LA PRUEBA DE DANE

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El bardo se encontraba examinando la gran variedad de flores que había en ese pequeño jardín, mientras Sam seguía firme como el buen soldado que era. Dane dudo si entablar conversación con él, se veía que era una persona reservada, pero lo intento de todos modos.

-Así que... eres guardia de Syrah -Sam lo miró un momento y asintió ligeramente -. Sabes yo estuve ahí, en la sala del trono. Cante para el gran rey Cavill.

-¿Cantaste?, ¿Qué eres?, ¿Un bardo?

-Eh... sí.

Sam perdió la compostura y comenzó a reírse. Dane se sintió ofendido y decidió volver a examinar las flores. De pronto un Mykita se le acerco y lo miró con esos puntitos negros que servían de ojos para la criatura.

-Sabes, tu podrías ser material par una buena historia -Dane lo tocó con el dedo índice y el champiñón se colgó de él -Oh, está bien, ven amigo -colocó al champiñón en su hombro y observaron como Sam seguía riendo -. Sabes, tiene razón en burlarse, él es un soldado yo solo soy un simple bardo -los pequeños ojos seguían observándolo y eso lo puso de buen humor -. Eres bueno escuchando, ¿Tienes nombre? Te llamaré "Mill".

-Lindo nombre -dijo Hanna que estaba detrás del bardo apreciando la curiosa escena.

-Oh hola, ¿Todo está bien? -preguntó Dane.

-Sí, pero debes venir conmigo.
El bardo se incorporó y acompaño a la chica hacia el quiosco.

Cuando entraron Dane observó las 3 esferas que estaban en las columnas. Los orbes eran bellos, parecían hechos de los truenos que caen cuando llueve. Tenían distintos colores: verde, amarillo y azul.

-Son muy hermosos.

-Sí, lo son. Debes tocar uno -el bardo miró a Hanna confundido -. Es necesario para que puedas acompañarnos.

-Pero, ¿Qué pasará cuando lo toque?

-Hablaras con un dios -el bardo soltó una risa nerviosa, pero cuando vio la mirada de Hanna volvió a callarse.

-Espera, no puedes estar hablando en serio.

-Es en serio.

-Y ¿Qué se supone que tengo que decir?

-Eso no lo sé. Ahora elige el orbe que prefieras.

-Pero yo no... -Dane no sabia que decir, nunca había imaginado que se encontraría en esta situación.

-No estás obligado a hacerlo, pero temo que tendrás que irte del santuario y olvidarás este mundo.

Dane no sabía qué hacer, ¿Cómo iba a hablar con un dios? Era algo increíble y aterrador, pero por otro lado no quería olvidar este mundo, había vivido tantas cosas maravillosas y otras no tanto, tampoco quería olvidar a Hanna. Se acerco al orbe de color azul, pues era su color favorito, y antes de tomarlo Hanna le quitó a Mill.

-Suerte -dijo la chica y Mill hizó un ademan de despedida.

Dane alzó el orbe y todo se volvió negro.

Se encontraba tumbado en el suelo del quiosco, Hanna ya no estaba ahí, tampoco vió a nadie fuera del quiosco. Se incorporó y recorrió el lugar. Estaba completamente solo.

-¿Hola? ¿Hay algún... "dios" aquí?

-Hola Dane -dijo la voz de un hombre detrás del bardo.

-Ho... Hola señor -contestó el bardo haciendo una especie de reverencia.

-Llámame Havod -contestó el hombre ofreciéndole una silla.

-Havod, el dios del mar -dijo el bardo y el hombre asintió.

-Dime, Dane, ¿Por qué estas aquí?

-La verdad no lo sé señor. Debía tocar el orbe para acompañar a los otros.

-Ya veo. Es una tarea peligrosa buscar los orbes ¿Qué crees que puedes ofrecerle al grupo?

-Temo que muy poco o nada, señor.

-¿Nada?, ¿Tan seguro estas?

-Bueno, ¿Qué puede hacer un simple bardo contra criaturas mágicas?

-Veo que eres sencillo y humilde. Dos cosas que servirían a cualquier grupo.

-No creo que la humildad mate a los Iskalec.

-Jajaja, tienes razón, no lo hace. Pero la falta de humildad fue lo que encerró a mi hermano en su mundo.

-No creo que sea la única razón por la que deba acompañarlos.

-Ah nada se te escapa ehh. Tienes razón, hay una cosa más y es bastante importante. En tu hombro derecho tienes una marca de nacimiento -el bardo revisó la marca en forma serpenteante de su hombro -. Es la marca de Odphira.

-Temo que no lo entiendo señor.

-Si tu abres la puerta de Odphira en el solsticio Djevel podrá cruzar a tu mundo.

El bardo se sentía abrumado ante la gran responsabilidad que le había caído. Todo por una marca de nacimiento.

-Dane, quiero que sepas que eres más importante de lo que crees, no por la marca de tu hombro, sino porque eres una persona sencilla, ¿Quién dice que un bardo no puede cambiar la historia? -Dane sonrió -Te pido que nunca dejes de ser esa persona, sencilla y humilde.

-Muchas gracias señor -el hombre le guiño.

-Creo que ya es tiempo de que vuelvas. Tienes mi bendición y así como tu llegaste de improvisto a la vida de los demás, te concedo que puedas aparecer de improvisto en cualquier sitio.

-¿Eso que significa exactamente? -el dios rió y volvió a guiñarle.

-Tal vez lo averigües después. Fue un placer Dane. Para volver debes tocarlo de nuevo -el dios le acercó el orbe, pero estaba diferente, ahora estaba vacío y era una simple esfera -. Ah cierto, una cosa más, ya no le temas al agua, eso me ofende un poco jajaja.

El bardo tocó el orbe y todo se volvió blanco.

La conciencia de Dane volvió al mundo real, se encontraba de frente a la columna sosteniendo el orbe, lo volvió a colocar en su lugar y se volteó hacia Hanna.

-¿Cómo te fue? -preguntó la chica examinado la mirada perdida del bardo.

-Voy contigo -contestó con una sonrisa y la chica lo abrazó.

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