CAPÍTULO 4

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No había vuelto a tocar el violín desde la muerte de mi padre. Él fue el que me apuntó a clases. El me animó y me guio en el camino de la música. Aquel día sentí la necesidad de hacerlo. Tras reflexionar sobre la mudanza llegué a la conclusión de que debía seguir adelante. Lucharía por no perder las amistades mas importantes y lucharía por encajar en Madrid. Todos mis sentimientos negativos decidí expulsarlos a través del violín. Hacía mucho tiempo que no lo tocaba pero mis dedos se deslizaban por las cuerdas con gran facilidad.

Entró en la habitación mi madre y como si el violín hubiese hecho caso a mis sentimientos, al fin llegó una buena noticia. Mi madre me explicó que había hablado con la madre de Ana y que podría pasar el verano con ella, mientras mi madre preparaba la mudanza y trabajaba sus primeros meses en Madrid.

Todos los años solíamos viajar en verano, pero aquel año decidimos no hacerlo, muy a mi pesar. Sentíamos que planear un viaje sin mi padre sería muy extraño y decidimos dejarlo para otro año. Asique ese verano, el plan estaba claro disfrutar de los últimos día en la ciudad en la que había crecido.

Recuerdo que aquella noticia me hizo volver a sentir felicidad en el cuerpo de nuevo. Pronto me encontraba haciendo planes y planes antes de que acabaran las vacaciones. No me importo que mis amigas saliesen por sus pueblos, las hice venir a Toledo para ir a la piscina, para hacer pequeñas maratones de cine... Había algo en especial cuando nos reunía con mis mejores amigas. Nadie sacaba el teléfono. Juntas disfrutábamos de lo lindo, sin importar los problemas de cada una.

Muchas de mis amigas comenzaban a tener problemas con novios, yo estaba ahí para consolarlas, aunque me sintiera rara por ser de las pocas que no tenían relación con casi ningún chico. Esperaba que eso cambiara en Madrid. Esperaba conocer a alguien que cambiara mi vida. Lo que nunca me imaginé es que encontraría algo tan perfecto pero tan distinto de lo que esperaba.

Aquel verano sería muy especial para mí, guardo cada uno de los momentos en mi memoria. Todo el verano fue genial. Excepto el final. Fue bastante agridulce.

Durante las vacaciones la familia de Ana me llevó a el parque de atracciones. Allí disfrutamos de un gran día. Nos montamos en cada una de las montañas rusas y al finalizar el día prometimos que la distancia no rompería nuestra amistad jamás. Aquella noche bajo las estrellas en un hotel cerca del parque, sentí que no estaba sola y que podía confiar en que mi amistad perduraría.

Las semanas siguientes hicimos planes, para tras mi mudanza a Madrid seguir viéndonos y prometimos hablar a diario. Incluso llegamos a pensar en ir a la misma universidad.

A la mitad del verano mi madre y Claudia vinieron a visitarnos. Mi madre me enseño fotos de mi nueva casa y fuimos juntas a elegir complementos para mi cuarto. Elegimos unas cuantas estantería, una cama y lo mas importante para mí. Un marco en el que poner fotos de mi padre y de mis amigas, para recordarlas siempre.

Mi madre me contó sobre su trabajo, sobre sus ideas y compañeros y me preguntó si quería mudarme ya a Madrid.

Aquella pregunta me quitó el sueño toda la noche. A lo mejor era bueno echar raíces en Madrid antes de empezar las clases. Decidí entonces ir a Madrid una semana antes de las clases.

Aún así todavía me quedaba un mes de vacaciones con Ana y pensaba aprovecharlo. Fue un verano muy intenso y me dejé de sentir fuera de lugar. A veces pensaba que era extraño que solo me juntase con Ana y otras 10 personas. Pero luego pensaba en que mejor sola que mal acompañada.

También reflexionaba sobre si estaba siguiendo los pasos que mi padre hubiese querido. A lo mejor debería estar ayudando a mi madre con Claudia. A lo mejor debería estar estudiando.

