Encuentro con el destino

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—Dime por favor que no continúas enredada en las sábanas, Sakura Kinomoto— escuché repentinamente la melodiosa voz de mi prima al tiempo que sus pasos retumbaban en la entrada de mi habitación.

—Ya te dije que no quiero ir, no estoy de humor —no pude evitar soltar un gruñido mientras escondía mi cabeza bajo la almohada pensando ingenuamente que con ello no escucharía más la voz de Tomoyo.

—Por favor acompáñame, será entretenido y te hará bien salir un rato de tu metro cuadrado que huele a incienso, libros viejos y ... ¿café?

Presumí que su comentario se respaldaba debido al descubrimiento de un pequeño hervidor que secuestré de la cocina, un tarro tamaño familiar de café sabor vainilla, una botella de endulzante en gotas y como no mencionarlo, las dos o tres tazas vacías de café que se encontraban sobre mi escritorio justo al lado de mi computadora.

—Por segunda vez gracias pero no, y si, tomé un poco de café, ¿algún problema?

—¿Cuántas tazas has bebido?

—No lo sé, tal vez dos o tres— hice una pequeña pausa para corregirme—. O tal vez un par más.

—¿Estás loca? Sabes que no puedes tomar café, el médico te lo prohibió —su sermón me hizo recordar por unos instantes los que recibía por parte de mi difunta madre—.  Conozco gente que evade los  problemas con alcohol o consumiendo otro tipo de sustancias pero eres la primera que conozco a la que le gusta evadirlos casi intoxicándose con café.

—Yo no te he dicho nada por todas las veces que me has dejado plantada por salir con Eriol así que por favor no me reclames por beber un par de tazas de café mientras estudio, ¿quieres?

—Por lo mismo quiero que me acompañes, sé que últimamente te he dejado de lado pero por favor entiéndeme, estamos ajustando los últimos detalles para la boda —si lo pensaba bien, en menos de 10 dias serían marido y mujer—.  Pensaba que podríamos tener una tarde de chicas —su proposición me resultó tentadora por lo que decidí salir de mi escondite.

—Podríamos ir de compras al centro comercial y después almorzar en tu restaurante favorito.

—¿Postre de fresas?

—Los que quieras — soltó una carcajada—. Y hasta conseguí un permiso especial para que regresemos pasado la medianoche.

Su último panorama despertó mi curiosidad por lo que las preguntas no tardaron en aparecer.

—¿Qué te traes entre manos Tomoyo Daidouji?

—Si quieres descubrirlo tendrás que acompañarme, de lo contrario puede que te pierdas el mejor día de tu vida.

Nunca pensé que sería chantajeada por mi propia sangre y me sentiría enfadada por ello si no fuera porque en ese momento mi curiosidad era más grande que mi enojo, por lo que rápidamente tomé una decisión.

—Está bien, tú ganas, te acompañaré pero con la condición que ni tú ni Eriol planeen presentarme a algún otro chico odioso como las últimas veces.

—Descuida querida Sakura, te prometo que esta vez no sucederá nada de eso.

Con la promesa en el aire se marchó rápidamente dando brincos mientras hablaba consigo misma y organizaba todos los planes que tenía en mente para el dia. Yo por otra parte me senté resignada en mi cama intentando darme ánimos para arreglarme y así comenzar el día que prometía ser una verdadera locura.

Una vez lista bajé las escaleras con rumbo a la cocina cuando descubrí a Tomoyo sentada en el sofá conversando por teléfono con su prometido,  ¿Cómo lo sé? Porque se encontraba utilizando su característico tono de voz entre chillón y analfabeto mientras jugaba con su cabello enredándolo en su dedo;  ya veía que cualquier día de estos necesitaría unas tijeras para desenredárselo.

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