Usualmente la gente tiene miedo al amor, porque siempre le temen
a las cosas que saben que los hará transformarse.
Pablo Picasso
Banchory 1962
POV María
Estaba nerviosa. Había pasado toda mi vida en Banchory. Conocía Escocia casi como la palma de mi mano y no era la primera vez que salía de allí. Había estado en Brusendorf muchas veces con mis padres y mis hermanos pasando varias semanas durante años. Había ido a Londres e, incluso, a Gales varias veces hasta que él comenzó sus estudios de derecho.
La universidad le quitó mucho tiempo y apenas nos habíamos visto los últimos cuatro años. Además, se había vuelto retraído conmigo, algo que jamás pensé que pudiera ocurrir. Es cierto que íbamos creciendo. Ya no éramos unos niños y la diferencia de edad fue pesando cada vez más, pero, hasta el momento que él marchó a Oxford para ingresar en la facultad de derecho, no había sido tan evidente.
Era mi mejor amigo. Todos mis recuerdos le tenían presente. Desde muy pequeña. Siempre fue bueno conmigo y muy protector. Me tenía bastante consentida y yo era como una Luna orbitándole a un planeta siempre pegada a él.
No sé en qué momento pasó. Los años iban pasando y, cada vez que volvíamos a vernos, estábamos cambiados; crecíamos, de repente.
Un día, a los doce años, le pillé mirándome diferente y cuando se dio cuenta se ruborizó. Tenía dieciséis años y ya no era un niño. Era más alto que sus padres, con los ojos almendrados de Amaia y la sonrisa arrebatadora de Alfred, incluidos sus mismos hoyuelos marcados al reír. Su pelo era castaño oscuro sin llegar a ser negro. Era atlético y tenía espesas cejas y varios lunares salpicando su cara. Apasionado de Tolstói y Dostoievski y del derecho internacional surgido a raíz de los juicios donde mi padre había sido juzgado, tuvo claro desde joven que sería el derecho su vocación.
Cuando llegó mi turno de comenzar la universidad decidí hacer ciencias políticas. No es que las mujeres tuviéramos muchas opciones de tener posiciones de poder tras estudiar. De hecho, la mayoría estudiaba y, luego, al casarse se dedicaba a su casa, pero yo era una persona curiosa por naturaleza y las largas charlas con mi padre desde muy niña sobre esos temas habían hecho que quisiera comprender cómo funcionaban las cosas en otros lugares.
Cuando la guerra fría estalló, las tensiones entre EEUU y la URSS eran tales que me parecía increíble que hubieran sido aliados en la Segunda Guerra Mundial. Todo intereses claro, pero que hubieran incluso dividido Alemania por sus propias ambiciones era algo que necesitaba entender más allá de lo que los medios de comunicación nos contaban. La gente de la zona soviética había mermado mucho sus derechos civiles. EEUU se jactaba de ser un país más progresista, pero era un país racista y clasista. El apartheid de la raza afroamericana era una vergüenza para medio mundo y no algo por lo que sacar pecho. Muchas colonias de otros países querían independizarse de sus colonizadores y conservar sus costumbres y sus derechos. Dictaduras de izquierdas y de derechas campaban a sus anchas por el mundo y los que salían siempre perjudicados eran los mismos: sus habitantes. Muchos de ellos sin una voz potente que luchara por ellos y sus derechos. Sí, estudiaría ciencias políticas, y luego, lucharía por aquellos que no tenían opción de hacerlo por ellos mismos.
Hice la maleta nerviosa. Mis padres me dejaron ir sola a Oxford por dos motivos. El primero era la reputación de la universidad, de las mejores del mundo; y la segunda, la más importante, Javier llevaba cuatro años estudiando derecho allí, tenía un apartamento alquilado cerca del campus y tenía una habitación libre. Le conocían desde niño y habíamos pasado mucho tiempo juntos. Él cuidaría de mí durante mi estancia.
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Fräulein Anne
RomanceEn 1938, Anne se ve obligada a huir de su país por la tensa situación política, dejando atrás a su familia y a la persona que ocupa su corazón. La guerra cambia a las personas pero, ¿podrá el amor sobrevivir a la mayor guerra jamás conocida?