Capítulo 1

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"Todos merecemos segundas oportunidades e incluso después de la muerte". 

Me encontraba en un lugar disperso, un lugar que no conocía antes, y que mucho menos tenía idea de porqué me encontraba aquí. Era un lugar oscuro, no había luces por ningún lado que pudiesen iluminar a mi alrededor, pero la oscuridad no era tan extrema, podía ver, aunque con un poco de dificultad. Me pregunté varias veces a mí mismo que porqué me encontraba en este lugar si yo mismo me había quitado la vida, ¡yo mismo había acabado con ella!

¿Qué habría pasado? ¡¿Por qué demonios estaba aquí?!

No sabía cómo rayos podía estar en ese lugar, ¿será que es posible que alguien me haya socorrido al momento de mi suicidio y ahora me encuentro entre la vida y la muerte en la sala de un hospital y, este es un solo y profundo sueño?

¡NO!

¡No podía ser!, nadie pudo a ver entrado a mi casa y hacer semejante cosa, no tenía a nadie, ni mucho menos tenía vecinos cerca que pudieran darse cuenta.

En ese mismo momento me eché al suelo, cayendo de cuclillas y quise llorar, quise llorar por esta vida puerca que no paraba de torturarme, justo cuando reuní valor para quitarme la vida, la vida me pagaba de una manera injusta e imperdonable...

No me lo creía, me sentía fatal, me sentía la peor escoria de todo el universo, y lo peor de todo es que me sentía mucho más terrible que antes de suicidarme.

Y no pude contener las lágrimas, lloré, lloré porque ya no había otra alternativa más que llorar y descargar la furia y el dolor que contenía en ese momento.

Y grité, grité fuerte; grité de rabia, de dolor, de pena, y por todas las miserables situaciones difíciles de mi vida.

¿Cómo era posible? Yo había muerto, me había suicidado y aún seguía con vida, y sí, no me quedó de otra que creer esos comentarios que en un determinado tiempo los creí tontos del que cuando te mueres, te espera otra vida.

Yo solo quería paz, tranquilidad, y ya no vivir, pero ¡no! La vida se había empeñado en destruirme inhumanamente.

¿Ahora qué se supone que haría?

No lo sabía, no sabía qué iba a ser de mí a partir de ese momento, no lo tenia en claro ni mucho menos quería pensarlo, porque sería absurdo... e infinitamente torturante.

Cerré mis ojos fuertemente aún brotando lágrimas de ellos y me perdí por unos momentos en mis pensamientos, pero todo fue tan repentino que no sabría cómo explicarlo.
Sin ni siquiera abrir mis ojos sentí la opresión de la presencia de alguien... ¿se podría decir alguien? Creo que no, porque lo que se percibía era algo sobrenatural, algo fuera de lo sentido antes. Quise abrir mis ojos y lo que vi fue algo que me dejó perplejo, me dejó sin visión, hasta sin aliento.

Pensé que estaba loco, cerré mis ojos apretándolos fuerte y los abrí nuevamente, pero aquello seguía allí. Quise correr, pero no había para donde, sentí cómo mi corazón quería salir de su lugar.

Era un destello de luz fuerte, algo que nadie lo creería... Flotaba en el aire, ni siquiera había algo que lo contuviera. Era como una persona, una persona incapaz de poder ver por toda ese destello de luz que emanaba.

Quise pararme del suelo pero ya no podía, aquella fuerza me lo impedía.

ꟷ¡¿Qué eres tú?! ꟷGrité entre sollozosꟷ ¡¿Qué quieres de mí?!

Seguí llorando... gritando, sentía un dolor desgrarrador en mi pecho que casi perdía la respiración. Eso era algo inaguantable. Quise arrepentirme por a verme suicidado, sentí arrepentimiento porque todo eso era más doloroso y cruel que lo anterior. Pero por un momento quise pensar que todo eso pasaría, que pronto todo iba a desaparecer, hasta yo mismo. Pero el dolor seguía aumentando.

—Seas lo que seas, ¡por favor no me hagas daño! —Me volví flexible, supliqué. Yo ya no sabía nada de mí, no sabía dónde me encontraba y mucho menos que sería de mi a partir de ese momento, por ello, supliqué clemencia, para que fuese lo que fuese, no me hiciera daño.

Pero aquello solo miraba hacia mi dirección sin omitir palabra alguna. No podía ver sus ojos, nada de aquello, pero sabía que miraba hacia mí, lo percibía.

—No vengo hacerte daño.

Al escuchar esa voz mi piel se erizó, mis oídos se volvieron más flexibles y mi dolor fue reduciendo...

Pero... ¿Qué significaba eso? Iba sintiendo una innumerable paz en mi interior, aquella voz de alguna manera hacía un efecto sobrenatural en mí, pero no pude descifrar lo desconocido.

Ahora me sentía confundido, porque apesar de toda la paz que se desbordó en mi interior al escuchar esa voz, mis ojos no dejaban de brotar lágrimas, no dejaban de llorar. No lo comprendía. Ni siquiera podía ponerme sobre mis propios pies y de un momento a otro me encontraba arrodillado.

—¿Entonces que quieres de mí? —Le grité fuerte.

Pero aquello no me daba respuestas cada que yo preguntase algo. Respondía cuando quería, como dándole tiempo a no sé qué cosa. Y era extraño, porque sentía una sensación nueva en mi ser. Sensación que jamás había sentido...

Me sentía sin fuerzas pero a la vez me sentía bien con ello, parecía no ser un problema.
Pero no podía evitar las lágrimas, lo hacían por sí solas y yo ya no podía hacer nada.

—Quiero saber dónde estoy. Y porqué si morí estoy aquí, vivo aún—, en mí solo se encontraba enojo en ese momento—. ¡¿Qué eres?! —Volví a preguntar a voces, enojado porque talvez no volvería a decir más ni siquiera quién era en realidad.

Quería respuesta a todo, sentía que me iba a poner loco por todo ese cambio en mi interior después de escuchar esa dulce y cálida voz, esa voz inigualable que alimentaba mis oídos y los limpiaba, que hacía que olvidara todo lo malo que me habían dicho, todo lo sucio y no correspondido. Esa sensación tan drástica que sentía, y cómo se erizó mi piel y más nunca volvió a su estado normal... Y porqué mis ojos no podían tan siquiera mirar dos segundos ese destello de luz que estaba enfrente mío y sobre todo el porqué no paraba de llorar.

—Yo soy El Alfarero, El hijo del hombre, el que era, el que es y el a de venir. Yo soy Jesús. Y estoy aquí para salvar tu alma.

La carta: antes del suicidio [Parte 1 y 2] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora