calma. He venido a ayudarlos.

Todos tenían el miedo reflejado en sus caras. Así que intentó tranquilizarlos repitiendo que todo iba a estar bien. Dentro de la sala se escuchaba perfectamente varios disparos. Cloe decidió volver a salir.

—Cierren con llave y quiero que solo me abran a mí. Mantenga la cabeza abajo en caso de alguna bala perd... —no completó la frase porque una bala pasó rozando su brazo derecho.

La mujer se enfadó al ver que su vestido se manchó de sangre. Al salir, uno de los delincuentes le apuntó con una arma bastante grande.

—Hola bonita.

—No es tu día —dijo ella antes de patear el arma. Con su habilidad hizo que ésta se quedara pegada al techo, donde nadie podía alcanzarla.

El hombre era más alto y más corpulento que ella, lo que le permitió moverse más rápido y pudo noquearlo sin dificultad. Caminó por el pasillo siguiendo el sonido de los disparos. Steve estaba aventando lo que encontraba a su alrededor en dirección a los delincuentes. Había tres hombres inconscientes cerca de él.

Rogers se movió para llegar más cerca de los hombres que disparaban. Si hubiera tenido su escudo, ya los habría dejado sin armas. Cloe se acercó gateando hasta donde estaba el capitán.

—Voy a apagar las luces —le dijo ella.

—De acuerdo.

Ella localizó uno de los tableros seccionales y se quedaron a oscuras. El capitán comenzó a atacar al primero más cercano, mientras Cloe se unía para apoyarlo. Las balas salían disparadas en todas las direcciones. Los escritorios, cubículos y equipos estaban destrozados. Steve noqueó a todos y Cloe encargó de alejar las armas.

Los oficiales ingresaron de inmediato en cuanto se abrieron las puertas y se llevaron a los delincuentes.

—Muchas gracias, capitán —habló el policía encargado.

—No fue nada, tuve ayuda —miró en dirección a Cloe, quien estaba ayudando a salir a los rehenes.

Les curaron las heridas a Steve y a Cloe junto a la ambulancia que estaba afuera. Ella acompañó al capitán al edificio de los Vengadores para reportar el suceso del atraco al banco. Se quedaron esa noche a dormir en la torre ya que era muy tarde y estaban agotados para volver.

The Perfect Couple || Steve Rogers Donde viven las historias. Descúbrelo ahora