Entonces llegó aquella noche. Aún la recuerdo perfectamente. Las estrellas alumbraban el cielo y me encontraba junto a unas amigas y Ana en el campo tras una fiesta de despedida. Fue una noche muy hermosa, la noche antes de mi partida a Madrid, y juramos no separarnos. Todo era demasiado perfecto para encajar en mi vida. Mi aburrida vida que se había tornado dramática y extraña desde la muerte de mi padre.

Tras la fiesta con mis amigas, fui a la casa de Ana y hicimos una pijamada que siempre recordaría, sobre todo por que al día siguiente el drama regresaría a mi vida.

Me levante bastante tarde ya que no me dormí hasta las 4 de la madrugada. Miré mi celular y descubrí que tenía 3 llamadas de mi madre.

Asustada la telefoneé -Mamá que pasa estáis bien.

- Si hija... Bueno yo sí.. Tu hermana se desmayó anoche y aún no me han dicho que tiene.

- Mamá.. voy enseguida en que hospital estáis- respondí agitada

-Estamos en Madrid no puedes venir y... yo tampoco te puedo recoger...- Hoy era el día que me mudaría a Madrid.

Tras finalizar aquella llamada mi cabeza se llenó de pensamientos... No puede tener nada grave pensé... Cuando Ana se levantó expliqué la situación a su familia y se ofrecieron a llevarme y aunque sentía que me aprovechaba de su amabilidad acepté.

Mientras estaba en el coche, veía pasar todas las calles y monumentos por los que había pasado millones de veces. Las lágrimas inundaron mis ojos al pensar que ya no pasaría por allí a diario. Podría volver, pero ya nunca sería lo mismo. Todo había cambiado. Yo había cambiado.

Cuando llegamos a aquel hospital de Madrid recé porque nada importante le pasara a mi hermana. Me despedí entre lágrimas de Ana. Todavía se me saltan las lágrimas cuando recuerdo aquel momento. Di las gracias a los padres de Ana y me dirigí hacia el interior del hospital.

Nunca entendí porque los hospitales son tan blancos, la verdad me parecía que incluso las paredes te deprimían. Pensé sobre todas las historias de las personas que habían pasado por aquí. Como ya os habeís dado cuenta seguramente, me gusta pensar en ello.

En la recepción me enviaron hacía una habitación donde se encontraban mi madre y mi hermana. No me dejaron entrar porque un médico se encontraba haciendo pruebas a mi hermana. Decidí entonces ir a la cafetería del hospital.

Esa cafetería también sería un lugar importante en mi vida, pasaría mucho tiempo allí aunque el café estaba asqueroso. Pero allí conocí a alguien que se convertiría en alguien muy especial.

Estaba sentada en una de las mesas con el café en mano cuando chico de cabello rizado y rostro angelical entró en la cafetería gritando a una persona mas mayor que él. El chico aparentaba unos 18 años y al que gritaba parecía ser su padre.

Como soy un poco cotilla, escuche alguna de las frases que se gritaban:

- No te preocupas por Teo, nunca lo haces... Gritaba el chico

- No puedo arruinar mi vida por él- gritaba el padre.

Un personal del hospital se acercó para pedirles calma. El chico se sentó en una mesa y el padre que estaba bastante estresado se metió al baño.

Yo ya había acabado asique salí de la cafetería, un poco afectada por aquella riña que acababa de escuchar. ¿Qué les pasaría para gritarse así en un hospital? Decidí volver a la habitación para ver si los examenes habían acabado.

Pasé al lado de una habitación con recién nacidos, y al lado de una habitación con niños con cáncer. Aunque no lo sabía en ese momento en esa habitación ocurrirían muchas cosas. Y ahí se encontraba Teo,el niño del que hablaba el chico de la cafetería.

Entonces llegué a la habitación, me acerqué y llamé a la puerta. Al abrir me encontré a mi madre llorando y mi hermana dormida. Mi madre se acercó y me dijo:

-Tu hermana tiene cáncer.

Público el capitulo hoy, aunque tenía pensado esperar al finde, porque TODO CAMBIÓ ACABA DE LLEGAR AL LAS 100 LEÍDAS
Muchas gracias al todos por darle cariño a mi historia, sobre todo a LupeTorrascaGon, si no fuera por ella no habría continuado escribiendo.

Todo cambióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora