I. Pasado

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Disclaimer: Shingeki no Kyojin y sus personajes pertenecen a Hajime Isayama.

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Eren se había ido. Y con él, toda la vitalidad, la alegría y las ganas de Mikasa, también.

Nadie sabía por qué había decidido actuar por su cuenta, pero lo había hecho. Sin consultar a nadie, sin creer en nadie, sin apoyarse en nadie. Ni siquiera en la persona que lo había dado todo por él, que lo seguía de forma incondicional, sin cuestionar nada nunca, y que siempre lo había protegido aun a riesgo de que su propia vida acabase.

Desde entonces, Mikasa estaba apagada. Su ánimo había entrado en un stand-by extraño que nadie era capaz de volver a poner en marcha.

Nadie se atrevía a decirlo en voz alta, pero todos sabían que no estaba bien. Armin era el único que podía hablar con ella más de dos palabras seguidas o a quien no contestaba solo con monosílabos.

Jean, desde la distancia, solo observaba. No se sentía con derecho de hacer nada más porque compartía su dolor, porque sabía bien lo que era que alguien que te importa tanto parezca no verte.

Así lo sentía. Mikasa podría mirarlo de vez en cuando de pasada, podría considerarlo su camarada, su amigo. Pero nunca nada más. No podía ver más allá, no sabía observarlo profundamente, al contrario de lo que él había hecho con ella durante todos esos años. Y eso era tan frustrante que intentaba no pensar demasiado en ello. Le hacía daño.

Pronto se disputaría una guerra entre toda la humanidad y, sin embargo, solo podía pensar en su bienestar, en su felicidad; en que quería ver su tímida sonrisa más a menudo. Era muy egoísta. Lo sabía a ciencia cierta. Siempre lo había sido y también sabía que ya no podía cambiar, pero le daba igual.

Algo por lo que no se caracterizaba era por ser ingenuo. Casi desde que conoció a Mikasa le llamó la atención. Su rostro era precioso, su cabello parecía sedoso y suave y sus ojos escondían cierto misterio atrayente que quería descifrar. Sin embargo, sabía bien que aquel sentimiento no era recíproco y que probablemente nunca lo sería.

Había que estar ciego para no ver que Mikasa, más que amar, idolatraba a Eren. Y no lo entendía, realmente no era capaz de hacerlo. Él parecía no percibir la fuerza de sus sentimientos y sí, podría ser que le importara, pero solo como una amiga más. Al menos, él lo veía así. No obstante, la chica siempre tendía a tener conductas autodestructivas si estaba a su alrededor. No le importaba en absoluto salir herida o incluso morir si así lo salvaba a él.

En cierto modo, Jean quería que Mikasa lo viera a él de la misma forma en la que veía a Eren; de la misma forma que él mismo la veía a ella. Tristemente, no era posible. Se había acostumbrado con el tiempo. Porque todo en la vida es tiempo, porque el tiempo pasa inevitablemente por delante de nosotros. Algunas veces lo malgastamos y otras, lo aprovechamos. Pero al verla tan decaída, Jean se daba cuenta de que eso que dicen de que el tiempo todo lo cura era mentira. Porque su herida, aquella que el desamor de Mikasa le había producido con su indiferencia, aún no estaba cerrada del todo, mucho menos cicatrizada. Porque ahora más que nunca le sangraba a borbotones y no sabía bien qué hacer para que parara.

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