Descubrir que la magia existe y que tú puedes manejarla es una noticia difícil de digerir, pero no para mí, siempre sentí una atracción hacia lo oculto, lo que los ojos no pueden ver a simple vista.
Sin embargo, si había un problema, yo nací en una familia de origen mundano, mis padres desconocían el mundo de la magia y así debía permanecer, los hechiceros tienen un pacto para mantener la magia en secreto, incluso para sus padres. Debido a esto, las prácticas en el curso de hechizos eran complicadas, debían ser en horarios que mi madre no notara mi ausencia, de mi padre no debía preocuparme porque no vivía con nosotras.
Así aprendí a organizarme, a esconderme, prevenir cualquier inconveniente, mentir y sobre todo a escabullirme.
¿Cómo me descubrieron? Simple.
Los sabios del mundo mágico reciben mensajes ancestrales y perciben con sus sentidos cuando va a nacer un hechicero en el lado mundano, es por eso que llegaron a mí. Decían que sus métodos de identificación casi nunca fallan, pero de seguro se encontraban intranquilos con mi repentina ineptitud. En mis primeros meses en entrenamiento, no mostré ni un signo, ni una pequeña chispa de magia. Esto no sucedía con hechiceros normales, peor incluso con una hechicera sublime.
Aún recuerdo mi primera clase mágica, entré al salón con timidez, veía tantos niños decididos y juguetones, algunos ya estaban lanzado hechizos por el aire, y yo estaba absorta, que asombro ver la primera prueba de magia verdadera. Nuestro maestro asignado se llamaba Jacob, solo tenía 15 años, pero era el mejor en su generación. Jacob, tenía tres pequeñas distracciones deliciosas: 1.-su tez morena de rasgos finos, 2.-sus preciosos ojos esmeralda, y 3.- una personalidad increíblemente carismática. A todos nos ha gustado alguien mayor alguna vez, esa fue la mía, fue un crush instantáneo. Lo cual fue una pésima idea, ya que no podía concentrarme en las clases como se debe.
Comenzó enseñándonos el dominio de los elementos, una de las magias que suelen facilitarse para los nuevos, después de varios meses de intentos fallidos, yo, y creo que muchos, estábamos pensando que había un error y que no tenía poderes, no podía invocar ni una pequeña llamita de fuego. Y aprendí mi primera lección, la magia se desarrolla con sentimientos, mientras más fuerte la emoción, más magia.
Ese día mi magia explotó por primera vez. Estaba sintiendo una vergüenza tremenda al ir a las clases, puesto que, los otros niños se burlaban de mí, para coronar era un día tormentoso y de camino a la clase había pisado un charco, toda mi media estaba mojada y me sentía horrible, fui al baño para desahogarme, pero en vez de tranquilizarme me topé con una escena desagradable. Jacob, mi amor platónico, besándose con una chica, que en ese entones debía ser su novia. Sentí mi corazón romperse, lágrimas corrieron por mis mejillas, lo que a la vez me hizo sentir patética. Es obvio que yo no tenía oportunidad, él no querría estar con una niña como yo. Me di media vuelta para salir y en la puerta me encontré con un maestro sabio, (los que eran considerados sabios, eran los más antiguos y poderosos de los hechiceros), este sabio era el mismo que me había confirmado sobre mi magia y me había llevado a las clases. Y sentí que la ira comenzó.
—Pensé que ustedes nunca se equivocaban en identificar a los hechiceros —le dije en un tono efusivo.
—No lo hacemos... —empezó a responder, pero tuvo una interrupción.
—¡Farsantes! —lo corté antes de que pueda continuar—. Estoy segura que se equivocaron conmigo, pensé que sería maravilloso venir, pero solo ha sido una agonía desde que llegué. Los otros niños se ríen de mí, y con razón, no hay magia en mí. No hay ni una gota, por más que intento, me concentro, no puedo, enserio no puedo —decía todo eso mientras lloraba y gritaba.
—¿Estás segura que no puedes? —me contestó tranquilo.
—Ya le digo que no, no poseo magia, no soy una hechicera, no puedo — le decía mientras agitaba mis manos desesperada, porque con esas mismas manos había tratado todos los días que se asome un atisbo de magia, sin tener ningún resultado.
—Nunca digas que no puedes, creer en ti misma, es la clave para vencer.
—Pero es que ya lo he intentado y no veo ningún resultado.
—A veces cuando miramos de tan de cerca nos cegamos, y solo vemos una parte del cuadro, echa un vistazo al cuadro completo, mira la situación desde lejos y podrás ver todo.
Me quedé loca. ¿Por qué me responde eso?
Y entonces pude ver, a unos dos metros detrás de mí, en el suelo, se había formado una gran media luna de fuego, con llamas altas que casi llegaban a mi cintura. ¿Había hecho eso yo? Claro que sí, gracias a la ira.
Resulta que no confiaba en mí misma, y es por eso que mi magia no florecía, por mi inseguridad. Tenía tanto miedo de fallar que me concentraba demasiado, me estresaba, y en vez de sentir la magia, la analizaba, y así no es como funciona.
El enojo y las emociones que dejé salir ese día, permitió que mi magia saliera, incluso sin darme cuenta, fluir con la magia es mejor que tratarla como si fuera una física cuántica a la que hay que analizar y estudiar, como había estado haciendo hasta ese momento. Desde ese día, no volví a tener mayor problema con el bloqueo de hechicero, y continué con mis clases de manera normal, claro que me disculpé con el sabio por mi actitud berrinchuda, que vergüenza.
Debo explicarles una cosa, cuando eres hechicero, las emociones se sienten de una manera más intensa, es más difícil manejarlas porque toda la energía mágica que acumulas en tu interior se alimenta de todo tipo de emoción y desea salir.
Y así fue como me instalé en ese mundo llenó de travesías y aventuras, donde tu determinación, y tu dominio mágico, podía llevarte lejos.
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El bosque sombrío
FantasiaEsta es un historia de un mundo lleno de magia, hay hechizos, conjuros y aventuras. Sin embargo, no todo es color de rosas, también existe la magia oscura y un lugar lleno de mentiras y tinieblas.