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—Podemos estar aquí, YoungJae. Este vagón está vacío.

YuGyeom deslizó la puerta y enseguida se sentó en uno de los muebles de cuero, rebotó un par de veces en su lugar debido al entusiasmo y luego miró a través de la ventana hacia el mar de gente que esperaba fuera del tren. Por su parte, él tomó asiento en el otro sofá. Podría haberse sentado a su lado, pero hablar con él de esa manera iba a resultar más cómodo.

Le había sentado de maravilla haberse encontrado con él mientras ambos esperaban su turno para cruzar a través del andén. YoungJae no era de hacer amigos con facilidad, pero fue sencillo hablar con el rubio. Kim YuGyeom era alegre y había sido muy amable al autoproclamarse su amigo, porque YoungJae necesitaba uno. Hubiera sido diícil si llegara a Hogwarts y no conociera a nadie.

A pesar de que su familia se relacionaba con otros magos y tenían amigos muggles, los Choi eran muy recatados en cuanto a las relaciones que formaban, y en lo personal, a él no le gustaba salir mucho de casa. Hasta ese momento le había bastado jugar con sus primos en casa de la abuela, pero conforme los días fueron pasando y la hora de partir al colegio de magia se acercaba, YoungJae se dio cuenta que un amigo no le vendría mal. Lo malo fue que no tenía conocidos cercanos a su edad que fueran admitidos ese año a Hogwarts, la prima Dahyun era parte de la Academia Mágica Beauxbatons en Francia y el primo Félix iba a la Escuela Koldovstoretz en Rusia.

Se había resignado a estar solo durante los primeros días mientras se acostumbraba al sitio y pulía sus habilidades para socializar, pero por fortuna había chocado con YuGyeom por accidente. En lugar de molestarse, YuGyeom le tendió la mano y sellaron su creciente amistad con un apretón de manos juguetón.

—Hola, chicos— una mujer dio dos golpecitos en la puerta y luego movió su carrito lleno de comida, más que nada golosinas. —¿Les gustaría comprar algo?

YuGyeom desvió su atención de la ventana y miró con asombro las cajas y bolsas de colores llenas de dulces. Él era un niño muggle, por lo tanto no había visto dulces como esos.

YoungJae decidió comprar unos cuántos y compartirlos con él, enseñándole así algunas cosas sobre los dulces mágicos. Como que las ranas de chocolate estaban encantadas y que en la caja podrías encontrar cromos para coleccionar, cuyas imágenes aparecían y desaparecían todo el tiempo. Fue divertido verle brincar asustado cuando la rana saltó hacia su cara y se acomodó en su nariz.

YuGyeom era hijo de padres muggles que habían tenido un familiar perteneciente al mundo mágico en algún momento. Era bien sabido que antes de la segunda guerra mágica, los magos y brujas rechazaban a la gente como YuGyeom y los llamaban "mudblood" o "sangre sucia", una palabra bastante fea que por fortuna estaba casi extinta del vocabulario de los magos en la actualidad, aunque siempre existen las excepciones.

YoungJae sabía que aún habían familias que tomaban en cuenta el asunto de la pureza, y de hecho, era muy probable que se toparan con varios hijos de esas familias en Hogwarts. YuGyeom jamás se había enfrentado a una situación así y no tenía idea de lo que la palabra mudblood podía causar. Viéndolo desde otra perspectiva, llegó a la conclusión de que su amistad no fue una casualidad, él iba a defenderlo en caso de que surgiera algún inconveniente indeseado en el futuro. YuGyeom tenía un espíritu valiente y libre, estaba seguro que no requería que alguien lo cuidara o defendiera, pero Choi estaba dispuesto a dar la cara por cualquier cosa. Después de todo Kim es su amigo.

—¿No le dolerá si la como?— YuGyeom tomó a la rana con cuidado y su nariz por fin se vio liberada.

YoungJae soltó una gran carcajada por su pregunta, y luego de recuperar el aliento se encargó de explicarle a YuGyeom. —No son ranas de verdad, se mueven y saltan como las verdaderas porque están hechizadas. Muchos de los dulces mágicos son así.

En el andén 9 ¾ [JackJae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora