Prólogo

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Era casi la hora de cerrar, y hacía un buen rato que 90’s, mi tienda de discos, se había quedado completamente muerta, así que dejé mi sitio en el mostrador y paseé por las estanterías del final de la tienda ordenando los álbumes de vinilo, que mis últimos clientes habían desordenado previamente durante su proceso de encontrar un regalo de navidad adecuado para su hijo. Al día siguiente era navidad, y aunque ese sitio contenía mi vida entera, no podía esperar a cerrarlo durante unos días y aprovechar para dormir.

Me metí en el trastero para buscar una fregona y una escoba, limpiar la tienda y cerrar, pero entonces escuché la puerta abrirse y el sonido de una campana  que indicaba que había llegado un nuevo cliente. Maldije mi suerte en silencio y grité que saldría en seguida mientras dejaba los objetos que había venido a buscar al lado de la puerta, para así tenerlos controlados y poder cogerlos tan pronto como el cliente dejara el establecimiento.

Salí y miré alrededor, hasta que al final mis ojos se pararon en una chica parada delante de la estantería etiquetada como “Clásicos”, y a pesar de que estaba de espaldas a mí, reconocería esa pequeña figura de pelo rizado en cualquier sitio.

“¿Laia?” pregunté, y la chica se giró lentamente, con una enorme sonrisa dibujada en su cara. Mis ojos encontraron los suyos, tan azules como siempre, y entonces vino corriendo hacia mí y me abrazó.  

“Oasis” dijo de repente.

“¿Qué?” pregunté confuso, y ella volvió a reír.

“Stop crying your heart out. La canción.” Contestó, y entonces reaccioné formando una “o” con mi boca. De los altavoces de la tienda salía esa misma canción, y sonreí al darme cuenta de que la había reconocido.

Laia había sido mi mejor amiga desde que tengo memoria. Al cumplir los 18, dejó Brighton y se fue a Londres a estudiar Bellas Artes, donde conoció a Joe Curtis, un estudiante de arquitectura del cual se enamoró enseguida. Ahora, a sus 26 años, Laia se dedica a decorar casas para después venderlas y a exponer sus cuadros en galerías una vez cada unos cuantos meses, mientras que el señor Curtis hace lo que ya todo el mundo sabía que haría cuando le conocieron: ser arquitecto.

Y yo, bueno. Yo sigo aquí en Brighton, donde abrí mi propia tienda de música, a la cual llamé 90’s, porque me parecía un buen nombre y porque creo que los 90 fue la mejor época. Y sigo completamente enamorado de mi mejor amiga.  

Esa tarde, o lo que quedaba de ella, Laia estuvo conmigo, ayudándome a limpiar mi queridísima tienda de discos, y al terminar, puse un cartelito de “Cerrado” en la puerta e hice bajar una valla para que nadie pudiera acercarse al escaparate.

“Ashton” me llamó ella de repente. Me giré y la miré. Soltó un suspiro, y hacía tanto frío que su aliento se convirtió en baho, y su nariz se volvió completamente roja, igual que sus mejillas. La imagen me hizo sonreír, “¿qué harás mañana?”

“Cena familiar, supongo” respondí. Igual que todos los años.

“Venid a mi casa” propuso, “y no acepto un “no” por respuesta. Todo el mundo estará ahí.” Y yo, como no podía decirle que no, acepté.

Así que ahí estaba yo, la noche del día siguiente, parado en frente de casa de los Cooper, con mis hermanos pequeños y mi madre, que no paraban de repetir lo mucho que habían echado de menos a Laia, comos si yo no lo hubiera hecho a todas horas. Llamé al timbre. Charlie, el hermano mayor de Laia, me abrió enseguida. No exageraba cuando decía que todo el mundo estaba ahí: los padres de Laia, su hermano, Emily, la novia de su hermano; Mary con su novio, Luke, y su hermano Michael, con su novia Grace. Y por último, Calum y Lana. Como no, Laia y su perfecto novio, Joe Curtis. Me sentía fuera de lugar. Mis padres se fueron con los demás padres, mis hermanos con los demás niños, y yo fui a juntarme con la pareja que supuse haría menos deprimente el hecho de hacer de aguantavelas: Michael y Grace.

Pronto llegó la hora de cenar, y después la de los regalos, pero antes de empezar a abrirlos, Laia nos hizo parar a todos, que la miramos expectantes. Estaba increíblemente sonrojada y no podía parar de reír, la cual cosa me hacía pensar que a lo mejor había bebido demasiado champán. Pero parece ser que el motivo no era ese.

“Quería daros las gracias a todos por venir” empezó, “y a pesar de que mis padres ya saben esto, y de que Mary es un poco demasiado observadora, quería que fuerais los siguientes en conocer la noticia, ya que considero que sois mi família y tenéis que ser de los primeros en enteraros”, y en ese momento Laia levantó la mano derecha, y en el dedo anular descansaba un fino anillo de oro blanco con un pequeño diamante en el centro, “Joe me ha pedido matrimonio, ¡y estáis todos invitados a mi boda!” exclamó, y noté como el mundo se me caía encima de repente. Por suerte, todo el mundo estaba demasiado ocupado abrazando al futuro matrimonio y felicitándoles como para fijarse en que yo me quedaba atrás y era incapaz de reaccionar.

Entonces, Laia se plantó delante mía y me obligué a sonreír.
“Enhorabuena” conseguí decir, y ella volvió a abrazarme.

“Vas a ayudarme a organizar la boda, ¿verdad?” preguntó, y a pesar de que todos mis sentidos me gritaban que dijera que no, de nuevo, no era algo que yo pudiera contestarle, no a ella, por lo que solo asentí, tan solo haciéndome una idea de lo horribles que serían los próximos meses.

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¡He vuelto! Y tengo muchas esperanzas puestas en esta mini-fic (y digo mini porque os seré sincera y os diré que tiene muy poquitines capítulos).

Además, no tardaré en subir porque ya he empezado a escribirla y hay unos cuantos capítulos hechos, por lo que subiré uno por semana si todo va bien.

Le dedico esto a Laia, ya que la protagonista está inspirada en ella, lmao, y a Tessa, porque sí, porque la quiero mucho y siempre me anima a escribir. 

Espero que os guste tanto como SWBL y LRaH y que comenteis y voteis y todas esas cosas. 

¡Os quiero!

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