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Capítulo XLVII
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Diciembre se despidió con rapidez, se adivinaba en los rostros que el tiempo de ocio estaba menguando. De igual modo, estaban presentes las promesas renovadas en un intento de hacer del nuevo cúmulo de tiempo, un mejor uso que del anterior.
La fiesta de año nuevo se celebró en casa de Val, insistió tanto que terminó ganando (como casi siempre). La velada fue estupenda, hubo más asistentes que en la cena de navidad: algunos amigos de la anfitriona, entre ellos su amor estelar, parecía buen tipo, aunque como bien sabía, "Caras vemos..."
En casa de la vecina, las risas no se hicieron esperar, tampoco las payasadas. El alcohol y la comida iban desapareciendo. Antes de las doce de la noche hicimos el eterno ritual de las uvas, pidiendo un deseo por cada fruta que nos llevásemos a la boca. La situación se volvió cómica cuando algunas personas no se tragaban las uvas, las mantenían en la boca, ya que, según ellos, era al final que engullían todo ese riachuelo morado. Vamos a ver, si es complejo hacerlo estando sobrio, con casi todos borrachos, fue un gran espectáculo.
Yo alcancé a pedir sólo seis deseos. Con el resto de las uvas los repetí. Sentía que estaba casi en paz con lo que tenía, deseaba seguir conservándolo, nada más.
Ahora era cuatro de enero, estaba en la misma casa de la fiesta, me quedé aquí cada día después de año nuevo, a petición de su dueña. Adoraba a Valeria a pesar de su peculiar forma de ser y estos días habían sido tan caóticos como relajantes. Intenté por todos los medios darle algo de luz a aquella sombra que dejó entrever la tarde que se ofreció a acompañarnos a la estación, no obstante, siempre terminábamos en nada: se salía del tema, me cortaba en seco, me calmaba insistiendo en que no hubo nada más, o intentaba enredarme hablando sobre lugares paradisíacos para el viaje que haría con el profesor. Si estuviese como asistente, le creería más a Pinocho. De igual manera, no insistí, debía respetar su espacio, únicamente dejé claro que estaría allí cuando lo necesitara.
—Son muy dedicados sus estudiantes. Hasta en vacaciones colaboran —uno de los enfermeros charlaba animado con Marcos mientras veía como entregábamos los regalos en el ala de pediatría, de la clínica a la que le acompañé con anterioridad. Decidimos comenzar con pie derecho, siendo generosos. Me hubiese gustado venir solo con el profesor antes, mas es evidente que no era un buen plan, entre más estudiantes se unieran a la labor, más desapercibida pasaría.
Yo rondaba cerca de él, le dedicaba sonrisas, pero poco más.
La horrible sensación que me causan las clínicas se esfumó, el júbilo de saberse útil para alguien más ayudaba muchísimo. En un momento de descanso, en el que los niños que podían salir de sus habitaciones (los cuales esta vez, gracias al cielo eran todos) veían una presentación de baile, el profesor me hizo señas para que fuese a su lado. Alzó una hoja que descansaba sujeta en una tablilla por la parte superior e hizo como que me explicaba algo de allí.
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Siénteme ©
RomanceJaqueline Espinoza es una joven estudiante, independiente, familiarizada en mayor medida con la benevolencia de la vida, con el fluir Pacífico de la realidad. Existencia que se le complica al verse inclinada hacia su atractivo profesor quien comienz...