La Amante del mar

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Cada atardecer, en la isla de Milo, una hermosa joven llamada Shadi, se pasaba todas las noches mirando el bello y vasto océano desde su ventana, mientras cantaba una preciosa nana. Desde muy pequeña, jamás se había sentido parte de la tierra, no encajaba en la superficie con los humanos, pero cuando era engullida por el agua salada, su corazón se llenaba de paz y calidez, la calidez del hogar.

Nadie la amaba, ni siquiera sus padres la querían, por lo que siempre que cantaba rogaba a su amado océano que diera la oportunidad de experimentar ese sentimiento que tanto la intrigaba, el amor.

Una noche, Shadi decidió salir de su habitación a escondidas de sus padres, y marchó a la playa. La brisa besó su rostro enseguida, y la marea subía cual un imán hacía ella, como si el propio océano la reconociera. Se sentó en la arena, mojando solo sus pies hasta los tobillos, se tumbó observando la luna brillante hasta sumirse en un profundo sueño.

Ella se veía a si misma inconsciente en la arena con su camisón blanco mojado, y siendo acunada por las pequeñas olas que mojaban su piel morena y su cabello negro. Fue entonces, él salió del agua. Un hombre de piel blanca como la espuma, ojos azules como su hogar y cabellos oscuros cual noche sin estrellas. La besó en los labios, provocando que sus ojos se abrieran al instante y despertara de su letargo.

— Hola mi amor. — le dijo el apuesto hombre.

Ella se ruborizó, y no pudo evitar sonreír con timidez. — ¿Cómo puedo ser tu amor si nunca os he visto? — inquirió en frente del desconocido.

— Siempre me has visto. — respondió con su suave voz. — Yo te escuchaba cantar desde tu ventana, te veía bajo la luna de plata observando todas las noches, cantando hasta provocar que tu melodiosa voz se convirtiera en un suspiro para mí. Siempre he estado ahogado en soledad, escuchando las historias de amor de la superficie, anhelando encontrar a esa persona que llenara ese vacío que siento en mi corazón. Mi Shadi, esa persona eres tú.

Ella se quedó asombrada, y su corazón se llenó de ternura. Al final su sueño se había hecho realidad, en esa playa de arena, donde la tierra y el agua se unían encontró al amor de su vida. Su mano tocó la mojada mejilla del hombre y preguntó. — ¿Me queréis?

Las miradas de los amantes se cruzaron, y ambos sintieron que el tiempo se detuvo. No hubo respuesta por parte del joven, sino que acortó la distancia y la besó. Lo primero que sintió la joven fue el sabor de la sal del mar en los labios de su amante, y sus suaves manos, que la tocaban por los brazos y la nuca, la recordaba a cuando tocaba el agua al nadar.

— Shadi... Mi dulce Shadi... — susurraba a su oído. — Duerme mi amor, pues debo volver al océano. Volveré cada noche, aquí en donde nuestros mundos se cruzan, para amarte, pues a partir de ahora, soy tuyo.

El joven se puso de pie para partir, pero Shadi se levantó también y le agarró del brazo. — No, por favor. — le suplicó con anhelo. — No me dejes, ni siquiera me has dicho tu nombre.

Él cogió su mano con delicadeza y la besó en los nudillos. — Boreal. — respondió.

— Entonces te prometo Boreal que solo te amaré a ti.

Boreal la besó de nuevo en los labios, y se fue alejando poco a poco hasta soltar su mano y desaparecer en las profundidades del mar.

A la mañana siguiente, Shadi se despertó en su habitación aun con el sabor de sal en sus labios. Eso le dio la certeza de que lo sucedido la noche anterior fue real y que esa misma noche volvería a verlo.

Y así fue, todas las noches, la joven bajaba a la playa donde se reencontraba con su Boreal y se demostraban amor eterno durante toda la noche. Eran momentos sublimes y hermosos, en los que Shadi se sentía más viva que nunca.

Sin embargo, con el paso del tiempo la familia de la joven no tardó en enterarse de sus escapadas nocturnas y le exigieron que les contara sus motivos. Sin embargo, ella afirmó una y otra vez lo mismo: — Me he convertido en la amante del mar y me ha hecho suya en las arenas de esa playa, bajo la noche estrellada.

Pero como sospechó, nadie la quiso creer y la prohibieron acercarse a la playa, pues en una semana pensarían en mandarla a estudiar a la ciudad, muy lejos del océano.

La pobre Shadi lloró durante esos tortuosos días, separada de Boreal se sentía vacía. Lo que todos veían era su cuerpo vacío, ya que su alma se encontraba lejos junto con su amado.

La noche antes de su partida a la ciudad, a lo lejos en las aguas blancas bajo la luna, Shadi sintió como le daba un vuelco el corazón al ver un resplandor en el agua.

"Es él." Pensaba segura. De repente su ventana que se había mantenido cerrada, se abrió de golpe por el viento, el cual transportaba la dulce voz de su amado.

— Shadi... Shadi...

Ella corrió, corrió como si su vida dependiera de ello siguiendo la voz de Boreal, hasta llegar a la playa. Al llegar, observó a su amado a lo lejos en el agua, estirando su brazo, como si suplicara que fuera hasta él.

No sintió incertidumbre al sumergir su cuerpo en el agua, hasta abandonar el mundo terrestre.

Nadie volvió a saber de ella, nadie sabe que en realidad el mar la había convertido en su esposa, y que Boreal, rey de las mareas, bajo el agua volvió a besarla otorgándole la capacidad de respirar a su lado. Ahora juntos flotan bajo los lechos de coral, amándose por toda la eternidad.

Historia de fantasía y amor, para "el concurso de sonidos fantásticos" de . Esta canción desde un principio me mostró una historia de amor que pude darle forma hasta mostraros este cuento. 

Espero que os haga gustado. 

Besos

(Historia corta de 976 palabras)

La Amante del marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora