Capítulo 18

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[ S e c r e t o s ]

Tomé una papita del recipiente y la mojé con poquita catchup. Hace mucho tiempo que no las comía, tal vez fue esa vez cuando Giordana y yo teníamos 14 años y estamos en su casa, ese día su padre se había ido a Indonesia para un contrato con una agencia que mi padre firmaría en esos tiempos. Ese día estábamos jugando ajedrez y preguntándonos nuestras cosas favoritas, y entonces ella dijo que jamás había probado una hamburguesa que había visto en una revista, y a mi se me ocurrió la idea de pedir unas al chofer. Pero definitivamente era un secreto que lo obligamos guardar por siempre.

Ese día nos comidos muchas papitas por que eran lo más delicioso y la hamburguesa era tan deliciosa, no la habría recordado por esta que me estaba comiendo justo ahora.

Miré mi plato vacío contenta de habérmelo comido todo. Por supuesto que tenía una dieta estricta con mi padre, no comía carnes, ni grasa, ni lácteos pasados en grasas, siempre estaba al margen, no recordaba un día haber echo lo contrario, solo aquella vez con Giordana. Pero no me importaba, no estaban las chicas de mi escuela que miraban cada detalle de tu comida, cada detalle de la etiqueta de tu prenda, de tu talla; para ver si siquiera había crecido...

No.

No lo recordaré.

Levanté la mirada y Beatrice parecía pensativa, estaba mirando a la nada mientras mordía de a poco el pan de su hamburguesa.

—No me mires así.

Di un respingo al notar que ella sabía que la miraba.

—Lo siento, te noté algo pérdida.—le expliqué sonrojada y con mi dedo índice hice rollito una esquina de mi camiseta negra con nerviosismo.

—Está bien. Tu mirada es muy pesada y con esos ojos asombrosos más—ella rio, pero escuché el asombro en sus palabras.

Mis ojos, los de mi madre. También me gustaban.

—Gracias.

Beatrice me sonrió mientras cantaba una melodía que no reconocí. Al mirar a mi alrededor con la luz del día, era un cuarto limpio, no tenía cosas y lo hacía ver vacío y simple. Al mirar el lugar en donde yo estaba apunto de llamar a esas personas pasó por mi cabeza... ¡la llamada de anoche! Como lo pude haber olvidado, me había desmayado, y no sabía que había pasado, pero como pude siquiera olvidarlo.

Joder.

—Beatrice—la mencionada me miro de reojo mientras le daba una mordida a su hamburguesa—tú, ¿sabes lo qué pasó ayer?—con nerviosismo apreté mis manos, ¿por que me sentía así?, ¿por que sentía un mal presentimiento?— ¿que fue lo que hizo Alessandro después de que entre en pánico?—tragué saliva mirando a Beatrice que de un segundo a otro tiro su hamburguesa al suelo.

—¿Qué...?

Baje la mirada al suelo y miré el pedazo de hamburguesa con polvo.

—¡Lo lamento!—intenté agarrarlo pero el apretón fuerte de Beatrice en mi brazo me hizo levantar la cabeza.

—No, ahí déjalo, se a caído ya—la voz seria de Beatrice me hizo fruncir el ceño. La miré con atención mientras me incorporaba. Su rostro miraba el plato sin ninguna atención, estaba en su mundo, de un momento a otro su sonrisa y entusiasmo había desaparecido.

¿Será por la llamada de ayer?

—Después de que te desmayarás...—Beatrice comenzó con un hilo de voz que me hizo acercarme a ella y entender mejor sus palabras—Alessandro escucho lo que te decían y él pareció reconocer las voces, su cara había cambiado de un segundo a otro, parecía... parecía...—.

Miré con angustia a Beatrice, su rostro estaba contraído de temor.

—¿Parecía qué Beatrice?—la voz ronca y gruesa nos hizo levantar la mirada a la puerta con un movimiento brusco.

Era Alessandro. El chico que tenia un lado bueno y divertido, él estaba ahí, pero ahora era todo lo contrario, estaba echo una furia, pues su rostro tenía sangre en el labio, su ceja estaba rota, y su ropa estaba llena de polvo. Pero su expresión daba escalofríos, sus ojos profundos parecían hervir en sangre.

Las dos nos levantamos alarmadas y caminamos hacia él.

—¿Pero... que te-?—intenté preguntar asustada pero me interrumpió.

—Asuntos— su tajante respuesta me hizo quedar helada.

No parecía afectado, de echo solo se limpió la ropa con unas cuantas sacudidas, para después caminar al sofá para hacerlo a un lado y dejar ver en la parte de atrás una pequeña puerta de metal la cual abrió y sacó vendas, alcohol, y otra camisa color azul marino.

Estaba parada mirando como se quitaba la camiseta de un tirón y dejaba ver un abdomen trabajado y perfectamente marcado junto a una herida de un corte de cuchillo, grite tapándome la boca pero él pareció ignorarme mientras se la limpiaba y bañaba en alcohol y le ponía una venda. Al igual con su sangre y el de la ceja. Tomo la playera y se la puso.

Lo hizo con una rapidez que me dejó asombrada, parecía hacerlo del diario, con demasiada práctica. De echo no había echo ningún gesto de dolor ni de molestia.

Al reaccionar de mi asombro miré a mi lado a Beatrice que miraba al suelo pensativa. Y después recordé lo que me decía, ¿que intentaba decirme?

cerezaytristeza

Él es más que un chico malo. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora