Para no faltar a la verdad, no fue complicado quedar de nuevo embarazada.
Después de la alegría inicial, absoluta y plena, fue sobre todo Flavio el que se paró a plantearse lo que estaba ocurriendo ahí. Por supuesto, el embarazo no había sido un descuido ni un desliz. Todas las relaciones que estaban manteniendo, que no eran pocas, las mantenían sin protección. Después del aborto, Samantha no había vuelto a usar ningún tipo de método anticonceptivo: su ciclo menstrual había recobrado su ritmo habitual de manera natural y no había vuelto al anillo vaginal ni se había pasado a la pastilla. Era lógico asumir que en algún momento el sexo sin barreras derivara en algo así, pero tan sólo unos días después de realizarse el test de embarazo, fue la valenciana la que encontró a Flavio más callado de lo habitual, y su rápida y ansiosa mente empezó a elucubrar mil escenarios catastróficos totalmente alejados de la realidad.
Lo peor que tenía Samantha, sin embargo, era su habilidad para tratar los temas más delicados en las peores situaciones.
Se encontraban arrastrando el carrito de la compra por cierto supermercado de firma valenciana, en la sección de verduras, cuando el murciano no se percató de que su chica y la futura madre de su hijo le estaba hablando.
- Bueno, ¿me vas a decir qué te pasa? – inquirió ella por fin.
Dejó la bolsa de las cebollas dentro del carro y buscó sus ojos marrones, en medio del pasillo, entorpeciendo el paso de la media docena de personas que hacían la compra a esa hora.
- No me pasa nada – murmuró él, devolviéndole la mirada.
- Eso sólo lo dicen las personas a las que les pasa algo.
- ¿Has cogido los ajos?
- No me cambies de tema, Flavio.
- Que se me quedan los sofritos sosos, Samantha – la esquivó, cogió una ristra de ajos morados y los metió también al carro. Suspiró, acarició de arriba abajo el brazo izquierdo de la valenciana y bajó la voz. – Hablamos en casa. No pasa nada, sólo estoy preocupado.
- ¿Por los sofritos?
- Por ti.
Hay que joderse, pensó ella. Aceptó el beso que Flavio depositó en su frente, pese a estar en un sitio público, y ni siquiera así se le deshizo el nudo de nervios que se le había creado en la boca del estómago en un momento.
Terminaron de hacer la compra, pagaron y la cargaron al coche. Durante el trayecto de vuelta a casa sólo hablaron de nimiedades, de planes para los próximos días... eludiendo de manera consciente el tema que los dos traían en la cabeza. Al llegar a casa, descargaron la compra y no hizo falta que Samantha preguntara de nuevo para que Flavio pusiera sus preocupaciones sobre la mesa. La de la cocina, concretamente, mientras guardaban en la despensa y los armarios los alimentos que habían comprado.
- No quiero que parezca lo que no es, pero... - comenzó - ... ¿tú estás segura de esto?
- Define esto.
- Del embarazo.
Efectivamente, empezaba a parecer lo que no era, pero como a veces Samantha no sabía por qué derroteros iba la mente de Flavio, había aprendido a no alterarse hasta que él consiguiera explicarse por sí mismo.
- Cuando te dieron el alta después del aborto, viniste a verme a la UCI – le dijo. - Y no voy a olvidar nunca esa conversación, Samantha. No quiero meter el dedo en la llaga ni traer traumas pasados, pero me dijiste que sólo querías ese hijo. Nunca quisiste ser madre, y que el embarazo fuera espontáneo te dio una perspectiva que no tenías antes y entiendo que te aferraras a ese niño, o niña, o lo que hubiera sido.
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UN POCO DE FEBRERO... y todo septiembre.
FanfictionHan pasado diez años desde que finalizó la edición más surrealista de Operación Triunfo y la vida no ha sido igual de dulce para unos que para otros. Diez años después del boom que supuso su paso por el programa, Samantha se reencuentra con un Flavi...