CAPÍTULO I

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Como eran la mayoría de días en el centro del viejo continente, este era uno soleado, uno que alentaba a las personas del común como a la nueva élite por igual al salir de sus hogares para sentir la calidez radiante que el sol les regalaba, aunque la única desventaja de esto era que tendrían que sentir la briza del aire contaminado de radiación y los gases provenientes de las fábricas alejadas del corazón del reino si es que no tenían la fortuna de estar en las áreas meramente seguras. 

Sin embargo, este no era el caso de dos muchachos de una edad aparente de 17 años dada a algunos de sus rasgos faciales, tal y como sus ojos brillantes como gemas y que combinaban con sus cabellos que llegaban a la parte media del cuello, es decir, más de lo que el ejército permitía. No obstante, sus estaturas sobresalientes del metro setenta y nueve hacían dudar sus edades a quienes lo viesen, pero eso poco les importaba, ya que ambos paseaban por las calles de su antiguo hogar, vistiendo sus uniformes que generalmente la armada les exigía portar en todo momento.


- ¿Crees que nos digan algo por habernos fugado? -El más alegre y llamativo de los dos a causa de sus inusuales características físicas le preguntó a su amigo, quien le dirigió la mirada para luego alzar sus hombros levemente junto a una pequeña sonrisa que rápidamente se desvaneció como la arena ante el golpe de una ola.

- ¡Claro que si...!, pero solo di que fuimos a patrullar el área -El más alto contestó con indiferencia mientras que su mirada abandonaba los ojos de su compañero para contemplar el antiguo palacio de la realeza autoritaria, que ahora estaba en ruinas a causa del golpe de estado que se había dado hace unos cuantos años y que había traído al reino un régimen monárquico constitucionalista. 

- Ay por favor Joseph, ¿En serio piensas que nos van a creer eso? ¿No se supone que tu eras el listo? -Soltando una pequeña risita, el rubio dijo burlonamente mientras que observaba a su compañero y le daba un mordisco a una manzana que había recogido del frutero de su casa.

- Eso lo inventaste tu, y aparte debemos de ver si dejamos algo importante allá, ¿No? -

- Supongo que si -Luego de darle una mordida a su manzana, Erwin respondió mientras aún masticaba parte de la fruta.


Sin intercambiar demasiadas palabras por el resto de su recorrido (más que uno que otro gesto tal y como señas), ambos siguieron caminando por la antigua zona excluida del centro por una cerca, cerca que ahora se encontraba en ruinas como todo lo que aquel gobierno impuso en sus décadas de mandato, a excepción de aquellas banderas colgadas en los muros y que mostraban fervientemente a la elegante ave que representaba a su nación inclusive desde siglos atrás.




Después de avanzar por un par de minutos más, ambos se encontraron frente a las ruinas de su hogar, hogar en el que convivieron por más de 9 años y en el que de vez en cuando recibían a alguien más de manera temporal, pero que siempre terminaba por irse después de cierto tiempo al igual que como ellos lo habían hecho hace un par de meses.

Sin embargo, aquel tiempo había sido suficiente para que todo el lugar hubiera deteriorado en cualquier forma posible, ya que tanto las decoraciones que habían conseguido como los materiales que sirvieron para la construcción del pequeño hogar se encontraban en ruinas..., ¿Acaso quedaba algo que rescatar?


- ¿Ves algo que sea de utilidad? -Erwin cuestionó con una mirada que reflejaba una decepción que no hacía más que aumentar con cada cosa que sus pupilas contemplaban.

Sombras del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora